Monasterio de Veruela | El reposo de los Bécquer.

El Monasterio de Veruela es el primer monasterio cistercense construido en Aragón. Es, por lo tanto, una joya medieval que además se encuentra en excelente estado de conservación. Pero el asunto no se queda ahí, y es que en Veruela estuvieron los hermanos Bécquer encerrados durante un tiempo y fue donde Gustavo Adolfo escribió sus célebres Cartas desde mi celda.


A los pies del Moncayo se alza uno de los monasterios más interesantes de toda la provincia de Zaragoza, el Real Monasterio de Santa María de Veruela. Cosntruido en el siglo XII, es el primer monasterio cistercense de todo Aragón. Ora et labora eran las dos premisas principales que guiaban la vida de los moradores del lugar, pero en su vida hubo también conflictos con pueblos vecinos que tienen sus consecuencias – aunque sean solo simbólicas – a día de hoy.

Puedes leer el conflicto de Veruela con Trasmoz siguiendo este enlace.

Más allá de las cuestiones políticas – porque más que religión eso es política – Veruela es celebre no solo por su indiscutible importancia arquitectónica e histórica, sino también por haber sido el lugar de refugio donde los hermanos Bécquer fueron a curarse del mal romántico – la tuberculosis. Valeriano fue a acompañar a Gustavo Adolfo quien iba a tomar curas de aire puro del Moncayo con el fin de intentar mitigar los efectos de la enfermedad que llevaba en su cuerpo desde hacía tiempo.

Fue allí donde Gustavo Adolfo escribió sus célebres Cartas desde mi celda y también allí fue donde su hermano, Valeriano, produjo la mayor parte de sus grabados. El paso de estos dos celebres artistas románticos por Veruela hizo del monasterio un lugar universal o, si más no, un sitio mucho más conocido en épocas posteriores. Los hermanos Bécquer fueron los verdaderos influncers de la época y consiguieron poner en boca de muchas más gentes el nombre de este tremendo espacio religioso que vive a los pies del Moncayo.

No hay que poner en duda la valía arquitectónica de esta construcción monástica, de líneas puras como todo el Cister y de una grandiosidad indiscutible. A modo de ciudad, estos espacios estaban diseñados para ser autosuficientes. Lo primero que llama la atención, o lo primero que destaca, del espacio es la muralla que lo perimetra, que mide en total un kilómetro. Dentro de esa muralla se encontraba todo lo que los religiosos necesitaban: agua, molino y huerto. La vida allí dentro consistía en trabajar y rezar, comer lo poco que te daban – no por escasez sino por convicción religiosa – y callar. El silencio era norma estricta, la vigilancia de unos monjes sobre otros una obligación y el castigo por romper las reglas, inevitable.

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Las paredes que escondían – y siguen escondiendo – otras paredes otorgan al espacio un carácter hermético, cerrado sobre sí mismo, que solo a día de hoy, y después de que aquel lugar haya pasado a ser un espacio casi laico, se abre al exterior.

Como he dicho antes, el monasterio data del siglo XII, del año 1145 para hablar con exactitud. El Cister nace en Francia en el año 1098 cuando Roberto de Molesmes renuncia a formar parte de la Orden de Cluny, un poco corrompida ya por los males terrenales, para restablecer la austeridad que caracterizaba a la orden benedictina en sus primeros años, allá por el sigo V. Roberto de Molesmes se retira, para ello, a Citeaux, en Borgoña (cerca de Dijon) y empieza entonces la historia del Cister.

Un tremendo carácter repoblador – y conquistador, por qué no decirlo – caracteriza a esta orden religiosa que se extenderá, gracias a Bernardo de Claraval, por toda Europa en poco tiempo. A Aragón llegarán, como se ha dicho, iniciando su conquista en Veruela, para posteriormente levantar el Monasterio de Rueda en el año 1153 y a finales de siglo, en el año 1194, el de Piedra.

El Monasterio de Rueda, otro lugar impresionante que debes conocer en la provincia de Zaragoza.

Pasa por allí la orden cisterciense, luego pasan los jesuitas y, finalmente, los hermanos Bécquer, pero no solo ellos, también gentes con posibles que se retiraban por temporadas en la hospedería anexa al monasterio, hasta que las gentes dejaron de ir y aquello cayó en el olvido. En la actualidad, y después de unos cuantos años de restauraciones, el monasterio se ha convertido en un referente turístico de la zona del Moncayo y en un tiempo que parece va a ser más breve que extenso va a inaugurarse el Parador de Turismo que ocupará casi todas las dependencias hospedables del lugar.

Nuestra visita, repetida después de otra hace casi 10 años, nos hace recordar tiempos pasados en los que ir hasta Veruela era toda una proeza, esos primeros años de viajes, mucho más austeros aún de lo que son hoy en día, y que nos llenaban el espíritu de gozo, como lo siguen haciendo en la actualidad. Visitar Veruela por primera vez es sorprendente, recordarlo una segunda después de tanto tiempo tiene también ese carácter extraordinario de saberse en un lugar especial. La primera vez tienes la duda de qué vas a encontrar allí, la segunda la certeza de lo maravilloso experimentado con anterioridad.

Cambian algunas cosas en este tiempo, sí, pero lo que no cambia es el precio. A noviembre de 2021 el coste de la entrada es de 1,80€ por persona, gratuito para menores de 11 años y la visita es guiada. Además, y con el precio de la entrada, accedes también al Museo del Vino de la D.O Campo de Borja. Un precio simbólico casi pero que a mi juicio permite acceder allí a todas las gentes, independientemente de su poder económico. No pasa en otros monumentos cistercenses que se encuentran en otros territorios, ni en otros monumentos de la propia provincia, donde la gestión privada hace de la visita a ciertos lugares casi un lujo.

Pero volvamos con todo aquello que te vas a encontrar en este monasterio, que no es muy diferente a lo que te encontrarás en otros monasterios de su misma especie. El claustro gótico con su lavamanos – característico de todos los monasterios del Cister y que todavía se conserva al completo en Poblet -, la sala capitular, el refectorio, y la bella iglesia. Sí, la iglesia es maravillosa, lo es también el rosetón que preside el muro principal del edificio, en su portada románica. Es también de una belleza indiscutible el paseo arbolado que te trae y te lleva hasta la puerta principal del templo.

No es de extrañar, entonces, que Bécquer, tanto uno como otro, fueran tan productivos en su estancia en el monasterio. El estar allí les permitió conocer la zona de Tarazona y el Moncayo, una parte de la provincia de Zaragoza tremendamente interesante y plagada de leyendas. Éstas últimas acabaron siendo amplificadas gracias a la producción literaria de Gustavo Adolfo. Desde su celda en el monasterio, Gustavo Adolfo escribe:

Monasterio de Veruela, 1864.

Queridos amigos: Heme aquí transportado de la noche a la mañana a mi escondido valle de Veruela; heme aquí instalado de nuevo en el oscuro rincón del cual salí por un momento para tener el gusto de estrecharos la mano una vez más, fumar un cigarro juntos, charlar un poco y recordar las agradables, aunque inquietas horas de mi antigua vida. Cuando se deja una ciudad por otra, particularmente hoy, que todos los grandes centros de población se parecen, apenas se percibe el aislamiento en que nos encontramos, antojándosenos, al ver la identidad de los edificios, los trajes y las costumbres, que al volver la primera esquina vamos a hallar la casa a que concurríamos, las personas que estimábamos, las gentes a quienes teníamos costumbre de ver y hallar de continuo. En el fondo de este valle, cuya melancólica belleza impresiona profundamente, cuyo eterno silencio agrada y sobrecoge a la vez; diríase, por el contrario, que los montes que lo cierran como un valladar inaccesible me separan por completo del mundo. ¡Tan notable es el contraste de cuanto se ofrece a mis ojos; tan vagos y perdidos quedan al confundirse entre la multitud de nuevas ideas y sensaciones los recuerdos de las cosas más recientes!

No seré yo quien contradiga al escritor, y es que no puedo contradecirlo porque cierto es que todo se torna, ya en aquella mitad del siglo XIX, repetitivo, industrial en el sentido técnico – y no estético – de la palabra. Adentrarte en tierras en las que perdura lo auténtico, lo primigenio, en lugares en los que la vida sigue sin olvidar lo pasado hace que la vida se sienta más. Gustavo Adolfo – así también como Valeriano – experimentaron en sus propias carnes lo que era la vida pausada del campo. Tal vez un poco romantizada la situación – y nunca me ha venido mejor esta expresión para escribir mis textos -, no hay duda de que tanto Veruela como todo el Moncayo merecen una visita de manera tranquila. Y termino con Bécquer de nuevo, suscribiendo lo que dice:

En efecto, en el fondo del melancólico y silencioso valle, al pie de las últimas ondulaciones del Moncayo, que levantaba sus aéreas cumbres coronadas de nieve y de nubes, medio ocultas entre el follaje oscuro de sus verdes alamedas y heridas por la última luz del sol poniente, vi las vetustas murallas y las puntiagudas torres del monasterio, en donde ya instalado en una celda, y haciendo una vida mitad por mitad literaria y campestre, espera vuestro compañero y amigo recobrar la salud, si Dios es servido de ello, y ayudaros a soportar la pesada carga del periódico en cuanto la enfermedad y su natural propensión a la vagancia se lo permitan.

Consideraciones finales

Si estás pensando visitar esta zona te recomiendo que evites el verano por el calor, aunque en el monasterio la temperatura sea muy agradable. El otoño y la primavera son grandes épocas para hacer una escapada por el Moncayo, siendo especialmente interesante el otoño por los colores de los campos de viñas que hay repartidos por todo el territorio. En invierno es también especial por las temperaturas bajas del lugar, la belleza del Moncayo nevado y por ese aire romántico que da el frío a los lugares.

Puedes encontrar más información siguiendo estos enlaces:

▫https://www.turismodearagon.com/ficha/monasterio-de-veruela-vera-de-moncayo/

▫https://docampodeborja.com/museo-del-vino/

▫https://www.caminosdeveruela.es

Una filósofa y un politólogo que amana viajar y lo hacen a pesar de los pocos recursos que tienen. Viajar es más que un capricho, viajar es una necesidad y aquellos que somos pobres en un primer mundo de opulencias tenemos derecho también a realizar nuestros sueños viajeros. Porque los pobres también viajamos.
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