Berlín Toma III: El Muro, Museo Judío, Checkpoint Charlie, Topografía del Terror y Postdamer Platz

25 de enero de 2016. La que escribe cumple 30 años – que se dice pronto… – y qué mejor que cumplirlos en uno de los lugares más emblemáticos de la capital alemana: la East Side Gallery. Desde ella partiremos a un viaje por la historia reciente de Europa, una historia dura pero necesaria de ser conocida, así que visitaremos también el Museo Judío y el Museo del Terror, pasando por otros lugares como el Checkpoint Charlie y la Postdamer Platz. Seguidnos si queréis descubrirlo con nosotros.


¿Qué mejor que una visita al Muro de Berlín para superar la depresión de los 30? ¡Venga va! ¡Qué depresión ni qué narices! ¡Que todavía somos jóvenes! (Quien no se consuela es porque no quiere…)

Por primera vez desde que estamos en Berlín cogemos el metro para desplazarnos por la ciudad. Bajamos a la estación que tenemos delante del mismo hotel y nos encontramos con una señora que tiene una cafetería en la que podemos comprar capuccinos a 1,20€ y pastas típicas alemanas por menos de 50 cts, así que por poco más de 3€ nos metemos un buen desayuno – los dos. Y menos mal, porque ese día no comeremos hasta las 5 de la tarde…

Desde Rosenthaler Pl cogemos el U8 hasta Jannowitzbrücke, y allí hacemos transbordo hasta Warschauer Strasse donde bajamos. Para salir de la estación debemos cruzar un puente sobre las vías y dirigirnos después a la izquierda. Salimos entonces a la calle y  nos encontramos de frente con el Puente Oberbaum:


El Puente Oberbaum tiene torres neogóticas y fue parcialmente destruido durante la Segunda Guerra Mundial. La reconstrucción del puente ha sido llevada a cabo a manos de Santiago Calatrava.Este puente era la antigua frontera entre Berlín y el mundo rural, donde existía un muro de aduanas, para más tarde convertirse en aduana entre el Berlín Este y el Berlín Oeste.


Es recomendable que en este punto os detengáis a disfrutar del entorno, ya que nos encontramos en un Berlín totalmente distinto. Si no queréis hacernos caso a nosotros, hacédselo al suelo:



La East Side Gallery comienza con una caseta que es hoy una tienda de souvenirs de temática soviética y que, vamos a decirlo, está muy bien decorada en su parte exterior.

La East Side Gallery es la parte de Berlín donde más metros de muro en pie se conservan: 1. 316. Se trata de la galería de arte al aire libre más grande del mundo, ya que tras la caída del muro 118 artistas venidos de todo el mundo, procedentes de 21 países, pintaron lo que quedó de la construcción.


La parte de muro que da a la calzada es la galería «oficial»; la que mira al Spree podríamos denominarla galería «alternativa». Tras la caseta comenzamos el recorrido, pudiendo ver in situ esas imágenes que tantas y tantas veces hemos visto reproducidas en libros y revistas, y otras no tan mediáticas, pero igual de fantásticas.





La moda de los candados llega a todas partes…
Tras el muro.


Después de caminar 1000 y pico metros sintiendo la Historia, llegamos al final de la East Side Gallery, lugar desde el que se tiene una buena perspectiva del muro si nos metemos en la parte del río.


En este punto, decidimos seguir la ruta del muro, así que cruzamos al otro lado del río y continuamos el camino marcada en el folleto que compramos en la oficina de turismo.

Desde el otro lado del río

La ruta no tiene pérdida, ya que hay un montón de señales que nos indican por donde pasaba el Berliner Mauer. Además, en el suelo hay una serie de adoquines que señalan el antiguo recorrido del muro, por lo que la tarea se nos hace mucho más fácil.


Pasamos por el antiguo puesto fronterizo de Heinrich-Heine-Strasse y nos desviamos de la ruta para dirigirnos hasta el Jüdisches Museum y seguir así aprovechando el Museumpass.


El Museo Judió de Berlín es obra del arquitecto Daniel Kibeskind, y fue inaugurado en el año 2001. Su estructura tiene forma de zig-zag, queriendo representar una estrella de David fragmentada.En el interior del museo encontramos dos milenios de historia judío-alemana haciendo especial hincapié en la barbarie sufrida por los judíos a mano de los nazis.

Entramos en el museo y enseñamos nuestro pase de museo, y dejamos todos los trastos en taquillas y roperos. Es curioso que, para entrar en el museo, debas pasar por un arco de seguridad y sea éste uno de los primeros lugares en los que hayamos visto una vigilancia especial – no hemos notado, en ningún momento, presencia policial por la calle. 

Siguiendo la ruta marcada en el plano del museo, vamos primero al sótano donde se cuenta la barbarie nazi, ilustrada con historias de judíos que sufrieron bajo el yugo de ese régimen fascista totalmente despreciable. Uno de los puntos fuertes del museo es la arquitectura, su estructura, esa forma de zig-zag y las paredes blancas, pasillos largos, con luz blanca y silenciosos que crean una sensación extraña en nuestras cabezas. Siguiendo la ruta llegamos a la Torre del Holocausto, al final de uno de los pasillos, un lugar oscuro e inmenso, sin calefacción, en el que te metes y te sientes oprimido siendo aquello tan grande. Es una sensación difícil de describir con palabras, pero debe sentirse. Permite realmente empatizar con aquellos que sufrieron – sufren, y sufrirán – represión y muerte a manos de locos con poder.

Llegamos, tras subir unas escaleras, a la Memory Void, una instalación que lleva por nombre Shalekhet (Hojas Caídas) dedicada a las víctimas del Holocausto. Es obra el artista israelí Menashe Kadishman y, antes de llegar allí, no sabemos bien de qué se trata, pero a medida que vamos acercándonos escuchamos un ruido metálico, como si alguien estuviera martilleando una pieza de acero. Finalmente, tras una sala inmensa, blanca, vacía, llegamos a la instalación y nos encontramos con esto:


Se trata de 10.000 laminas de hierro cortadas en forma de caras y sobre las que tienes que caminar para que la instalación acabe de tomar sentido. Es bastante duro llegar allí y ver a alguien caminar en silencio sobre esos rostros de dolor y desesperación que lloran tras los pasos de quienes los pisan, que somos nosotros mismos. Nos metemos dentro de la instalación y nos ponemos a caminar los pocos metros que nos separan del final. Es una experiencia desagradable pero que recomendamos a todos que viváis.

Continuamos el recorrido pero apremiamos el paso ya que se nos está haciendo tarde. El museo es enorme y alberga una gran cantidad de información; necesitamos más de unas cuantas horas para visitarlo bien.

Una parte del museo en la que se explican las tradiciones judías

A todo esto, todavía no hemos comido; solamente algo de pan., Bbien, algo no… unos cuantos panecillos con muchas cosas, panecillos alemanes de esos que parecen bocadillos con tanta semilla y fruto seco. Estos panecillos son lo único que llevamos en el cuerpo – y los capuccinos de la mañana – pero todavía nos quedan muchas cosas que ver, así que no tenemos tiempo para pararnos a comer nada. 

Llegamos ahora al famoso Checkpoint Charlie, en el que vemos a gente haciéndose fotos con los falsos policías. En realidad es curioso este lugar ya que te transporta 50 años atrás: los edificios, la bandera comunista ondeando en una fachada, los actores vestidos de militar, el cartel gigante del ruso y el americano… 


Aquí encontramos el museo del Muro de Berlín, que no visitamos por falta de tiempo ya que queremos ir hasta la exposición permanente Topographie des Terrors. Así, seguimos hasta Shöneberg Strasse y nos topamos con el edificio y también una parte considerable del muro.


La Topografía del Terror es una exposición en la que se recuerda la barbarie nazi en el lugar donde se levantaron algunos de los edificios más importantes del Tercer Reich, como fueron el cuartel general de la Gestapo y el de las SS.


Empezamos a caminar siguiendo el muro y nos sentimos transitando entre dos episodios históricos muy desagradables. 


El edificio claro de la izquierda la sede de la Luftwaffe que no fue bombardeado durante la Segunda Guerra Mundial

Nos metemos en el edificio donde se encuentra la exposición – gratuita – y comenzamos a deambular por una cantidad ingente de paneles en los que se explican todos y cada uno de los años en los que el nacionalsocialismo tuvo el poder en Alemania, años en los que la barbarie aplastó a todos aquellos que no comulgaban con las ideas nazis.
Es espeluznante leer todas esas cosas que explican los paneles – en inglés – siendo consciente del lugar en el que te encuentras. Allí los nazis torturaron y mataron a miles de personas e hicieron, dentro de esas paredes, lo que les vino en real gana – aquí tenéis más información, en inglés.

Parte de la exposición

El sótano del terror

Nos damos cuenta que para ver toda la exposición necesitamos una semana entera, así que tras una visita no todo lo profunda que nos hubiese gustado salimos del recinto y continuamos nuestra ruta, que tiene como próxima parada la Postdamer Platz.

La Postdamer Platz es uno de los centros neurálgicos de Berlín. Fue centro de animación durante los años veinte y fue el lugar donde se inauguró el primer semáforo de Europa en el año 1924.En la actualidad sigue teniendo gran importancia en la vida de los berlineses, y el lugar aglutina impactantes edificios firmados por arquitectos como Arata Ixozaki, Renzo Piano, Rafael Moneo, Helmuth Jahn y Richard Rogers, entre muchos otros.


Cuando llegamos a la Plaza Postam es casi ya de noche, por lo que los edificios están iluminados. La arquitectura es muy bella y convierte Berlín, otra vez, en otra ciudad diferente. En esta plaza se encuentra el Sony Center, un complejo de tiendas construido por Sony el mayor atractivo del cual recae en su foro central, cubierto por una cúpula que cambia su iluminación cada pocos segundos y que lo hace verdaderamente interesante.


Del Sony Center nos vamos  hasta la Brandenburger Tor para verla de noche. Y sí, los que nos estáis leyendo habréis percibido que todavía no hemos comido pero, ¡tranquilos! Nos compramos una currywurst para ir haciendo boca, ya que esta noche vamos a tirar la casa por la ventana e ir a cenar a un restaurante – no todos los días se cumplen 30 años.



Acabaremos el día, por 20 euros cada uno, hartándonos de salchichas alemanas chucrut y cerveza. ¿Quién dijo que Alemania era cara?

P.D: si alguien quiere contabilizar todos los kilómetros que caminamos ese día, que lo haga. Nosotros todavía no nos hemos atrevido…


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