Berlín Toma II: Reichstag, Museo de Pérgamo y Ópera Cómica

Es nuestro segundo día en Berlín, aunque sea el primero que salgamos a visitar realmente la ciudad. Tenemos un día completo: visita al Reichstag por la mañana y ópera por la tarde. No hay nada más planeado para este día, así que la oficina de turismo dirá. ¿Nos acompañáis?

El despertador suena pronto. Después de tomar un café en la habitación, y pasadas las ocho, mapa en mano emprendemos el camino hasta el Reichstag. El móvil nos dice que no tenemos más de 30′ a pie y, ¡qué narices! No hemos hecho miles de kilómetros para ir bajo tierra. Así, salimos a la calle y nos dirigimos al Parlamento alemán. Berlín empieza a descubrirse ante nosotros: poco tráfico – «es domingo – pensamos – seguro que duermen» -, la ciudad está tranquila. Continuamos caminando y llegamos finalmente al río, que debemos cruzar hasta llegar a la casa de todos los alemanes. Nuestra visita guiada – que es gratuita – empieza a las 09.00, pero recomiendan estar allí un poco antes, así que cuando llegamos ante ese magnánimo edifico, solitario, en medio de Berlín, nos detenemos poco tiempo ya que no queremos quedar mal ante la puntualidad alemana.

Reichstag

Para realizar la visita pasamos un par de controles – lo rutinario cuando se va a estos sitios – y en inglés vamos entendiendo qué es lo que debemos hacer y a dónde debemos ir. Nos entregan las acreditaciones y tras unos pocos minutos de espera una joven nos guía hasta las puertas del imponente edificio. Otro chico nos indica, en inglés, dónde debemos sentarnos a esperar: son las 08.53. «En 7 minutos empezamos» nos dice. A las 09.00 aparece nuestro guía, que habla español, y nos dice que vamos a esperar unos minutos, que falta gente. Al filo de los 5 minutos de cortesía aparece un pequeño grupo de gente y empezamos, entonces, la visita.

Nos enseñan primero unas maquetas que tienen preparadas para invidentes y nos explican la historia del Reichstag: cuándo se construyó, quién lo diseño, el estilo, parlamentarios, Hitler… Hitler; cuando escuchamos ese nombre, y en el sitioen el que nos encontramos, una bofetada de realidad nos sacude. Sentimos, en ese momento, que estamos en un lugar que es algo más que el parlamento de uno de los países más importantes de Europa. Somos conscientes, entonces, que estamos en el lugar en el que empezó uno de los capítulos más atroces de nuestra historia reciente.

Continuamos la visita y vamos metiéndonos por salas: aquí tal, allá Pascual, aquí una obra de arte, allí otra obra de arte. El gobierno alemán, según nos dice el guía, tiene destinada una parte de su presupuesto a la compra de obras de arte. «Vaya». Seguimos pasando salas y llegamos a una en la que se encuentran una serie de libros con fotografías en la que aparecen parlamentarios alemanes que murieron a manos del nazismo. El guía abre uno de los libros y señala una hoja: éste lucho en España en la Guerra Civil, en las Brigadas Internacionales. Un escalofrío recorre nuestros cuerpos: Historia y más Historia. Y esto no ha hecho más que empezar.

Seguimos caminando y descubriendo el lugar, y tras una gran puerta nos encontramos con unas paredes extrañas, de otro tiempo, todas pintadas con letreros que no entendemos. El guía nos explica que son unos grafitti que hicieron los soldados rusos cuando entraron en el parlamento alemán para liberar al país de los nazis. Nos dice, también, que cuando se hizo el proyecto actual de remodelación decidieron conservar las paredes junto a las escrituras para que sigo vivo el testigo de la historia.

Nos metemos, finalmente, en la sala parlamentaria. Su arquitectura sorprende, acostumbrados al parlamento que hay en Madrid: una estética moderna y muy minimalista, acero y vidrio, unos sillones azules y poco más.Y encima de nosotros la cúpula de Norman Foster, un prodigio de la arquitectura. El guía nos dice que está hecho a propósito, que quiere mostrar con ello que el sistema parlamentario alemán es lo más transparente posible, y así debe reflejarlo el lugar en el que los políticos toman las decisiones para el pueblo. Nos explica entonces ese sistema y debatimos un poco sobre la situación en España, comparándola con la tradición pactista que hay en Alemania, que evita todo lo posible las mayorías absolutas, y la tradición española, que intenta buscar la mayoría de votos para ser lo más estable posible. Nos habla entonces el guía de el día en que el Reichstag es incendiado y debatimos si los culpables son quienes dijeron ser o tal vez sean otros. Sea como fuere, sentimos otra vez estar en el lugar en el que la Historia se hizo – triste Historia – y el peso de la misma cae sobre nuestras cabezas. Tras un par de fotos, las de rigor, seguimos nuestra visita.


La biblioteca, sus balcones… y una instalación artística del francés Christian Bolstanski que recuerda a todos los parlamentarios desde 1918 hasta 1999, con una caja negra señalando la época nazi.

De la obra de Bolstanski vamos hasta una sala blanca, luminosa, en el sótano del edificio, en la que encontramos piezas históricas de la historia del Parlamento Alemán entre las que se encuentra una parte del túnel de calefacción por el que dicen que se colaron los conspiradores para quemar el edificio. Algunos periódicos señalan el día después de este suceso, y nos sentimos, otra vez, empequeñecidos ante la profundidad histórica del lugar..



Subimos algunas escaleras y nos vamos hasta donde los partidos políticos tienen sus despachos, para después bajar y pasar por delante del despacho de Merkel – apunte curioso. 


Nuestra visita guiada nos lleva, finalmente, hasta la cúpula de Foster, desde la cual tenemos, aún estando el día nublado, unas magníficas vistas de la ciudad de Berlín. Tomamos prestada una audioguía e intentado comprender como funciona, el señor de seguridad nos comenta que es automática. Comenzamos a caminar por la rampa negra y sí, en el punto indicado, la audioguía empieza a hablar. Subimos hasta lo más alto, no sin dejar de escuchar y observar y, tras más de dos horas, nos disponemos a salir del Reichstag y continuar nuestra visita por Berlín.

Salimos del Parlamento Alemán con la sensación que lo mejor te llevas del a visita es lo que esas paredes cuentan, más allá de la magnífica cúpula de Foster, que es el atractivo principal del lugar.

Nuestro plan del día tiene nuestra próxima parada en la Oficina de Turismo de la Puerta de Brandenburgo, donde queremos hacernos con algo de información – aunque ya llevamos mapa que nos han dado en el hotel – y con la Museumpass – que es diferente a la Berlinpass – para poder visitar los museos más importantes de la Museuminsel y muchos otros de la ciudad. Así, emprendemos el camino hasta Brandenburg Tor siguiendo las indicaciones de las señales, que son muchas, y guiándonos con el mapa. Debemos, para ello, caminar un poco por el parque Tiergarten que nos lleva hasta la parte trasera de la famosa puerta.


La Puerta de Brandenburgo es una de las antiguas puertas de entrada de Berlín, y uno de los elementos más representativos de la ciudad. Construida entre los años 1788 y 1791 por Carl Gotthard Langhans durante el reinado de Federico Guillermo II de Prusia, sigue los cánones de las antiguas puertas de entrada a la ciudad de Atenas.Hecha en piedra arenisca, tiene 26 m de alto, 65, 5 m de ancho y 11 m de longitud. En lo alto de la puerta podemos ver una escultura de cobre de 5 m de altura que representa una cuadriga. Ésta fue casi totalmente destruida  en la II Guerra Mundial junto con la puerta, que sufrió grandes daños.En la Puerta de Brandenburgo se han desarrollado gran cantidad de manifestaciones importantes para la ciudad – unas mejores y otras peores – y hoy en día es uno de los lugares imprescindibles para visitar si estás en Berlín.



Llegamos a la famosa puerta, que nos gusta, pero no nos impresiona – no nos juzguéis por ello -, y nos dirigimos a la oficina de turismo, en uno de los laterales de la Plaza de París cercanos al a puerta – a mano derecha si dejamos la Brandenburg Tor a nuestras espaldas. Allí pedimos información que se traduce en un par de mapas de la ciudad que compramos, y ya de paso adquirimos el mencionado Museumpass24 € precio completo, 12 € con carné de estudiante. Cruzamos la Parisplatz y continuamos por la avenida Unter der Linden – Bajo los Tilos -, el bulevar más conocido y transitado de la capital alemana. Pasamos por delante de la Universidad Humboldt y por el Museo Histórico Alemán, y al fondo nos encontramos con la catedral que, bajo el cielo grisáceo de ese domingo de enero, está preciosa.


La Catedral de Berlín – Berlin Dom – fue construida entre los años 1895 y 1905 en el lugar donde anteriormente se encontraba una catedral barroca. Es la catedral de la Iglesia Evangélica, y fue seriamente dañada en la Segunda Guerra Mundial por lo que en la segunda mitad del s. XX tuvo que ser reformada, cambiando levemente su aspecto original.

Entre la Catedral y la Isla de los Museos nos encontramos con un mercadillo de artesanía, en las puertas del cual vemos los primeros Currywurst callejeros, así que por 2€ nos hacemos con uno y nos lo zampamos rápido.



Museo de Pérgamo


Nos disponemos, entonces, a visitar el primer museo con nuestra Museumpass. De los tres importantes que hay en la Isla de los Museos nos decidimos por ver el Museo de Pérgamo que, aunque sabemos que el Altar de Pérgamo está en restauración y no lo podemos visitar, nos llama igual la atención por la reconstrucción de la puerta de Astarté. 


La Isla de los Museos de Berlín se encuentra en el río Spree, en el corazón de la capital alemana. Es éste uno de los conjuntos museísticos más importantes del mundo, por lo que ha sido declarado patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. En la Isla encontramos el Pergamonmuseum, el Altes Museum, el Neues Museum la Alte Nationalgalerie y el Bode Museum.

Entramos en el museo, donde tenemos que validar nuestra Museumpass que  nos será válida durante 3 días. Dejamos chaquetas y mochilas en las taquillas y guardarropa – todo gratuito -, para hacernos después con una audioguía – también gratuita. Subimos las escaleras sin saber todavía lo que vamos a encontrarnos – inocentes de nosotros…

Un breve tramo de escalones nos separa del paraíso arqueológico y al meternos de lleno en la exposición, y a mano derecha, la puerta de Astarté.


No acabamos de creer lo que tenemos ante nosotros; habíamos visto miles de veces esa misma imagen en libros y revistas, y ahora estamos delante de algo realmente maravilloso. Es entonces momento de sentarse, dar al play y disfrutar de todas las explicaciones y, por supuesto, también del momento.

Cruzamos la puerta y llegamos a otro lugar que es, si cabe, más alucinante: la puerta del mercado romano de Mileto.


¡¿Pero esto qué es?! Casi perdemos el equilibrio de la emoción. Y la visita no ha hecho más que empezar… Menos mal que el altar está cerrado, porque seguro que nos da algo con tanta impresión. Continuamos la visita por los más de 6000 años de historia – ¡6000! – que recorre las culturas de Mesopotamia, Siria y Anatolia. 



Terminada la primera planta subimos hasta la segundo donde se encuentra el arte islámico antiguo, que muestra piezas desde el s. VIII hasta el XIX.


Después de no sabemos cuántas horas – igual hemos estado 3 y eso que hemos aumentado el ritmo al final – salimos del museo para ir hasta Alexanderplatz, verdadero centro neurálgico de Berlín, lugar al que no es difícil llegar porque la Torre de Telecomunicaciones es visible desde cualquier punto de la ciudad.


Alexanderplatz


Antes de llegar a Alexanderplatz, y desde la Isla de los Museos, nos encontramos con una pequeña iglesia, la de Santa María, que resulta ser la segunda más antigua de Berlín – la primera está en el Barrio de San Nicolás. De esta iglesia podemos ver poco de lo que era originalmente – como tantas cosas en la ciudad – aunque es interesante meterse dentro y dar una pequeña vuelta.

Antes de llegar hasta el centro de la plaza, nos encontramos con la preciosa fuente de Neptuno que data de 1891 y dicen unos que está inspirada en la fuente de los Cuatro Ríos de Bernini, en Roma, y otros en la fuente de Neptuno de Giacomo della Porta, en la misma plaza.


Finalmente, llegamos a la Torre de Telecomunicaciones. Imponente. Impactante. Una se siente pequeña, muy pequeña, bajo esa construcción descomunal.


Tras la Torre, el famoso reloj de la plaza y, tras él, los famosos vendedores de currywurst bajo el paraguas rojo y el hornillo colgado a sus espaldas. Nos hacemos con un par – 1,5 € cada uno – porque, a estas horas… todavía no hemos comido.



Damos una vuelta por la plaza y nos hacemos con provisiones para comer por la noche – que después casi ni necesitaremos. En la plaza hay un montón de establecimientos y encontramos desde las Galerías al estilo Corte Inglés, con productos gourmet y más caros, hasta el supermercado más económico al estilo Spar. Es en éste último donde compramos agua – que tiene un impuesto de 25 cts que después te devuelven si reciclas el envase – y algunas cosas más. 

Como llevamos más de 7 horas caminando, decidimos ir al hotel a descansar un poco hasta la hora de la ópera, a las siete de la tarde.

Ópera Cómica

A las 19.00 h tenemos que estar en la Komische Oper para disfrutar de la representación de Los Cuentos de Hoffmann,  como ya hicimos 4 años atrás en Milán, pero esa vez en el Teatro alla Scala. Recogemos las entradas en la misma ópera – 12 € por persona, las más económicas – y vamos hasta nuestras localidades, que se suponen que tienen visibilidad reducida. Cuando empieza vemos que eso de reducida no es del todo cierto: vemos perfectamente el escenario sin ningún tipo de incomodidad e, incluso, a la orquesta.


La representación es fantástica – ¡vaya soprano! – y la puesta en escena nos gusta más, no, muchísimo más, que la de Milán – sacrilegio.

Emocionados volvemos al hotel, son pasadas las 10 de la noche y al día siguiente una servidora cumple los 30, y quiere hacerlo cerca de la East Side Gallery.





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