Zugarramurdi | Las cuevas de la vergüenza

Puede que las de Zugarramurdi sean las cuevas más conocidas de Navarra, y si lo son se debe, en gran medida, a la película Las Brujas de Zugarramurdi dirigida por el magnífico cineasta vasco Álex de la Iglesia. Pero Zugarramurdi es mucho más que una película, a mi juicio, muy buena. Zugarramurdi es también la historia de acciones vergonzantes llevadas a cabo por los poderosos, y eso es lo que os voy a contar.


La figura de la bruja, desde tiempos inmemoriales, ha servido al hombre para achantar la figura femenina, para demonizar a la mujer y mantenerla callada en el ámbito doméstico. Lo de las brujas no es solo cuestión de magia y conjuros, es también una cuestión de machismo estructural que – no del mismo modo – perdura hasta nuestros días.

Brujas, haberlas, las ha habido siempre. O siempre se ha dicho que las ha habido, sobre todo en la Edad Media. La brujería ha sido cuestión relevante en la historia dela Humanidad desde los inicios de la misma, pero no será hasta el s. XIII cuando en Europa la brujería pase a ser un tema casi obsesivo. Es en ese momento cuando la Iglesia empieza a perseguir a brujas y brujos y no solo eso, sino también a todo aquel que disienta de los tratados principales del catolicismo. Bueno es recordar, en este punto, cruzadas contra escisiones del cristianismo como fueron el catarismo, Junto a él nació la Inquisición, una de las instituciones más horrible jamás creada por una religión.

La Inquisición

Es en el año 1184 cuando se conforma el primer tribunal inquisidor, en el Languedoc – actual Francia – y por idea del papa Lucio III con el fin de luchar en contra de los cátaros. Pero la Inquisición del siglo XI es hija, o descendiente, de lo estipulado en el III Concilio de Toledo del año 589 y del posterior XVI Concilio de Toledo en el año 639, en los que se ordenaba investigar la idolatría y luchar contra el paganismo. Los cimientos de este terrible tribunal estaban terminados.

Casi mil años después, en el 1478, y por orden de Fernando el Católico, se establece el Tribunal de la Inquisición Española propiamente dicho. Ahora pasaba a manos exclusivamente de los Reyes Católicos y se independizaba de los Estados Pontificios, las decisiones las tomaban Isabel y Fernando.

En 🖱 este pueblo todavía puedes encontrar la cárcel de la Inquisición

Son diversas las hipótesis que intentan explicar la razón por la que los Reyes Católicos introdujeron la Inquisición en lo que hoy es España. Entre ellas el financiar económicamente a la corona con las confiscaciones a través del tribunal, también la judeofobía o establecer una unidad religiosa son algunas de las propuestas que los historiadores ponen sobre la mesa. Sea cual sea la razón, lo que sí está claro es que el Tribunal de la Inquisición Española hizo estragos hasta bien entrado el siglo XIX.

Uno de los inquisidores más conocidos, el más salvaje y el más terrible, y que seguro no necesita presentación, fue Torquemada. No me voy a extender en su figura, pero sí os emplazo a escuchar este capítulo del Acontece que no es poco de Nieves Concostrina en el que se explaya en la figura de este salvaje inquisidor.

El proceso de Zugarramurdi

Seguramente sea el de Zugarramurdi el proceso más famoso llevado a cabo por la Inquisición Española. A principios del s. XVII tuvo lugar el intento más ambicioso de la Inquisición Española para acabar con la brujería. El proceso se llevó por delante la vida de 11 personas que fueron quemadas en la hoguera, aunque no todas estaban vivas: cinco de ellas habían muerto ya en prisión.
Pero,

¿qué pasó en Zugarramurdi?

La historia va más o menos así. Se acusaba a una familia de Zugarramurdi, además de otras gentes del Baztán y de Lapurdi, de reunirse en el campo de Berroskoberro y en las cuevas vecinas a este, especialmente en la que aquí nos atañe – en euskera Sorginen Leizea, que traducimos como Cueva de las Brujas – para realizar akelarres y actos diabólicos, entre los que se incluían la necrofagia y el vampirismo.

El pueblo de Zugarramurdi en la actualidad.

Parece ser que había una chavala de 20 años – en aquellos tiempos ya mujer hecha y derecha – que se había desplazado desde Francia hasta Navarra para trabajar como criada. Esta chavala venía del país de Labort, donde la caza de brujas era bastante fuerte – interesante la figura de Pierre de Lancre, otro sanguinaro matando en nombre de la moral y la religión -, y no se le ocurre otra cosa que decir que se había unido a las supuestas brujas de Labort durante 18 meses, y es que parece ser que en Labort había muchas brujas y brujos. Además de eso, y según cuenta la historia, la chavala de Labort afirmó haber visto en uno de los akelarres a María de Jureteguía, vecina de Zugarramurdi.

El disgusto de María fue mayúsculo; ¿cómo iba ella ser bruja? Lo negó todo con tremendo temor, pero la jovencita de Labort consiguió convencer a la opinión pública de que Jureteguia era bruja, y tal fue el embrollo que hasta el marido y la familia de María creyeron a la chavala francesa. Finalmente María tuvo que decir que sí, que había sido bruja de pequeña y que había sido su tía, María Chipía de Barrenetxea, quien la había iniciado en las artes oscuras. El círculo no se cerró con la chavala francesa, María y su tía, sino que se amplió llegando hasta siete mujeres y tres hombres acusados de brujería, que acabaron confesando públicamente su pecado en la iglesia parroquial del pueblo.

El Aquelarre o el Gran Cabrón, de Goya.

El asunto quedó ahí, y es que tras la confesión los vecinos del pueblo perdonaron a las gentes acusadas de brujería. La cosa no hubiese pasado a mayores si en el tribunal de la Inquisición de Logroño no se hubiesen enterado del lío de Zugarramurdi, y no tardaron en enviar a un comisario de la Inquisición para que informara sobre las brujas y brujos de Zugarramurdi. El 12 de enero de 1609, tras haber pasado el comisario unos días en la localidad navarra, los escritos llegaron a Logroño. Dos de los inquisidores del tribunal ordenaron detener a cuatro de las brujas que habían confesado, y que éstas fueran encarceladas en la prisión secreta de Logroño.

La cosa aquí se lía, como se lio también en Francia con el proceso contra la brujería llevado a cabo por el ya mencionado Pierre de Lancre. Las supuestas brujas hablaban euskera, los inquisidores ni papa de esa lengua. Traductores que a veces no sabían cómo traducir – o no querían traducir como tocaba – tergiversaban las palabras de las mujeres. Ellas, sometidas a tortura, acabaron confesando que eran brujas y el 13 de febrero se enviaba a Madrid una carta al Consejo de la Suprema Inquisición con el relato. El 11 de marzo se respondía la carta y llegaban las instrucciones: tenían que asegurarse que lo que las acusadas habían dicho era cierto. Eso a los inquisidores riojanos les dio exactamente igual, ellos creían en la brujería y les importaba un pepino que las acusadas hubiesen confesado ya que pensaban que así saldrían antes de prisión.

Los vecinos de Zugarramurdi se enteraron de lo que estaba pasando en Logroño, así que se liaron la manta a la cabeza y marcharon hasta la capital riojana para defender a sus vecinas. Las crónicas cuentan que en Logroño no pasaron desapercibidos; vestidos de montañeses, hablando en euskera y llamando directamente a la puerta de la inquisición los de Zugarramurdi causaron sensación. Ante el tribunal afirmaron que las brujas no eran brujas, que habían dicho que lo eran porque querían volver a casa y porque las habían apretado para que confesaran. No solo esto no arregló el asunto sino que las vecinas de Zugarramurdi que se habían desplazado hasta Logroño, Graciana de Yruat y sus dos hijas, Estevania de Yiriart y María de Yiriart, fueron acusadas de brujería por el guía que las acompañaba, así que la Inquisición las encarceló también.

Los inquisidores estuvieron cinco meses interrogando a las acusadas hasta que estas confesaron y culparon a otras brujas y brujos, además de dar el nombre de menores de 14 años que participaban en los supuestos akelarres. Esas gentes, las mencionadas por las gentes acusadas en Logroño, fueron traídas de los montes navarros hasta la capital riojana, hasta 40 personas – según el inquisidor “aquellas que parecían más culpables” – para ser también interrogadas.

El tema del Baztán se fue de las manos, y en distintos pueblos de la zona los curas locales interrogaban a las gentes para que acusaran a más brujos y brujas. Fue tal la dimensión del escándalo que hasta el obispo de Pamplona tomó cartas en el asunto desplazándose hasta la zona. El veredicto del obispo fue claro: allí no había brujos ni brujas, nunca se había hablado del asunto hasta que se contaron los hechos franceses, llevando a las gentes del Baztán a cruzar la frontera para ver como quemaban brujas den el Labourd, pero akelarres en Navarra, ni hablar.

Al final, y en junio del año 1610, los inquisidores de Logroño dijeron que sí, que 29 de los de Zugarramurdi eran culpables de brujería y que a la hoguera con ellas y ellos. Como he dicho al inicio, 11 personas fueron quemadas, 5 ya muertas durante el proceso y otras 6 estando vivas. Otras llevaron el sambenito, algunas fueron reconciliadas, pero el daño ya estaba hecho y la dureza de las penas que se aplicaron en Zugarramurdi convirtieron el proceso en el más grave que la Inquisición Española había llevado a cabo contra la brujería. Aún así, la pena no llegaba ni a la suela de los zapatos de las atrocidades que se llevaban a cabo en toda Europa con la excusa de la brujería – pero este es otro tema.

Tras el juicio fueron algunos los estudiosos que se llevaron las manos a la cabeza y quisieron esclarecer el asunto. El humanista Pedro de Valencia dijo que en los procesos de Navarra no se habían tenido en cuenta enfermedades mentales o delirios que nada tenían que ver con la brujería. Por su parte, el inquisidor Alfonso de Salazar y Frías, tras dudar sobre los hechos concluyó que lo de Navarra brujas no eran y que el lío que se había montado tenía su origen – entre otras cosas – en falsos testimonios movidos por sobornos o enemistades. El inquisidor usó la ciencia y la razón para llegar a sus conclusiones, examinando incluso ginecológicamente a jóvenes que habían dicho que habían practicado fornicio con el demonio. Tras ser examinadas por matronas estas dieron buena cuenta de que esas mujeres jamás habían tenido relaciones sexuales.

A esas brujas y brujos que murieron en Zugarramurdi , pero no solo a los de Zugarramurdi, se les acusó de metamorfosis, de desencadenar tempestades, destruir cosechas, lanzar maleficios, provocar enfermedades e incluso la muerte mediante polvos y ungüentos. Nada de eso se pudo demostrar, jamás se demostraría, porque nada de seso existió, pero las gentes de Zugarramurdi – y no solo las de Zugarramurdi – murieron a manos del fanatismo y la superstición. Y en esas estamos.

Nuestra visita a las Cuevas de Zugarramurdi

Llevaba mucho tiempo queriendo visitar estas cuevas, mucho antes que Álex de la Iglesia las hiciese famosas con su magnífica película Las Brujas de Zugarramurdi. El tema de las brujas, y como sabréis si me leéis a veces, es algo que me fascina y me apasiona. Desde siempre me han gustado las brujas, desde bien pequeña, la figura de la bruja me ha cautivado. Nada tiene que ver con la magia, nada tiene que ver con la superstición. No, no es eso, lo que me fascina de la bruja. Lo que me fascina es que, ante mis ojos, se presenta como una mujer libre. La bruja hace lo que quiere, a pesar de todo, a pesar de ser juzgada por la sociedad. ¿Fornicar con quien quiera? ¿Curar con plantas? ¿Leer y pensar? ¡Habrase visto!

La cuestión, que con esa fascinación por las brujas, y después de una 🖱 intentona en 2019 sin resultados positivos para mí por falta de tiempo, consigo acercarme a Zugarramurdi, pero lo consigo por los pelos. La situación es la que es: pandemia mundial que vuelve a tomar tintes apocalípticos. Mediados de octubre, Navarra, el Pirineo. En la Comunidad Foral el coronavirus está haciendo estragos, sobre todo en Pamplona. Pamplona no es el Baztán, es más, lo rural poco tiene que ver con lo urbano: ni aglomeraciones, ni espacios cerrados, ni contactos estrechos sin identificar – por norma general. Lo rural es lo que nos interesa, en este viaje, y no lo urbano, y hasta lo rural y más profundo vamos.

Después del Valle de Salazar y sin tener demasiado claro el itinerario – vamos subidos en la 🖱 AgroVan – ponemos rumbo al Baztán porque a Pamplona ni acercarnos y parece que en el Roncal van a haber tormentas. Así, a punto de echar a dormir en un área de caravanas perdida en el Baztán profundo, nos enteramos que van a cerrar perimetralmente Navarra. ¿Que dicen qué? Exclamo. Pues sí, cierran Navarra a partir del jueves. Ese día es lunes, nos toca pensar rápido.

Suponemos que no vamos a tener problema por salir de Navarra, faltaría más, pero con el asunto ya tan grave nos parece que mejor ir despidiéndonos de ese territorio. 15 km nos separan del pueblo de Zugarramurdi, ¿de verdad vamos a pasar de largo?

Al día siguiente todo se ve mejor, y no desesperamos. Decidimos acercarnos a Zugarramurdi para intentar visitar sus cuevas. Como digo mi motivación principal es el tema de les brujas, no tanto las cuevas. Es más, creo que las cuevas no me van a gustar, que me van a parecer poco, me imagino un agujero en la pared mitificado por un hecho histórico. Ilusa de mí.

Llegamos a Zugarramurdi apresurados, a 20 minutos de la una de la tarde. En la página web de las cuevas pone que están abiertas de 10 de la mañana a 6 de la tarde, pero San Google nos dice que cierran a la 1. Ya me veo yo aparcando la furgo, llegando a la puerta de las cuevas y quedándome en ella. Pues no, la puerta está abierta, menos mal. Pagamos los 4,5€ por cabeza que te cobran por acceder al espacio y nos metemos dentro. Lo que nos espera es espectacular.

Las cuevas de Zugarramurdi, o Sorginen Leiza, son un complejo cárstico superficial a tan solo medio kilómetro del casco urbano de la localidad navarra de Zugarramurdi. La cavidad principal, de grandes dimensiones, fue horadada por una corriente de agua que es todavía caudalosa hoy en día. Esa corriente de agua se conoce como Infernuko Erreka o Regata del Infierno y atraviesa la cueva principal convirtiéndola en un enorme túnel de 120 metros de longitud, de 22 a 26 metros de ancho en su extremo oriental y 12 en la boca occidental. La altura media de las cuevas es de 10 a 12 metros. La cueva principal está acompañada por dos cuevas más altas que se abren a ésta.

Solo necesitamos bajar un poco las escaleras principales para darnos cuenta de que aquello es mucho más grande de lo que habíamos imaginado. Teniendo los datos que comparto arriba no había llegado a imaginarme la dimensión del espacio que tenía en mente visitar. Las cuevas me parecen enormes, y preciosas.

Recorrerlas es un festín para los sentidos, y es que no solo es un espectáculo visual sino también sonoro. El Arroyo del Infierno acompaña con su dulce pero sonora melodía durante todo el recorrido, las gotas de agua filtrada entre las rocas actúan de metrónomo y marcan tus pasos. El susurro de las hojas otoñales movidas por el viento son el complemento a esta bella sinfonía que ese día es interpretada en el casi absoluto silencio.

Aún siendo famosas, ese martes de mediados de octubre las cuevas no están abarrotadas de gente. Son pocas las personas con las que nos cruzamos – unas 10 – y podemos recorrer tanto el interior como los alrededores – muy bien cuidados, por cierto – en total tranquilidad.

Una hora y pico después – sí, la visita nos cunde – abandonamos las cuevas y salimos de las mismas para recorrer el camino que bordea el Berroskoberro con una perspectiva siempre bonita del pueblo de Zugarramurdi y de las dulces montañas del Baztán. Nuestra visita no ha sido como esperaba, la visita ha sido mucho mejor. Zugarramurdi merece la fama y las personas que murieron a manos del fanatismo merecen ser recordadas. Por todas ellas va este post.

Más información

  • Puedes encontrar la información necesaria para visitar las cuevas en la 🖱página de turismo de la localidad de Zugarramurdi.
  • La visita se puede complementar con el Museo de la Brujería, que no visitamos. El precio, como el de las cuevas, es de 4,5 euros pero la entrada conjunto te costará un euro menos – 8 en total.
  • Zugarramurdi es un pueblo pequeño pero turístico y vas a encontrar locales para comer. Uno de ellos – y en el que nosotros comimos – se encuentra frente al aparcamiento de la localidad y tienen un menú del día bastante completo por 22 euros – IVA incluido.
  • En el Baztán hay muchas más cosas por ver, y 🖱 aquí puedes encontrar algunas de ellas.
  • Si te interesa el tema de las brujas, en 🖱 este artículo te hablo de otro pueblo en el que la figura de la bruja está también muy presente.

Una filósofa y un politólogo que amana viajar y lo hacen a pesar de los pocos recursos que tienen. Viajar es más que un capricho, viajar es una necesidad y aquellos que somos pobres en un primer mundo de opulencias tenemos derecho también a realizar nuestros sueños viajeros. Porque los pobres también viajamos.
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