Va siendo ya tradición que publique el último miércoles del año un artículo en el que resumo todos nuestros viajes. No será menos este 2021, año 2 después de la era Covid, en el que los viajes han seguido siendo diferentes pero han sido que, al fin y al cabo, es lo que importa. Vamos con el resumen.
Debo decir, antes que nada, que para mí este 2021 ha sido mucho más duro que el 2020. Sí, lo he pasado mucho peor que el año anterior. A finales del 2020, allá por diciembre, sentí un hastío total y absoluto que no se me quitó de encima, diría yo, hasta finales de agosto. El hecho que el Covid remontase y que la poca luz que había al final del túnel se apagase convirtió la primera mitad del año en algo insoportable.
Por suerte eso ha cambiado, creo que tras la vacunación y sentir que la gente moría menos yo también me sentía mejor, no por creer que iba a morir, sino por pensar que con mis actos podían morir otros. Sí, así es: mi miedo ha sido por los demás. Que no es que me crea inmortal, pero no querría ser responsable de algo así.
Y bueno, con la visión puesta en un futuro que algunos predicen esperanzador – y espero que así sea – voy a contaros todo aquello que hemos hecho este año, que ha sido todo lo que hemos podido en las circunstancias actuales.
Nuestro 2021 en viajes
Como sabréis si nos leéis ya desde tiempos pasados, tenemos la sana costumbre de celebrar nuestros cumpleaños viajando. Pues bueno, el mes de enero del 2021, mes en el que una servidora suma un año más de existencia, fue imposible viajar y es que en enero estábamos encerrados en nuestra comunidad autónoma. No solo eso, es que teníamos que trabajar desde casa, casi no teníamos contacto con los familiares ni amigos, la restauración sin abrir… un panorama tristísimo que cogió algo de luz al tener JJ la brillante idea de hacerme cumplir los 35 en lo más alto de todo Castelló: el Penyagolosa. Cumpliría uno de mis sueños, que era llegar hasta la cima de más de 1800 metros y lo hice cumpliendo años en ese justo instante – las 12 del mediodía. No podíamos viajar a lo ancho pero nos desplazamos a lo alto, y de qué manera.
En realidad el Penyagolosa no fue la única cosa pendiente que hicimos en enero, y es que visitamos también Bel, Vallibona y por fin nos dignamos a ir hasta la Torre Badum, en Peñíscola. Al final, y sin movernos de la provincia, estábamos descubriendo lugares fantásticos que se nos habían olvidado en tiempos anteriores.
Ya lo he dicho en otras ocasiones, y es que con esto de la pandemia hemos aprendido a poner en valor lo cercano, aunque como también he mencionado muchísimas veces, para mí eso no ha sido nada nuevo porque, por suerte, siempre he sabido apreciar lo que tengo al lado, aunque no siempre he tenido la oportunidad de visitarlo.
Y con esa idea fue como llegamos, también, a Requena, ya en primavera, y vimos lo bonito de la localidad y disfrutamos de lo bueno de sus vinos, acercándonos también a Casas de San Rafael. O también hicimos parte de la ruta Templaria, yendo a pie desde el castillo de Alcalá de Xivert hasta el de Santa Magdalena de Polpis.
Por si fuera poco, en el mes de abril volvimos a subir al Penyagolosa, pero esta vez ya con amigas. Y regresamos a la Torre Badum, también con amigas, y visitamos – otra vez – Vilafamés, y llegamos también hasta otro de esos sitios brutales de la provincia de Castelló: los Órganos de Benitandús.
Volvimos a pisar la Valltorta después de 25 años. y, cuando abrieron las fronteras entre comunidades autónomas, nos fuimos de paseo al Delta de l’Ebre, y luego nos acercamos al Matarraña, a la Caixa, en Beceite.
Dimos vueltas por el Maestrazgo Turolense y regresamos a Teruel para celebrar el cumpleaños de una amiga. Con el mes de junio ya en el calendario llegó el cumpleaños de JJ y decidí que nos íbamos a pasar algo más de una semana a Galicia. Nos subíamos de nuevo a la furgoneta y nos embarcábamos en otra de esas aventuras que vale la pena vivir para después recordar.
Acabó junio y en medio del calor del mes de julio nos fuimos a descubrir la Ruta del Cister, a tomar fresco en algunos de los claustros más bonitos de toda la Península Ibérica. Regresamos también a Albarracín – ¿cuántas veces habremos estado ya? – y pasamos por algunos lugares del Matarraña que teníamos aún en pendientes.
El verano es una época que siempre nos mantiene muy ocupados. Nuestras actividades no cesan, y a ellas se suman los conciertos que damos siempre en julio y agosto. Así no hubo nada de pernoctaciones fuera de casa hasta finales de agosto, cuando aprovechamos para subirnos de nuevo a la Agrovan e irnos hasta Francia. El tener la pauta completa de la vacuna nos permitía cruzar las fronteras sin necesidad de PCR – ergo, sin desembolsar una cantidad considerable de dinero. Creíamos que en la frontera nos íbamos a encontrar con controles policiales pero no fue así. Ahora bien, sí tuvimos que mostrar por primera vez el Pasaporte Covid cuando fuimos a tomar una cerveza en un bar de Foix.
Nuestra aventura por Francia llegó a su fin – para mí la mejor que hemos vivido a lomos de la Agrovan – y antes de que se acabase el verano, y junto a unos amigos, estuvimos en La Estrella, en Mosqueruela. Esa aventura aún la tengo que contar – no me da la vida para tanta ruta – porque ha sido una de las más chulas de este año.
Sin que terminase septiembre regresamos al Matarraña, a celebrar el cumpleaños de un par de amigas, y JJ – junto a otras dos personas – se lanzó por la tirolina de Fuentespalda. Eso sí fue un gran viaje, porque tela con ella.
Y llegó octubre, EL MES DE OCTUBRE. Con él el otoño, mi estación favorita del año, y en el puente nos fuimos hasta los Pirineos. La ruta se nos fue un poco de las manos y queriendo ir solo a Ordesa acabamos llegando a Navarra. A veces hacemos esas cosas, y más yendo en furgo, cuando nadie te espera en ningún lado.
Y así como nadie te espera al llegar, tampoco necesitas pedir permiso para marchar, por lo que en noviembre, y sin ningún tipo de sentido, montamos la furgo de nuevo en su mínima expresión y nos fuimos hasta el Moncayo porque sí, porque nos apetecía. Hicimos noche en Trasmoz, visitamos Veruela y su monasterio y estuvimos en Borja, en su recreación histórica. Nos tragamos un montón de kilómetros en cosa de día y medio que nos ayudaron a desconectar de nuestras obligaciones varias.
Estuve, yo en concreto, en el Centro Buñuel de Calanda junto a una amiga, y pasamos también por la fiesta íbera de Andorra – la de Teruel. Me fui yo sola, el 8 de diciembre, a Reus, a visitar algo de su Modernismo y a probar el vermú. Y llegó finales de diciembre, y con él volvimos a la Costa Blanca, a aprovechar el Bono Viaje de la Comunitat Valenciana, como el año pasado. Y sí, volvimos a Benidorm porque aunque tenga mala fama, Benidorm mola.
Y este ha sido nuestro 2021 viajero, otro año complicado para todo el mundo que nos ha puesto a prueba otra vez como sociedad. Espero que el 2022 sea mejor en todos los ámbitos, y para todas las gentes que habitan en este planeta. No soy de nuevos propósitos al cambiar de fecha, y es que todos los días son buenos para empezar algo nuevo, pero espero que en este 2022 seáis, al menos, felices.
Abrazos enormes, y seguid disfrutando de los viajes.