Liechtenstein | Una experiencia surrealista

¿Viajarías a Liechtenstein aún a sabiendas que los atractivos que ofrece el país no son muy abundantes? Debo decirte que nosotros sí lo hicimos, y lo hubiéramos hecho igual aunque en Liechtenstein solo hubiese habido media piedra rota en medio de una calle. Aquí va nuestra historia del día que llegamos a uno de los lugares más ricos del mundo.


Sé que algún día tengo que contar de manera detallada este viaje que hicimos por cinco países europeos y cómo llegamos a liarnos tanto en nuestra ruta en junio de 2022 que hasta nos metimos en Vaduz, un lugar que ni fu ni fa pero que a la par mola mil. Sí, os lo contaré algún día, cuando saque tiempo para escribir más. Una no se dedica a esto, a lo de ser bloggera. Lo suyo es por placer, porque le gusta compartir sus experiencias porque le gusta escribir y porque siente que a veces es útil. Mi trabajo es otro y el tiempo que tengo para dedicar a esto – porque es que además tengo muchas aficiones – es más bien escaso. Así, poco a poco. El asunto ya vendrá.

Sabiendo esto, y que tal vez no entiendas por qué estoy escribieno lo que escribo de esta manera, así, un poco descontextualizada, voy a decirte que llegamos a Liechtenstein después de haber pasado por Alsacia, la Selva Negra y la zona de Constanza, y haber pernoctado una noche en un pueblo perdido de Austria. Así fue como sobre mapa y muy flipados decidimos hacer cosas que no estaban planeadas en un inicio – aunque sí deseadas – y eso fue meternos en Liechtenstein. Es que, ¿cómo no íbamos a ir a Liechtenstein, xe?

Que es que Liechtenstein tiene poco o nada. Una capital pequeña pero agradable y cara – claro como no – y un castillo en el que todavía vive el Príncipe del lugar. Si, es que es así. Liechtenstein es tan surrealista que hay que ir. Es que hay que ir.

Bueno, también tiene un entorno alucinante, pero es que en ese punto de Europa todo el paisaje es de quitar el hipo. Pero lo que digo, en Liechtenstein lo que importa no es lo atractivo o no que pueda ser el país, lo que importa en Liechtenstein es el hecho de estar en Liechtenstein. No sé si se me entiende.

Si nos conoces, has leído algo sobre nuestros viajes – que llevo publicando desde 2014 – o nos sigues en otras resdes sociales – principalmente Instagram – ya sabrás que nos gusta mucho visitar lugares que van tienen curiosidades geográficas, políticas y similares. Estuvimos en Gibraltar por la cuestión política y geográfica – lo conté aquí – y nos llevamos una sorpresa tremenda. Hace años estuvimos también en Llívia, y no hace tanto en Os de Civís. Visitamos también Rio de Onor o Rihonor de Castilla no por su belleza – que la tiene – si no por su singularidad administrativa.

Conociendo estos detalles repito, y sabiendo que poco había en Liechsteinstein… ¿cómo no íbamos a llegar hasta allí?

Por qué vale la pena ir a Liechtenstein

Pues bueno, Liechtestein es uno de los países más pequeños del mundo. Es un principado que está entre Suiza y Austria. Tiene 25 kilómetros de longitud y 12 km de ancho, y es un país al que debes llegar por tierra porque no hay otra cosa. Obviamente no tiene aeropuerto, ni mucho menos salida al mar.

Lo que tampoco define a Liechtenstein es ser miembro de la Unión Europea, aunque esté geográficamente en Europa. Ya se sabe… el dinero y su color y eso de ser un paraíso y no solo por lo verde de las montañas alpinas. Liechtenstein tampoco tiene mucha gente, los habitantes no llegan a los 50.000. Ni a los 40.000.

Liechtenstein sí tiene un gobernante que domina el lugar casi como si de un señor feudal se tratase, y los que viven allí son sus súbditos, y una vez al año el 15 de agosto, cuando la fiesta nacional del país, invita a su castillo a las gentes de sus dominios – algunos representantes, entiendo yo – y gobernantes extranjeros.

Quien manda ahora en Liechtenstein es Hans-Adam II. Bueno, en realidad no. Ya no. Hans-Adam II mandó hasta 2004, cuando dejó en manos de su hijo la toma de decisiones del país – aunque él sigue siendo el jefe del Estado. Lo que cuesta despegarse de la silla, oye.

Parece ser que lo de Liechtenstein es lo más parecido a una monarquía feudal, y es que el soberano tiene mucha influencia en las cuestiones domésticas del país. En la actualidad quien manda es Alois Philipp Maria von und zu Liechtenstein, Luis para ir abreviando.

Aunque la monarquía es constitucional en Liechtenstein, el soberano tiene grandes poderes – aquí Montesquieu se mosquearía – teniendo influencia tanto en lo ejecutivo, cono en lo legislativo y también en lo judicial. Vamos, lo nunca visto desde Luís XVI. Sí, los ciudadanos eligen pero quien corta el bacalao allí es el Príncipe Soberano – por la gracia de Dios, supongo.

El Príncipe vive en un castillo. Cómo no iba a ser así. En el castillo que hay en lo alto de Vaduz, un castillo que data del siglo XII, aunque fue remodelado a principios del siglo XX. No te creas tú que van a vivir con estufas de leña. Desde el castillo se ven todos los dominios, una extensión de terreno muy verde a finales de junio, con un cielo muy azul y unas montañas muy altas al fondo. En Liechtenstein todo parece idílico.

El castillo de Vaduz, donde vive el monarca de Liechtenstein.

La renta per cápita de Liechtenstein ronda los 130.000€ y lo que hay en la capital, Vaduz, son muchos bancos, un par de museos y una pequeña catedral. Todo ello situado a lo largo y alrededor de una calle principal, de tamaño más bien reducido. Luego puedes dar una vuelta por el principado y ver alguna casita suelta por ahí, estaciones de esquí y otro castillo, pero lo grueso del lugar no está en lo que hay sino en lo que es.

Liechtenstein no tiene pueblos ni ciudades bonitas, la verdad. Es un si más muy nuevo en medio de un entorno privilegiado. Vaduz no es una ciudad bonita, aunque tiene la deferencia de permitirte aparcar de manera gratuita durante una hora en pleno centro. Eso no lo verás en Suiza – a no ser que vayas en domingo – y tampoco en los puntos de Alemania en los que hemos estado antes. Hay que agradecerle al Príncipe Soberano que piense en eso – entiéndase el sarcasmo.

El parquímetro en el centro de Vaduz, capital de Liechtenstein.

Liechtenstein no tendrá muchos atractivos, pero sí muchas compañías instaladas en su territorio llegando a las 70.000. 70.000 compañías en un micro-estado que no llega a los 40.000 habitantes – las compañías casi doblan a las personas – y con una superficie de 160 kilómetros.

Una se mete en Liechtenstein con la esperanza de comprender todo eso, pero ya se sabe que esas cosas nunca son demasiado visibles. En Liechtenstein las calles son tranquilas – más en domingo –, la gente entrena en los polideportivos y pasean por la calle. Tienes el Museo Nacional de Liechtenstein justo en esa calle mayor de la que te he hablado antes. No sé muy bien qué hay dentro más allá de los baños a los que amablemente me dejan acceder cuando pregunto por ellos. A su favor diré que las pocas gentes del país con las que trato me parecen amables.

Vaduz, capital de Liechtenstein, un domingo por la mañana.

En Liechtenstein se habla en alemán y se usa el franco suizo, pero no tendrás problema de comunicarte en inglés, por ejemplo. Liechtenstein tiene que ser un país medianamente cosmopolita, y es que vive del turismo – bueno, en parte. Estaciones de esquí, una estación termal en la capital y, claro, esa peculiaridad que tanto tira a los curiosos como nosotros. Frente al museo del que te he hablado antes hay una fuente que lanza un chorro bajo el que pasas y no te mojas, y otro museo, el Kunstmuseum. El edificio en sí mismo, cúbico y distintos tonos grises, alberga una colección de arte moderno.

Un poco más abajo, al final de la calle, la pequeña, pequeñísima catedral de San Florián que data del siglo XIX. Y después, en la loma, en lo alto, por encima de todos los súbditos, el castillo de Vaduz, donde reside el príncipe del país.

Al castillo de Vaduz hay que ir aunque solo sea para proferir un «ha del castillo» a ver si hay suerte y se abren las puertas de la fortaleza – spoiler: no la hay. Pero hay que ir en vehículo, porque llegar hasta él es subir una cuesta tremenda. Allí arriba estarás lo que tardes en echar un par de fotos y en pensar un «¿en serio estamos aún así?». Y nada, vuelves hasta donde las gentes del pueblo llano y decides que es momento de salirte de Liechtenstein aunque no pases por algunos lugares que dicen son atractivos como Balzers, que tiene un castillo parecido al de Vaduz, o por algunos museso de costumbres del país como el Walzermuseum, en Triesenberg.

No, no lo haces porque en realidad eso, de Liechtenstein, no te interesa. A ti lo que te intersa es venir de Austria – tangencialmente – y toparte con un cartel que rece un Liechtenstein y digas que no puede ser que hayas llegado hasta alli. Luego lo que te interesa es seguir por la carretera y llegar a Suiza sin apenas darte cuenta.

Yo estuve allí.

Es que a Liechtenstein hay que ir, no por lo bonito sino por lo curioso. Y después hacer una pequeña relfexión sobre su sistema y su conveniencia, ¿no te parece?

Datos prácticos

Qué necesito para acceder a Liechtenstein

Si eres ciudadano de la Unión Europea, y según la ley de 2009 que permite la libre circulación de los ciudadanos del Espacio Económico Europeo y de Suiza no necesitas nada más que tu documento de identidad en vigor y siempre que no supongas un peligro para el orden público.

La frontera es evidente pero no está en funcionamiento, y vas a pasar por ella como pasas por otros lugares que hay en Europa y que ya hace tiempo que perdieron su sentido – y espero que no lo vuelvan a retomar.

La moneda

La moneda que hay en vigor en Liechtenstein es el franco suizo.

Carreteras

Las carreteras son gratuitas y están en buen estado. No tendrás problema por ir con tu vehículo hasta allí, y de hecho es el único modo que hay para llegar, a no ser que lo hagas en autobús desde puntos de Suiza o Austria.

Transporte

Así, el transporte en Liechtenstein es esencialmente por carretera.

Cuándo ir

En realidad, creo que eso es un tema menor. Bueno, lo es en nuestro caso y en nuestra circunstancia. Ve a Liechtenstein cuando te apetezca o cuando se tercie, en realidad habrá lo mismo, aunque en invierno le añadirás la nieve.

Cuánto tiempo necesito para visitar Liechtenstein

Bueno, bueno… dependiendo de lo que quieras hacer. ¿Te apetece un poco de senderismo? Pues bueno, guárdate unos días. ¿Quieres visitar museos? Casi que en una jornada lo tendrías. ¿Quieres hacer el friki como nostros? Con un rato tendrás suficiente.

¿Vale la pena ir hasta Liechtenstein?

Bueno, vale la pena acercarse si estás cerca. Quiero decir, yo no iría expresamente a Liechtenstein, no haría un viaje a propósito porque no es un lugar al que siempre he querido ir – aunque siempre me ha despertado curiosidad – pero estando allí al lado, pues claro que vale la pena, y es que cómo no va a valer la pena un lugar que casi sigue un sistema feudal de gobierno. No, no porque lo defienda, todo lo contrario. Hay que conocer al adversario.

Web de turismo del país: https://tourismus.li/en/activities/culture-and-art/museums/

Y hasta aquí nuestro paso por este micro-estado paradisíaco del centro más centro de Europa. Una curiosidad política y administrativa que puedes visitar, si lo haces como nosotros por 0€. O 0 francos suizos.

Una filósofa y un politólogo que amana viajar y lo hacen a pesar de los pocos recursos que tienen. Viajar es más que un capricho, viajar es una necesidad y aquellos que somos pobres en un primer mundo de opulencias tenemos derecho también a realizar nuestros sueños viajeros. Porque los pobres también viajamos.
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