La comarca de las Cinco Villas es una de nuestras preferidas en la provincia aragonesa de Zaragoza. En ella hay pueblos tan bonitos como Sos del Rey Católico o Sádaba, pero además de estas dos localidades que son conocidas por mucha gente, y yendo hacia Huesca, se encuentra un valle salpicado de pueblos y paisajes remarcables. Se trata de la Val d’Onsella, la tierra olvidada de las Cinco Villas.
Cuando decidimos, en el mes de octubre de 2020, escaparnos unos días a Navarra solo teníamos planeadas las dos primeras jornadas. El viaje lo haríamos con la Agro Van y estaríamos 3 o 4 noches dependiendo de los acontecimientos y al tiempo. Respecto al tiempo parecía que de los 4 días que disponíamos para viajar dos iban a estar pasados por agua y acompañados de mucho viento; en lo que respecta a los acontecimientos… bueno, ya sabemos cómo van estas cosas de la Covid: un día sí, otro no, al siguiente veremos. Y eso fue lo que nosotros hicimos, verlas venir.
Estando en el Baztán, a punto de echarnos a dormir, y con la ilusión de visitar al día siguiente las Cuevas de Zugarramurdi – lunes por la noche si no recuerdo mal -, se da la noticia siguiente: Navarra va a cerrar perimetralmente, y a causa de la Covid, a las 00.00h del jueves. En ese momento nos quedamos bloqueados. ¿Qué vamos a hacer ahora? Sí, teníamos pensado improvisar pero… ¿hacerlo cuando estamos a 8 km de la visita del día siguiente? Dudamos, reflexionamos, debatimos. Sería tontería marcharnos ahora, nos quedan todavía 48 horas y, es más, si la vuelta ciclista puede salir de Pamplona nosotros también podemos ir a Zugarramurdi. Y eso es lo que hacemos al día siguiente pero, y el resto, ¿qué?
No voy a explicar cómo llegamos de nuevo a Sos del Rey Católico, lugar en el que desayunamos nuestro primer día de viaje – esto es, dos días antes – y que ya habíamos visitado en una ocasión anterior, en el año 2013 si no recuerdo mal, o 2014, ya no lo sé. La cuestión, que damos un rodeo enorme para acabar en la provincia de Zaragoza y resguardarnos un poco del viento – terrible el que sopla en Navarra – y también apartarnos algo de las restricciones, aunque hemos intentado hacer visitas que no supongan estar cerca de nadie: naturaleza, pueblos pequeños, algún monasterio y si había mucha gente, media vuelta y otra vez nos veremos. La cuestión, que después de dar algunas vueltas acabamos de nuevo en Sos. Allí dormiremos, resguardándonos del viento al abrigo de sus maravillosas murallas, e iremos bajando hasta llegar a nuestro pueblo, ya en Castelló.
¿Iremos bajando? Bueno, eso creímos en un principio. Mientras visionamos La Vaquilla dentro de la Agro Van pensamos qué haremos al día siguiente. En la zona, como ya he dicho antes, hemos visitado Sos del Rey Católico, también Sádaba, Uncastillo o Ejea de los Caballeros, pueblos principales de la comarca y que tienen algunos más atractivos que otros. En cualquier caso, no van a ser esos pueblos los que visitemos de nuevo – y en Sádaba hemos dormido la primera noche – sino que tenemos pensado hacer otra cosa, y aprovechando que con la furgoneta las prisas existen menos.
Sobre mapa me doy cuenta que estamos cerca de Biel, un pueblo que está en nuestra lista de visitas desde hace tiempo y que por fin veo el momento de visitar. También me doy cuenta que desde Biel podemos ir bajando, supuestamente, de manera tranquila hasta llegar a Castelló. Pero también sobre mapa me doy cuenta que puede ser factible hacer la visita a un lugar que aparece indicado en la carretera, en el que me fijé el primer día, y que me llama la atención. Ese lugar es la Val d’Onsella y de ella sé absolutamente nada, así que me pongo a investigar. Tras las pesquisas le acabo comentando a JJ que tal vez sea interesante pasar primero por Val d’Onsella y después virar hasta Biel y, ya, regresar hasta casa. A él le parece bien así que ya tenemos ruta para el último día de viaje: visitaremos la Val d’Onsella.
La Val d’Onsella
Vengo escribiendo, y aparece en el título así – y puede que me meta en un percal porque cuando hablas de esas cosas el percal está al caer – Val, con V, pero en muchos otros lugares aparece escrito Bal d’Onsella, y es que «Bal» es el término escrito en aragonés porque, sí, el aragonés es una lengua que existe, que se estudia y que se habla – aunque por desgracia – cada vez menos. Eso no lo tengo presente durante el viaje pero aparece ante mí cuando alguien me comenta en alguna red social – no recuerdo ahora cual – que la Bal d’Onsella es un lugar espectacular. Y sí, es también Bal – o, mejor dicho, Bal es también Val, e incluso Valle.
Pero lo que quiero trasladaros aquí no son cuestiones lingüísticas ni identitarias – no en un plano principal – sino las de un lugar que está a caballo entre Navarra y Aragón, y es la parte más elevada de la comarca de las Cinco Villas, así, las Altas Cinco Villas. Este valle, regado por el río Onsella y resguardado por las sierras de La Sarda y Santo Domingo, esta conformado por nueve municipios de los cuales nosotros visitaremos la mitad – más o menos, que la mitad de nueve son 4 y medio. Los pueblos de este valle son Navardú, Urriés, Undués de Lerda, Bagües, Los Pintanos, Isuerre, Lobera de Onsella y Longás.
A modo de collar de cuentas, y algunos más que otros a orillas del Onsella, los pequeños núcleos de población se extienden desde las puertas de Sos del Rey Católico hasta la salida por Huesca, ya cerca de Jaca – cerca en kilómetros, en tiempo ya es otra cosa.
Nuestra ruta a seguir va a ser, así, la que la carretera nos permita. A priori hay pocos kilómetros entre unos y otros municipios, pero en la práctica la distancia, entendiendo ésta como suma de espacio y tiempo, se multiplica al ser una zona de carreteras estrechas y sinuosas. Sí, que las comunicaciones por carretera sean un tremendo desastre – porque lo son – se traduce en un bajo índice de población, y es que entre los nueve municipios no viven más de 300 personas, vivir en tanto que están empadronadas, que el padrón no siempre es la realidad.
Antes de meterme de lleno en el asunto quiero realizar una serie de apuntes que creo pueden esclarecer el sentido y significado que acaba teniendo esta ruta para nosotros – al menos lo tiene para mí personalmente. Por ello, desviémonos un poco de la ruta principal y metámonos de lleno en la ruta de las emociones.
Ruta de las emociones
Desde que leí Viaje a la Alcarria de Cela había soñado con realizar un viaje semejante a él. Os expliqué 🖱aquí las impresiones que me produjo la lectura del libro y finalizaba mi breve disertación con esta afirmación: «sería bien difícil que alguien, sin conocerte, se sentase contigo y compartiese su pan, así, sin más».
El viaje a la Alcarria, así, como tal, todavía no lo he podido realizar, y sigo creyendo que no podré cumplir mi sueño como tal porque es imposible hacerlo a día de hoy. Aunque eso lo vea imposible, y creyendo que sería imposible sentir algo similar a lo que sentiría Cela cuando viajaba por la Alcarria, al viajar por la Val d’Onsella me sentí como Cela por tierras de Guadalajara.
¿Por qué me sentí de ese modo? Tal vez la baja densidad de población – ya os he dicho que entre los 8 municipios no viven más de 300 personas -, o justamente por la actitud de esos pocos pobladores. En uno de los pueblos, sin ir más lejos, un par de señoras ya mayores, muy muy mayores, se detuvieron en su paseo matutino y le preguntaron a JJ que si estaba buscando a alguien. Las mujeres se extrañaron de nuestra presencia, imaginé que se preguntaron qué narices estábamos haciendo nosotros allí un miércoles por la mañana.
Los señores sentados en el banco del pueblo observando a esos forasteros, que éramos nosotros, y viendo cómo iban de arriba a abajo y de abajo a arriba sin rumbo por la única carretera que llevaba hasta la torre del pueblo y del pueblo a la carretera principal. O eso pensaban los forasteros, que éramos nosotros.
También en el otro pueblo, aquellos dos hombres y una mujer que conversaban sobre vinos en la puerta de la casa de un par de ellos y vieron como la forastera – que era yo – estaba haciendo fotos a una puerta. Amablemente, esas tres personas, le dijeron que si quería sacar fotos bonitas tenía que meterse en una pequeña plaza que había tras un arco medieval y que se abría hacia un espacio recoleto, lleno de flores, piedra y ventanas decoradas. La forastera quedó prendada de aquel lugar, con fuente en el medio, que difícilmente hubiese encontrado si no hubiese sido aconsejada por los tres lugareños, por esos tres amables lugareños. La forastera, después de pasar un buen rato en aquel espacio, volvió sobre sus pasos y agradeció a los lugareños que le hubiesen dicho que aquel espacio estaba allí, tan escondido.
O el bar del pueblo, uno de los pocos bares que los forasteros encontraron abierto. Cuando los pueblos no tienen bar es que la cosa no va bien, ya sabemos que en este país lo último que cierran son los bares. Y los forasteros se metieron en el bar del pueblo, no teniendo muy claro si iba a estar abierto o no. Allí mismo, en aquel bar, que resulto ser también el hostal de la localidad – la fonda, diría Cela -, y tras pedirse un par de cañas, los forasteros preguntaron a la posadera si les daría de comer. Claro que sí, dijo ella, ¿pero ahora?, añadió. No, claro que no, un poco más adelante, nos vamos a tomar las cañas. La posadera les contestó que entonces les prepararía la comida para más o menos las dos.
En ese bar del pueblo fue donde la forastera se dio cuenta que sería lo más cerca de vivir una experiencia como la del Nobel gallego. Los lugareños empezaron a preguntar que de donde venían, y los forasteros explicaron lo que estaban haciendo. Creían los lugareños, primero, que los forasteros venían de Sos, e incluso de Sangüesa, pero no. Los forasteros venían de unos pequeños pueblos de Castelló que resulta que al lado de esos pueblos sus pequeñas localidades eran casi ciudades. Los lugareños se pusieron a hablar con los forasteros y a contarles qué hacían allí, cuántos eran – 12 en el pueblo, les dijeron -, cómo habían pasado el confinamiento, cómo tenían que ir al hospital en helicóptero porque por carretera igual morías antes de llegar al centro sanitario. También les contaron que no tenían panadería ni tampoco tienda para comprar ni una langoniza, que tenían que desplazarse a Sos a por lo mínimo o a Sangüesa a por lo máximo. Como durante el confinamiento no podías pasar de provincia los lugareños, cuando tenían que hacer una compra máxima, debían dirigirse hasta Jaca. ¡A Jaca!, exclamó la forastera. Sí, mujer, le contestó la lugareña, y añadió que solo se encontraban a 60 km de Jaca y que tras conducir una pista forestal de poco menos de 20 kilómetros llegabas a la carretera principal que te transportaba hasta la localidad de mayor tamaño a menor distancia – en tiempo y espacio – de los pueblos a esa parte de la Val d’Onsella.
Tras esto la conversación siguió fluyendo hasta que la lugareña se disculpó; tenía que regresar a casa, estaba la comida en el horno. La posadera conversó también con los forasteros contándole cómo tenían que desplazarse todos los días hasta Sos para que los niños asistiesen al colegio. De eso hacía ya años, a los forasteros no les quedó demasiado claro que hoy las gentes se desplazasen hasta Sos para estudiar, les dio la sensación que no había ningún zagal en edad de escolarización. La forastera se sintió como Cela entablando conversación con los lugareños, pero el clímax llegó cuando les sirvieron los platos de comida que la posadera había preparado exclusivamente para ellos, dos viajantes que habían llegado a un pequeño y precioso pueblo de la Val d’Onsella un miércoles por la mañana de un octubre de un 2020 pandémico.
Los forasteros tuvieron que marchar, les quedaba un buen trecho hasta sus casas. Ellos querían ir hasta Biel pero siguiendo los consejos de los lugareños decidieron dejarlo para otra ocasión. Llegar hasta Biel desde el punto en el que se encontraban suponía atravesar la Sierra de Santo Domingo por una pista de montaña que si a los del lugar les parecía insufrible para uno que venía de fuera aquello sería el infierno. Los forasteros siguieron su camino por esa pista forestal de no más de 20 kilómetros que daba a la carretera principal. Esa pista, única vía de salida del valle, era una pista de tierra de difícil tránsito. Los forasteros entendieron entonces porque los 12 del pueblo eran solo 12. ¿Quién querría vivir allí?
La ruta
La ruta que realizamos por la Val d’Onsella no es completa, y es que como he mencionado más arriba solo visitaremos 5 de los 9 municipios que la conforman. Eso se debe a que no habíamos planificado con anterioridad el itinerario, y también a que eso nos daba exactamente igual. Decidimos en ese momento que desde Sos del Rey Católico iremos hasta Navardún, parando en todos los pueblos que nos encontremos, y llegaremos hasta Longás. El primero de los pueblos, nos parece, nos lo saltamos; cuando nos hemos dado cuenta hemos pasado de largo el cruce que llevaba hasta él.
Navardún es el pueblo de entrada a este valle si viajamos desde Sos del Rey Católico – y que es lo que se hace generalmente. 13 kilómetros son los que separan a una localidad de la otra y a medio camino se encuentra Gordués, el municipio que pasamos por alto al saltarnos el cruce.
Navardún se percibe a lo lejos o, mejor dicho, lo que se percibe es su torre del siglo XVI, emblema de la localidad y también de la comarca. Actualmente es la oficina de turismo de la comarca y está abierto solo en fines de semana y festivos. Además, en Navardún hay una iglesia románica del s. XI, la de la Asunción.
Navardún tiene una larga e importante historia que hoy se ve reflejada en algún palacio y, como no, el ya mencionado torreón que no era torreón sino parte de un castillo.
Urriés
Cinco kilómetros son los que separan a Navardún de Urriés, pueblo con un encanto especial ya que su casco medieval es muy bonito y esconde algún que otro secreto que genera disputas entre aquellos que tienden a hacer listas de qué lugares son los más singulares del mundo en un ámbito determinado.
Las fachadas palaciegas renacentistas salpican las calles del pueblo, presidido por la iglesia de San Esteban que data del s. XII, aunque tiene añadidos de siglos posteriores. Además Urriés tiene el privilegio de albergar en su casco histórico la calle más estrecha de España, la segunda más estrecha de Europa – ahí aparece el conflicto – y una de las más estrechas del mundo. Esta calle estuvo cerrada hasta mediados del s. XX por cuestiones de higiene, pero se volvió a abrir y ahora puedes cruzar por ella, rozando las paredes, eso sí.
A Urriés pertenece también Ruesta, lugar al que queríamos ir pero que se apartaba de la ruta, y es que se encuentra a 14 km hacia el norte, sobre el embalse de Yesa. Lo dejamos pendiente para otra ocasión pero si a ti te apetece acercarte cuando realices la ruta por la Bal d’Onsella seguro que no te arrepentirás.
Isuerre
Para llegar a Isuerre desde Urriés tenemos que reconducir algunos kilómetros y salir a la carretera principal, la A-2603. Desde un pueblo hasta el otro hay unos 9 kilómetros y un cuarto de hora de conducción – o algo más.
Isuerre tiene también iglesia románica, del s. XIII pero, como todas las demás, está cerrada. Siempre lo digo cuando hablo de estas cosas: qué manía tenemos en este país de cerrar las iglesias y qué abiertas están en otros estados europeos. Además de la iglesia Isuerre tiene de las mejores vistas de todo el valle, encontrándose a los pies del templo un mirador que permite visualizar gran parte del valle.
Como el resto de los pueblos de Valdonsella, Isuerre tiene un casco medieval muy bien conservado. Las casonas de piedra, las calles empinadas, los recodos que parece que no lleven a ninguna parte pero resulta que sí, y es que en Isuerre se encuentra, a mi juicio, uno de los rincones más encantadores del valle, una plazuela escondida entre arcos y giros de calles – las pocas que hay – que se esconde tras efectos visuales descarados que dan a entender que detrás de allí no hay nada, pero resulta que sí lo hay.
Lobera de Onsella
Hay que conducir 6 kilómetros más por una carretera estrecha que bordea el río Onsella para llegar hasta el próximo pueblo, el de Lobera. Como el resto de los pueblos, la piedra predomina sobre todos los otros materiales constructivos. Sorprendentemente dice tener la calle más estrecha del mundo, rivalizando con su vecina de comarca Urriés. No voy a decir si eso es así o no, lo único que diré es que no vimos esa calle en Lobera de Onsella – y que nos perdonen los habitantes del lugar. Entre pueblos una no debe meterse, que ella es de pueblo y ya sabe lo que pasa.
El paseo por Lobera de Onsella es también agradable, todos los municipios son bonitos, y todos están bien cuidados, pintados de colores gracias a las flores que alguien de los pocos que allí viven cuidan con mimo.
En Lobera de Onsella hay una necrópolis medieval ubicada en el Cerro de San Miguel y que nosotros no visitamos pero, como tantas y tantas otras cosas, visitaremos – seguro – en un futuro.
Longás
Longás va a ser el punto y final de la ruta. Tras 10 kilómetros de carretera enrevesada llegamos a este pueblo que puede que junto a Navardún sea de los más conocidos del valle.
Lo medieval se deja ver de manera exagerada en este pueblo: casonas de piedra construidas en sillares, de factura gótica y renacentista, se reparten por todo el casco urbano. Una iglesia del s. XIV que tiene un poco de aspecto de fortaleza, el puente románico sobre el río Onsella o el despoblado de, y en aragonés, Luzientes – ¿a alguien le suena de algo? Sí, suena a Goya -, al que no llegamos, son los puntos a destacar de este pueblo. También las gentes que lo habitan, las pocas, unas 12, y todas de edad avanzada. Longás pone fin a nuestra ruta.
Mapa
Más información
La Val d’Onsella es mucho más de lo que aquí te muestro. Ya he ido mencionando a lo largo del artículo lugares que nos quedaron pendientes por salirse de la ruta o por simple ignorancia. Por ejemplo, y por no conocerlo, nos saltamos Petilla de Aragón, enclave navarro en tierra aragonesa.
Además, este valle es tierra perfecta para hacer rutas de naturaleza, con la Sierra de Santo Domingo como protagonista, y es también espacio micológico de renombre.
Para preparar tu ruta – prepararla, no improvisarla como nosotros – lo mejor que puedes hacer es dirigirte a la web de la oficina de turismo de la zona que, como ya te he dicho, se encuentra en el pueblo de Navardún. El enlace es este: https://torreondenavardun.weebly.com/
Te he mencionado también, y a lo largo del artículo, un par de pueblos que, a mi juicio, son imprescindibles en Zaragoza. Esos pueblos son Sos del Rey Católico [nuestra experiencia 🖱 aquí] y Uncastillo [nuestra experiencia 🖱 aquí] que se encuentran en la Comarca de las Cinco Villas aunque no en el valle que protagoniza esta ruta. Una buena idea es partir desde Sos del Rey Católico y adentrarte en la Bal d’Onsella, y aprovechar y visitar también Uncastillo y también Sádaba. Es un consejo que te doy, pero piensa que para realizar esta ruta no tendrás suficiente con una jornada y deberás, al menos, pasar una noche en la comarca.
Y esto es todo lo que quería decirte sobre esta tierra que tanto nos sorprendió y a la que volveremos seguro. Espero que tú te animes también a ir.
Hola, me ha encantado vuestra visita a la Bal D´Onsella. Yo tengo casa en Lobera de Onsella y como veo que os ha gustado la zona y os gusta la fotografía, quería compartir con vosotros mi página web y el libro de fotografía que tengo a la venta de dicho valle. Espero que os gusten ambos.
Me alegra mucho que te haya gustado, y más viniendo de allí. Le echaré un vistazo a tu libro, sin duda.
Saludos.