Llívia

Si os soy sincera, en este viaje a Andorra comenzamos a repetir los pasos que di yo con mi familia cuando aún era una niña de colegio. Con mis padres y mi hermano solíamos hacer un par de escapadas al año, y una de éstas fue a Andorra en primavera. De aquél viaje yo recordaba una Andorra grandiosa llena de tiendas, unos paisajes alucinantes, algún monasterio que ya por aquellos años me enamoró y un lugar curioso al que fuimos y que se llamaba Llívia.

Yo tenía 12 años recién cumplidos y mi hermano estaba en el ecuador de sus 9. Recuerdo yendo en el coche y mi padre diciendo: estamos en una carretera de España, pero aquello que veis allí afuera es Francia. Mi cabeza estaba un poco liada en ese momento, ¿cómo podía ser aquello? La diversión y el asombro estaban a partes iguales, y mi hermano y yo no comprendíamos de qué iba la historia.

 

Recuerdo de aquel lugar una farmacia, una de las más antiguas de Europa, decían. Recuerdo también una tienda de souvenirs de la que me traje – nos trajimos – un llavero-silbato del que íbamos presumiendo después por el pueblo. ¿A qué no sabéis qué? Esto lo hemos comprado en un pueblo que es España pero está en Francia. Eso, sobre todo, es lo que más recuerdo: repetir durante mucho tiempo el mismo mantra. Y es que si algo me impactó en mis más tempranos años de viajera fue esa escapada a Llívia. Vaya tontería, pensaréis algunxs. Bueno…, la mente del niño es siempre de las más puras que hay – o así debería ser –, y las preguntas que me hacía entonces, la de cómo podía ser aquello de ser de un país y estar en otro, se han ido respondiendo poco a poco a medida que la mente de niña se iba haciendo mayor, y perdía su pureza.

 

Sin querer entrar en controversias, pero siendo totalmente sincera, saqué la conclusión de que las cuestiones territoriales, la mayoría de las veces, son bastante arbitrarias y, de tanto en tanto, un poco absurdas. Es como un Mónaco, o un Vaticano, o el mismo Principado de Andorra: elementos extraños – por inusuales – que se mantienen en el tiempo. Y es por eso de ser inusuales, en mi caso, por lo que me gusta visitarlos, más allá de lo que tengan de valor artístico – no hablemos del Vaticano, porque no acabamos – o de valor arquitectónico.

 

Pero vamos a lo que hemos venido a hacer: hablar de nuestra visita a Llívia. Como habréis leído en la introducción, nuestro viaje a Andorra fue un poco precipitado, por lo que la ruta la íbamos haciendo casi casi a la hora del desayuno. Y como también os he explicado, el hecho de haber visitado Llívia en mi niñez y la curiosidad que había despertado en mí hizo que quisiese volver ahora con Juanjo, un politólogo al que estas cosas le gustan tanto como a una servidora – o más.

 

Así, después de haber recorrido algunos de los miradores más espectaculares de Andorra, y transitado por una de las carreteras más bellas del Principado, cruzamos la frontera por el Pas de la Casa y nos metimos en Francia, en el Languedoc-Roussillon. Cuando vi el cartel que nos indicaba que habíamos entrado en esa parte del territorio francés recordé aquel fin de año que pasamos junto a Víctor y Raquel en Carcassonne y lo mucho que nos divertimos durante el trayecto; las risas que nos echamos valieron casi más la pena que dormir tres noches en Carcassonne. Bueno… no, eso no. No es necesaria tanta exageración.

 

Llívia
Que Llívia se encuentre rodeada de territorio francés – lo que se conoce como enclave – es debido al Tratado de los Pirineos del año 1659. Entre ese mismo año y el 1660 Francia se hace con el Rossellón, el Vallespir, Conflent, el Capcir y parte de la Cerdaña que habían formado parte, hasta ese momento, de Catalunya. Como es fácil de suponer, las discusiones se sucedieron y el reparto de tierras no fue fácil. A cambio de dejar Puigcerdà y Bellver en España los franceses aceptaban 33 pueblos, pero en el año 1528 Carlos V le había concedido a Llívia el título de Villa, así que Miquel de Salbà i de Vallgornera – noble catalán que fue consejero y diplomático – usó este nombramiento para alegar que Llívia no podía formar parte de Francia por ser Villa y no Pueblo.  Y es así como Llívia se quedó en Catalunya. Cosas de la Historia, de las casualidades y del pragmatismo político.

 

Llívia en la actualidad es un pueblo pequeño que además de ser una curiosidad territorial, alberga la farmacia más antigua de toda Europa. Los documentos la datan en el año 1594 y estuvo en manos de la familia Esteve durante 7 generaciones. La farmacia dejó de serlo en el año 1926 para convertirse en museo en el que se alberga libros de farmacopea, una estantería barroca llamada cordialet – donde se guardaban las sustancias valiosas o tóxicas – y los denominados Pots Blaus  – botes azules – que servían para guardar los distintos elementos con los que se hacían los productos farmacéuticos. Y eso puede que sea lo que más recuerde de la farmacia cuando la visité de pequeña, esos botes antiguos repartidos por las estanterías. Y lo seguiré recordando así porque en esta visita el museo estaba cerrado (es a lo que te arriesgas cuando viajas intempestivamente)

 

 

Más allá de la farmacia, que ya es algo por lo que vale la pena visitar Llívia, encontramos también la torre de Bernat de So (1585), que sirvió de concejo y cárcel real, pero también tenemos vestigios de un antiguo castillo y una parroquia con un bonito retablo.

 

La torre
Por las calles de Llívia todavía se respiran esos aires de medioevo, aunque esos aires tengan poca fuerza. Aun así, algunas calles sinuosas, las casas de piedra y la mencionada torre le dan ese carácter antiguo que tanto nos gusta visitar. Pero lo que se respira en Llívia, sin ningún tipo de duda, es un aire puro valiosísimo que se da gracias al entorno natural – un entorno fantástico – que rodea a este pueblo de la Cerdanya.

 

Nuestra visita no da para más, queremos visitar Puigcerdà por otro recuerdo que tengo yo, pero esta vez de adolescencia. Pero más allá de nuestra visita, estar en Llívia, o en cualquier otro lugar ya sea a un lado u otro de la frontera, permite disfrutar de la naturaleza de una manera casi inconsciente. La Cerdanya puede que sea uno de los paisajes más impresionantes que hayamos visto en Catalunya – más allá de los Pirineos –, y Llívia es un curioso centro de operaciones para descubrir este pedazo de bellezón paisajístico, algo que nosotros deberemos hacer en un futuro.

 

 

MÁS INFORMACIÓN

 

Podéis visitar la página web municipal llivia.org. 
Los horarios de la farmacia son los siguientes:

           Del 16 de septiembre al 17 de julio: de 10:00 a 14:00 horas y de 16:00 a  18:00 horas.    Cerrado domingos por la tarde y lunes 

          Del 18 de julio al 31 de agosto: abierto todos los días de 10:00 a 20:00 horas.
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