Los Lagos de Covandonga son uno de los espacios más visitados de los Picos de Europa, y visitarlos por libre es posible, incluso en temporada alta. Ahora bien, para llegar a lo alto de Covadonga por libre vas a tener que pegarte un buen madrugón. ¿Quieres saber más? Sigue leyendo.
En los Picos de Europa se encuentra el punto más alto de la Cordillera Cantábrica, es uno de los sitos más visitados de España y, dentro de ellos, el punto estrella son los Lagos de Covadonga.
Este conjunto de lagos, tres en total – uno de los cuales solo existe durante un corto periodo de tiempo al año –, conforman una de las estampas más conocidas de Asturias por su fácil y rápido acceso y también la comodidad de movimiento una vez estás allí. Los Lagos de Covadonga son accesibles para casi cualquier persona e independientemente de tu condición física podrás disfrutarlos ya que puedes llegar a ellos mediante vehículo motorizado, por lo que no tendrás que hacer un gran esfuerzo físico para acceder al espacio natural.
El acceso a los Lagos
Es esto justamente, que puedas acceder a ellos de una manera tan cómoda, lo que convierte a los Lagos de Covadonga en un lugar muy concurrido, por ello durante el verano y en temporada alta el acceso está restringido. Cuentan las crónicas viajeras que eran tantos los coches que se agolpaban en verano en lo alto de Covadonga que llegaban a estacionarlos hasta en la carretera. Para que esto dejase de suceder limitaron el acceso en vehículo propio y por ello la carretera solo está abierta, en la actualidad, unas horas determinadas al día.
Puede que te estés preguntando que si la carretera igual va a estar abierta durante unas horas determinadas igual se va a llenar aquello de gente. Pues no, esto no va a ser así, porque si la carretera colapsa o el aparcamiento está lleno el acceso puede cerrarse.
¿Desde dónde accedemos a los Lagos de Covadonga?
Primero, debes llegar hasta la población de Cangas de Onís – o Cangues d’Onís –, una localidad agradable que tiene como mayor atractivo su puente romano – ¡impresionante! – pero también el hecho de ser la capital de Covadonga. Me explico: Cangas de Onís suele ser la base de operaciones escogida para descubrir la zona y muchos de los que tienen pensado visitar Covadonga y los Lagos hacen noche allí.
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En transporte público
Es en Cangas de Onís desde donde sale el primer autobús hacia los Lagos de Covadonga (a las 9 de la mañana y con un precio de 9€)– y también hacia Covadonga –, aunque son varias las paradas intermedias que realiza el transporte público hasta llegar a final de trayecto. Las paradas son las siguientes:
- Estación de autobuses de Cangas de Onís abierto todos los días de operación.
- Aparcamiento El Bosque abiertos desde el 1 de julio al 7 de septiembre.
- Aparcamiento Muñigu abiertos desde el 1 de julio al 7 de septiembre.
- Aparcamiento Repelao abierto todos los días de operación. Punto de venta de Covadonga abierto todos los días de operación.
Como ves son distintos los puntos de embarque y en algunos momentos del año la afluencia de público sobrepasa la capacidad de carga del autobús, por lo que lo más recomendable es comenzar el trayecto desde el inicio, esto es, en la estación de autobuses de Cangas de Onís. Debo decirte que nosotros vimos poco tránsito, tanto de coches como de gente, pero cabe decir aquí que nuestra visita fue en una situación excepcional – y me aventuraría a decir que gracias a ella.
Aquí (pincha) tienes toda la información necesaria que necesitas saber para acceder a los LAgos de Covadonga.
En vehículo propio
Si decides ir en vehículo propio, ya te he advertido que deberás hacerlo antes de las 08:30h y que podrás acceder siempre y cuando los aparcamientos en los Lagos estén ya llenos. Si acabas subiendo en vehículo propio, tras salvar la carretera, de una belleza indiscutible pero también algo vertiginosa, te encontrarás con una primera zona de aparcamiento en el Lago Enol y otra segunda zona de aparcamiento en el Lago La Ercina. Debes tener en cuenta – y allí mismo se te advierte – que si encuentras el aparcamiento del Lago La Ercina deberás retroceder y aparcar en el primer aparcamiento, nunca en la carretera o en espacios no habilitados para tal fin.
Conociendo estas premisas – ya no necesitas saber mucho más – puedes programar tu excursión a los Lagos de Covadonga. Ahora, y como ejemplo, te voy a contar nuestra experiencia personal en este lugar tan maravilloso de los Picos de Europa.
Nuestro paso por los Lagos de Covadonga
Dos años atrás, en junio de 2018, hicimos un viaje de 5 días por Asturias en el que intentamos descubrir los principales atractivos de esta tierra conocida como el Paraíso Natural. Aquellos días, que fueron breves y apresurados, no nos dieron para acercarnos hasta Covadonga.
En un principio, cuando montaba el viaje, sí había pensado visitarlos, y es que si viajas a Asturias y no vas as Covadonga es como que el viaje se queda un poco cojo. En aquellos momentos, y con un gran pesar por mi parte – que era la persona que organizaba el viaje – nos quedamos sin excursión a estos lagos.
¿Por qué no fuimos a Covadonga en 2018? La razón es clara: la gran afluencia de gente. Si lees con asiduidad el blog, o no es la primera vez que te pasas por aquí, sabrás que siempre que viajamos intentamos – aunque en algunos momentos no lo consigamos – apartarnos de las grandes multitudes. Para ello solemos viajar fuera de temporada y aunque en temporada alta tengamos algún día libre ni por presupuesto, ni tampoco por el tipo de viaje, no solemos ir a ningún sitio.
Cuando en 2018 fuimos a Asturias partíamos hacia allí un 23 de junio; por esas fechas comenzaba la temporada alta y los números de años anteriores señalaban un gran gentío en lo alto de Covadonga. Decidí, después de un intento fallido de cuadrar fechas y horarios, en quitar de la ruta los Lagos y toda la zona. En esos momentos pensé que algún día, en el futuro, regresaríamos a Astruias, lo haríamos fuera de temporada, y podríamos visitar este punto tan interesante de la geografía española.
No, ese año no visitamos los Lagos de Covadonga, pero sí realizamos otra excursión que nos pareció fantástica, un lugar de naturaleza fantástico de una belleza sublime. Ese lugar fue el Parque Natural de Somiedo y, en concreto, los Lagos de Saliencia. Una maravilla; recomendable 100%.
Lee más sobre Somiedo y los Lagos de Saliencia haciendo click aquí.
En 2018 no imaginé que justo 2 años después estaríamos de nuevo en Asturias. Bueno, en realidad no estaríamos del todo en Asturias ya que nuestro viaje sería por Cantabria y duraría una semana. Y el viaje sería inmediatamente después de la desaparición del Estado de Alarma por la Covid-19. Me cuentan eso en 2018 y me da la risa tonta.
La cuestión, que un 22 de junio de 2020, un día después de la apertura de fronteras entre comunidades autónomas y con muchas ganas de viajar – también con mucha prudencia y, porque no, con algo de miedo y bastantes dudas – pusimos rumbo a Cantabria. El viaje, yo – lo planificaba otra vez una servidora, el 22 cumple años JJ –, lo había organizado en dos semanas. Cuando tuve más o menos claro que se podría viajar, y habiendo tenido que anular el viaje inicial – montado antes de la pandemia – decidí que nuestro destino este año sería Cantabria. Lo qué haríamos allí sería casi totalmente improvisado.
Siendo nuestro tercer día en Cantabria y habiendo descubierto ya JJ el destino sorpresa – cómo no iba a hacerlo estando ya un par de días allí – nos topamos con la disyuntiva siguiente: ¿qué vamos a visitar de los Picos de Europa? Antes de salir de viaje ya había mirado un poco las distancias entre puntos en Cantabria y entre unos y otros lugares de interés no había más que 2 horas de conducción como máximo. Nosotros nos alojábamos en Santander e iríamos y vendríamos por la alerta sanitaria, no me parecía lo más correcto el tener que ir cambiando de alojamiento cada dos días – que es lo que hacemos normalmente en nuestros viajes.
Desde Santander, por lo tanto, y hasta Covadonga, no alcanzaban las 2 horas de viaje en coche. Desde Santander, y hasta Fuente Dé – la otra opción disponible para visitar los Picos de Europa esta vez – había más o menos el mismo recorrido. Si finalmente ganó Covadonga, y ganó la noche antes de hacer la excursión – o sea, que lo decidimos con menos de 12 horas de antelación –, fue porque queríamos pasar un día en el Valle de Liébana y tendríamos que repetir zona dos días. No, no nos parecía factible el ir al Valle de Liébana y a los Picos de Europa en una misma jornada. Además, habíamos estado un par de días antes en Santillana del Mar casi en total soledad. Un sitio que suele estar tan concurrido en verano lo encontramos casi vacío; esperábamos que nos sucediese lo mismo con Covadonga.
Así, decidimos un 24 de junio a las 10 de la noche que un 25 de junio nos levantaríamos a las 5 de la mañana y pondríamos rumbo a Asturias desde Santander para realizar una excursión a los Lagos de Covadonga. Cruzábamos los dedos para que la información recabada en internet a lo que accesos se refería no fuese errónea.
Llega el día, por fin.
La jornada se presenta nublada. Cuando subimos al vehículo está aún escuro y al despertar el día percibimos el encapotamiento omnipresente que hay sobre nuestras cabezas – y las del todo el Cantábrico.
En esos momentos en los que nos dirigimos hasta Asturias recuerdo lo que llegó a impresionarme la Autovía del Cantábrico cuando la conducí por primera vez ese mes de junio de 2019, con la cordillera plantándose imponente en el horizonte y esos picos altos de falda verdusca tan maravillosos. Esta vez los picos no se ven, se han escondido tras las nubes, y el trayecto es menos impresionante, pero no por ello deja de ser bello. Conducir por el norte es siempre una tarea fantástica.
Tras una hora y pico de conducción empiezan a asomarse a la carretera las señales que indican la localidad de Cangas de Onís – o Cangues d’Onís en asturiano – y después de ella las que te marcan el camino hacia Covadonga. Aún no son las 8 de la mañana, la carretera está despejada. Nosotros seguimos nuestro camino y unos kilómetros después nos encontramos con la carretera que da acceso a los Lagos de Covadonga. El madrugón ha valido la pena; el acceso está abierto.
Emocionados comenzamos el ascenso. La primera parte del trayecto no es demasiado complicada, transcurre entre árboles frondosos y el firme está en buenas condiciones. El ancho de la calzada no es mucho pero suficiente para que pasen un par de coches, dudamos en ese momento que la suficiencia lo sea también para cuando se cruzan dos autobuses. Yo, eso, no quiero ni verlo.
A medida que vamos subiendo metros los árboles desaparecen y aparecen los pastos. No es necesario recorrer mucho trecho para comenzar a encontrarnos con animales en la calzada, vacas y cabras principalmente. JJ conduce con mucho cuidado.
Empiezo a cerrar los ojos; tengo vértigo, me dan miedo las alturas, me impresionan a veces los espacios abiertos, sufro al pensar que subios tan alto. En realidad estoy angustiada. Pero para presumir hay que sufrir – que dicho tan horrendo – y para viajar hay que transitar, aunque el tránsito a veces no sea del todo agradable.
Acabamos llegando a lo alto y nos topamos con el primer aparcamiento. El firme, a partir de este, pierde firmeza; algunos baches en la carretera y mucha más estrechez. JJ se empeña en continuar y aparcar en La Ercina. Yo le digo que no, que ya está bien, que ya he sufrido bastante. El se emperra y yo cierro los ojos resignada. Si hubiese tenido un cojín frente a mí me hubiese escondido, como si de una película de miedo se tratase.
Que no te asuste este relato, no pretendo escandalizarte. Lo que sucede aquí es que yo tengo mucho miedo – te lo acabo de decir – y la carretera no me genera confianza. Eso dura poco tiempo, y es que recapacito: será por gente que pasa por aquí, seguro que tan mal no está. Y así es acabamos llegando al Lago de La Ercina y, por ende, al otro aparcamiento. Allí ya hay algunas furgonetas. No creemos que hayan subido antes que nosotros, lo que deducimos es que han hecho noche en el lugar.
Bajamos del vehículo y nos emocionamos: el sito es maravilloso, y ¡no nos sobra la sudadera! Nosotros, que venimos del Mediterráneo, no estamos a acostumbrados a pasearnos en pleno mes de junio con manga larga y pantalón hasta los pies. Nos congratulamos una y otra vez, cogemos los bártulos y nos acercamos hasta el Lago de La Ercina. Empezamos a hacer fotos, a nosotros mismos y a los animales que allí hay. Nos habían dicho que en los Lagos de Covadonga había muchas vacas pero ¿tantas?. Los animalitos ni se inmutan con nuestra presencia. Nosotros, con ellos, un poquito sí – quién es el animal ahora, ¿eh?
Ruta senderista ciurcular por los Lagos
La noche anterior, en ese ejercicio de improvisación que llevamos a cabo, decidimos hacer una ruta senderista por los Lagos. Las opciones que estuviesen a nuestro alcance – físico y temporal – no eran muchas, así que nos acabamos decidiendo por la ruta larga que la vuelta a los lagos. Después de subir hasta el mirador de La Picota y observar el camino que sigue el sendero comenzaremos a caminar.
La ruta original comienza en el centro de visitantes, pero nosotros la realizaremos desde el Lago de La Ercina. Nos saltaremos la Mina de Buferrera y el Mirador del Príncipe.
Desde el mirador vemos mucho más claro cuál es el camino que hemos de seguir: desde el aparcamiento de La Ercina debemos tomar una débil senda que discurre paralela a uno de los lados del lago. Después de una decena de metros debemos seguir por la derecha, empezando a subir un poco; las marcas amarillas y blancas – que señalan los senderos de Pequeño Recorrido (PR) – nos facilitarán el camino. En este caso seguiremos el PR-PNPE-2 Ruta de los Lagos.
El sendero no es complicado, alguna piedra suelta, vegetación baja y muchas vacas por el camino. El esfuerzo, de momento, es poco, y aunque fuese mucho valdría la pena; el recorrido es fantástico, ahora acompañado por uno de los lagos, ahora por los valles, ahora por las vacas, ahora por las cabras acabadas de soltar. Porque sí, los Picos de Europa no son solo un reclamo turístico, los Picos de Europa no viven solo del turismo; en los Picos de Europa hay también actividad ganadera y todavía hoy en día se vive de ella.
Tras un paso estrecho llegamos a un espacio abierto de belleza singular. No sé si estaremos cerca de El Bricial, el tercero en discordia de los Lagos de Covadonga y que solo se deja ver con el deshielo. Este año, eso del deshielo, hace tiempo ya que ha quedado atrás. A nosotros solo nos queda intuir, imaginar y, sobre todo, disfrutar del entorno. Qué más dará un lago más o un lago menos.
Continuamos la senda y nos encontramos con un cruce de caminos que nos indica o bien seguir directamente hacia el Lago Enol o, por otra parte, alargar un poco más el recorrido y pasearte por el Bosque Palomberu. Nosotros, que somos cabras y tiramos pa’l monte, ¿cómo vamos a decir que no a un bosque? Así, tomamos esa vía que nos supondrá casi un kilómetro más de recorrido y seguimos disfrutando de la ruta.
Ahora, para llegar al bosque, debemos salvar un pequeño desnivel arrapándonos un por la roca. Nada complicado que un poquitín de esfuerzo – mínimo, casi imperceptible – no pueda solucionar.
Y después del pequeño esfuerzo – mínimo, ya os lo he dicho – aparece el paraíso. El Bosque Palomberu es un hayedo fantástico, de árboles viejos, de cuerpos ajados, de troncos raídos. La madera y el musgo se juntan de un modo mágico conformando trolls viejunos de cuerpo resinoso. Parece que, en cualquier momento, vaya a asomarse entre las ramas algún trasgo, que empiece a revolotear por allí alguna jana, alguna bruxa con su conjuro – bruxa que un poco más allá, hacia occidente, se convierte en meiga.
El hayedo, cualquiera de ellos y no solo éste en particular, es un bosque poderoso, que quiere humedad, pero que deja crecer poco debajo de él mismo. Las hojas frondosas de las hayas evitan el crecimiento de cualquier tipo de vegetación allí por donde crecen, a excepto de algún musgo así como helechos. El hayedo es el bosque más joven de la Tierra, y uno de los más fantasiosos. Esas sombras y esas luces, ese murmurar del agua, esa humedad presente, ese aura mística realzada por el claroscuro parece magia pura. El sitio te embelesa y te atrapa, te arrastra hacia sus entrañas y te anima a quedarte. Querrías hacerlo pero no puedes; el camino sigue, y tú con él.
Continuamos el sendero, muy a mi pesar, y nos encontramos con otra cabaña. Por aquí por nuestra zona también hay de esas cosas y las llamamos casetes de pedra o casetes de terme. Un poco más arriba, en la zona de l’Alt Maestrat, empiezan a aparecer las casetes de volta, esto es, redondas. La piedra en seco, Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO en nuestro territorio, nos es muy familiar. Aunque en todos los lugares las haya y la función sea similar, no siempre es lo mismo. Se adapta al medio así como se debe adaptar el hombre para que la vida perdure más allá de la existencia de uno.
Proseguimos el camino y salimos del bosque para meternos en la vega, en este caso en concreto, en la Vega de Enol. Desde lo más angosto y más profundo hasta lo más amplio y superficial. La vega, terreno bajo y fértil y de carácter llano sirve de pasto tranquilo para los animales de las montañas de Covadonga. El sendero transcurre ahora plano, casi hecho a cordel.
Poco es lo que nos queda hasta llegar al Lago Enol. La sudadera que una hora antes era necesaria ahora sobra por todos los lados. Las nuebes han desaparecido, al menos sí lo han hecho más allá de los mil metros de altura. El sol pica y la protección es necesaria. No son aún las 12 del mediodía, pero ese sol, ahí arriba, pega como si lo fuesen.
Llegamos finalmente al Lago Enol. La estampa con la que nos encontramos es fantástica. El cielo despejado y la poca brisa que sopla permite unos reflejos cristalinos sobre la superficie acuática que hace que pierdas el sentido de la orientación y no sepas en esos momentos si estás arriba o abajo, acá o allá.
Continuamos nuestro recorrido y vamos a subir ahora, otra vez, hasta el Mirador de la Picota pero ahora por la vertiente contraria. Lo cogemos con ganas y la subida es fuertecita. Aunque aquello este adaptado para nosotros los humanos, con un firme plano y seguro, la pendiente de la montaña no la salva ni dios, hay que tirar de pierna sí o sí. No pasada nada porque el trayecto, otra vez, vale la pena.
Vas dejando el Lago Enol atrás con todos los animalejos difrutando del entorno. Te quedan pocos metros por subir y después solo te quedará bajar y regresar al automóvil. En otras circunstancias te hubieses parado en el bar y hubieses tomado algo. Con esto de la Covid-19 intentas hacerlo lo menos posible y solo tomarás lo necesario.
Impresiones
La ruta es fantástica, muy sencilla, de fácil acceso y de una gran belleza. A los Lagos de Covadonga puedes subir solo a disfrutar de estos de una manera visual, pero a mi juicio es interesante tomarte un tiempecito más y realizar esta ruta que no tiene nada de complicado en condiciones normales y que seguro disfrutarás un montón.
Nuestra ruta, al final, suma algo más de 6 kilómetros y nos supone un par de horas. Vamos lentos porque no estamos haciendo una carrera sino que lo que queremos es disfrutar del camino. Los Lagos de Covadonga son una estampa maravillosa, pero no solo ellos son bonitos allí arriba. Como bien os he dicho, el hayedo es maravilloso y vale la pena también desviarse por él aunque tengas que caminar algún centenar de metros más.
Como siempre, y si tu pretensión es realizar la misma ruta – o similar – que nosotros, lleva calzado adecuado, agua, algo de comida si es que lo crees necesario y ve con cuidado aunque el terreno no sea complicado. Respeta, también, a los animales que te vayas encontrando por el camino y no te asustes si se cruzan en el tuyo, son totalmente inofensivos.
Y esto es todo lo que necesitas saber para disfrutar de media jornada – o una entera – en los Lagos de Covadonga. Cualquier duda que tengas o comentario que quieras hacerme puedes dejarlo más abajo.
Esta vez, más que nunca, disfruta del camino, vaijerx.
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¡Gracias!
que preciosidad!! que ganas de conocerlo 😀
Es fantástico, merece mucho la pena.
hemos ido muchas veces a Asturias y nunca hemos conseguido subir a los lagos.. esta vez si que si!! me recomiendas ir en autobús?? o en el vehículo propio??gracias
Hola, puedo hablarte desde mi experiencia, que fue la de subir en vehículo propio.
Para nosotros fue muy cómodo hacerlo así porque subimos bien pronto – como digo en el artículo, a las ocho y media se cierra el acceso a vehículos particulares – y no tuvimos que esperar a ningún autobús para bajar.
Ahora bien, si no te gusta conducir por carretera de montaña, o no te apetece madrugar, mejor hacerlo en bus.
Además de nuestra experiencia puedo hablarte de la de personas cercanas que han estado este año; unas han subido como nosotros, en vehículo propio – y sin ningún problema – y otras en autobús. Las segundas nos comentan que con eso te olvidas del tráfico, aunque éste solo sea el relativo a los autobuses que suben y que bajan.
Puede que, si subes en vehículo propio, tengas que detenerte en un lado de la carretera – ya habilitado para ello – y dejar pasar a los autobuses, pero tráfico no te vas a encontrar mucho porque está cortado. También hay que tener en cuenta, y si no recuerdo mal, que el acceso está cortado en temporada alta, depende de cuando queráis viajar puede que podáis acceder durante el día.
No sé si con esto he aclarado tus dudas. A mi juicio, y porque es lo que me gusta hacer, prefiero ir en vehículo propio y tener la libertad de marchar cuando quiera. La carretera, aunque de montaña, no es complicada pero sí vertiginosa – unas vistas increíbles. Tal vez si vas en autobús la sensación de vértigo sea mayor, por la altura misma del vehículo.
Ten en cuenta, también, que para subir en autobús tienes distintos puntos en la ruta y tal vez si no accedes desde el primero – Cangas de Onís – no encuentres sitio. Pero ya te digo, en temporada baja no supongo que habrá menos volumen de gente.
Un abrazo.