Los pueblos antiguos son algo que siempre me ha llamado la atención. Intentar descubrir cómo vivían las gentes hace milenios es una cuestión que me ha interesado desde pequeña y cuando tuvimos la oportunidad de visitar uno de los pueblos más misteriosos que han poblado la Península Ibérica no me lo pensé dos veces: debíamos poner rumbo al territorio vetón.
Después de descubrir el bonito pueblo de San Felices de los Gállegos, y sabiendo que no estaba muy lejos, decidimos conducir algunos kilómetros más para poder visitar el castro de Las Merchanas, en Lumbrales , donde todavía hoy podemos ver restos de las construcciones vetonas más tarde utilizadas – y ampliadas – por los romanos. Pero,
¿Quiénes eran los Vetones?
Los vetones fueron los pobladores prerromanos de cultura celta que habitaron en un sector de la parte occidental de la península ibérica. Se asentaron entre los ríos Duero y Tajo, territorio que en la actualidad ocupan las provincias de Ávila y Salamanca, además de extenderse hasta parte de las de Cáceres, Toledo y Zamora adentrándose, además, también en Portugal. De los vetones lo que más conocemos son los berracos, construcciones en piedra zoomorfas que representan toros – los famosos de Guisando –, cerdos y algún que otro jabalí. Culturalmente, eran guerreros y ganaderos, y construyeron asentamientos defensivos en zonas elevadas.
¿Dónde está el Territorio Vetón?
Lo encontrarás muy cerca de Lumbrales, un pequeño pueblo de Salamanca, y lo encontrarás exactamente aquÍ:
La ruta
Una vez llegas al pueblo de Lumbrales debemos seguir una señal que nos indica el castro y que nos lleva a un camino por el que vamos a conducir unos pocos kilómetros hasta que nos encontremos con una explanada donde aparcar y comenzar nuestra ruta.
Nos encontramos con un camino lleno de vegetación el cual seguiremos durante unos kilómetros. Tenemos unos 20′ – según señal al inicio – hasta uno de los primeros lugares de interés de la ruta: un mirador desde el que se puede observar la extensión de lo que era el antiguo poblado vetón. Así, comenzamos a caminar disfrutando del agradable paseo entre árboles y bajo un cielo azul, muy azul.
La caminata es sencilla hasta que empiezan a aparecer ante nosotros algunos desniveles que debemos salvar, pero que no suponen gran dificultad. Finalmente llegamos a un alto desde el que divisamos unas construcciones circulares escondidas entre mucha vegetación. Desde allí decidimos seguir caminando – ahora cuesta abajo – para llegar hasta un viejo molino de agua y ver las murallas de cerca. Hacemos siempre este recorrido sin ningún tipo de mapa, solamente siguiendo las indicaciones que aparecen en el camino y que son bastante claras. Acabamos así llegando a las puertas romanas, construidas sobre unas antiguas puertas vetonas. Es un castro que estuvo habitado por los vetones unos mil años, desde el s. V antes de nuestra era hasta el año 500 más o menos. Después los romanos llegaron y aprovecharon las construcciones de los vetones – de los que todavía hoy podemos ver algún grabado en los sillares – para construir sus muros defensivos.
En este punto la ruta puede terminarse, o puedes seguir hasta llegar a un muro romano que todavía se mantiene en pie además de intentar encontrar lo que llaman el ferrari, un grabado que tiene forma – se supone – de este famoso coche italiano. Nosotros decidimos lo segundo ya que el paisaje es bonito y tenemos ganas de caminar. En este momento la vegetación se hace más frondosa y llegamos, finalmente, al muro y el grabado – que no nos cuesta demasiado encontrar. En este punto, y escuchando algún que otro sonido de badajo, decidimos deshacer el camino y volver al coche porque todavía quedan algunas horas de sol y, ya que estamos, ¿por qué no ir hasta Portugal?
A tener en cuenta:
Para hacer esta ruta os recomendamos que vayáis con calzado adecuado, pues se anda por un camino de tierra y piedra. Os recomendamos también que llevéis protección solary algo para taparos la cabeza, además de agua. La ruta no es dura, aunque sí tiene alguna cuesta que debes primero bajar y obviamente, y si quieres regresar, después subir, pero nada que no pueda realizarse con un mínimo esfuerzo. La ruta es interesante aunque esté un poco olvidada, y es una lástima porque los paneles explicativos son muy interesantes y está bien montada aunque, como pasa muchas veces en este país, no se valora lo que se tiene… Aún así, os recomendamos que, si os interesa la historia antigua os acerquéis hasta este castro – hay algunos más.
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