Organizar un viaje por Cantabria no es cosa difícil, y que esto no suene como desmerecimiento del destino, es más bien todo lo contrario. Si es fácil organizar un viaje a Cantabria esto se debe a que está lleno de atractivos, que aunque no vayas con un plan estrictamente preestablecido siempre vas a acertar con el destino. Aún así, está bien tener un guión previo y saber un poco a dónde vas para no perderte cosas que podrían acabar interesándote.
Y sí, te digo estas cosas con conocimiento de causa, y es que el viaje a Cantabria que ahora os voy a describir – y espero que pueda serviros de mucha ayuda – lo planifiqué con pocos días de antelación, un par de semanas y media antes, y después de haber anulado otro viaje que había planificado como 3 meses antes pero que por la Covid-19 tuve que anular. La cuestión, que en pocos días monté una ruta por Cantabria, y salió el viaje a pedir de boca.
¿Por qué tuve que organizar un viaje de una semana en tan poco tiempo? La respuesta es universal: por la Covid-19. Este viaje que aquí os voy a presentar no era el inicial de este mes de junio. Si nos lees normalmente o nos sigues en redes sociales sabrás ya que tenemos la sana – y maravillosa – costumbre de celebrar nuestros cumpleaños fuera de casa y, si puede ser, viajando. Este año 2020 a mí, Marina, me tocó celebrarlo en Bélgica y a JJ casi le toca viajar por Europa pero cuando comencé a preparar el viaje, allá por el mes de febrero, ya percibí que la situación sanitaria iba a ser complicada en unos meses y me dije Marina, no te la juegues, viaja por España. Lo que no me imaginaba en febrero es que hasta unos días antes no sabría si podría moverme por el país en el que resido.
El viaje inicial tuve que cancelarlo, no sabía si podríamos hacerlo o no y, además, el destino que había escogido perdía su esencia si teníamos que seguir las normas necesarias de la nueva normalidad. ¿Qué hacía entonces? Pues lo que hice es mirar para Cantabria y, por fin, montar ese viaje que tanto tiempo llevábamos queriendo hacer. Pero, ¿cómo organizaba un viaje con la Covid-19 pululando por ahí?
Alojamiento en tiempos de Covid.
Cuando viajamos, y hacemos viajes de más de 2 o 3 días, el alojamiento solemos buscarlo en distintos puntos de la ruta, vamos cambiando según vayamos avanzando para no estar tanto tiempo encima del coche y no hacer y deshacer el trayecto. Esta vez no fue así, el alojamiento lo tuvimos los 7 días en el mismo lugar, y ese lugar fue Santander.
La razón por la que escogí Santander como centro de operaciones para nuestro viaje por Cantabria fue porque pensé que sería mucho más fácil movernos desde allí porque era un punto más o menos céntrico y desde él partían buenas carreteras. Pues bueno, ¿fue una buena idea quedarnos en Santander? A mi juicio, no del todo. Y no lo fue por una sencilla razón: porque Santander se encuentra metido en una bahía y cada vez que tienes que ir y venir inviertes tiempo y combustible en algo que se podría evitar perfectamente.
Ahora bien, no solo por lo céntrico escogí a Santander; la otra razón por la que acabé contratando el alojamiento en la capital cántabra fue porque encontré un apartamento en el que poder dormir sin encontrarnos con nadie, sin que nadie entrase en nuestra habitación y en le que suponía – y así fue – tendríamos el menor contacto posible con la gente. En otra circunstancia, posiblemente, en Santander solo hubiésemos estado un par de noches. Esta vez estuvimos las siete.
Montar la ruta
Lo mejor, a mi juicio, que puedes hacer para viajar por Cantabria y perderte lo mínimo posible es organizar tu ruta por zonas. En nuestro caso intentamos dividir los días según los valles o los sectores de costa e intentamos no repetir ningún destino aunque si hubo lugares por los que pasamos varias veces ya que por ellos transcurren las vías principales. Esos lugares por los que pasamos varias veces fueron Torrelavega – un buen lugar para buscar tu alojamiento, incluso mejor que Santander, por sus buenas comunicaciones – y también Cabezón de la Sal. También pasamos un par de veces por Unquera.
Las rutas del día las improvisábamos el día anterior, solo tenía claros los sitios que íbamos a visitar. Bueno, los tenía claros más o menos, porque acabamos yendo de manera improvisada hasta los Lagos de Covadonga, que están en Asturias.
Intenté que cada día supusiese como máximo 200 km de conducción, y hubo días que estiramos la ruta inicial y otros que la acortamos, todo dependiendo de nuestras ganas, de nuestro cansancio y de lo interesante del lugar.
Por lo tanto, y teniendo en cuenta esto, os dejo con el resumen de los lugares visitados durante 7 días en Cantabria. Tened en cuenta que el primer día fue de viaje y no estuvimos estrictamente en esta comunidad autónoma y que el último fue de regreso y solo paramos en un lugar cántabro. Decir también que si contamos el primer día de viaje tendríamos 8 días de ruta en total. Bueno, que voy con ello, que desglosado queda mejor.
Ruta de 7 días por Cantabria
Viaje de ida
El primer día salimos desde casi el km 0 de la N-232 y llegamos hasta el fin de la misma. En el trayecto paramos en Vitoria para comer nuestra ensalada de pasta, estirar las piernas y tomar un café, y más tarde en Bilbao, donde vive nuestra amiga Anna y a la que no veíamos desde el inicio de la pandemia – y ya de paso nos comimos unos triángulos del Eme.
Día 1
En el primer día oficial de viaje aprovechamos para visitar el sector oeste de la costa cantábrica. Comenzamos el día yendo hasta Altamira y visitar así la Neocueva y el museo. El yacimiento original no se puede visitar pero debido a la Covid-19, y hasta el mes de agosto de 2020, la entrada a todos los Museos Nacionales es gratuita, así que aprovechamos la coyuntura y visitamos gratis este imprescindible en Cantabria.
Encuentra horarios y precios de Altamira aquí.
Lo más lógico, después de realizar una visita de una hora y media de duración, era irnos hasta Santillana del Mar, ya que es el pueblo que está más cerca a Altamira. En Santillana queríamos visitar la colegiata pero debido a la pandemia ésta estaba cerrada hasta el mes de julio, así que nos quedamos sin visitar la colegiata pero pudimos pasearnos por Santillana del Mar casi en soledad – una de cal y otra de arena, como la vida misma.
Lo siguiente que hicimos fue irnos hasta Cabezón de la Sal, lugar al que no le encontramos demasiado atractivo por lo que no bajamos ni del coche. Ahora bien, sí que fuimos a comer a un área de recreo que se encuentra en la carretera que va de Cabezón a Comillas, a unos pocos kilómetros de la salida del primer pueblo, y que está muy cercana a lo que queríamos visitar inmediatamente después.
Después de comer la ensalada de pasta que habíamos preparado en el apartamento la noche anterior nos acercamos hasta las Secuoyas del Monte Cabezón, un lugar singular por ser el bosque de secuoyas de mayor tamaño de toda Europa. La entrada es gratuita y allí hay senderos marcados para que cualquiera pueda recorrer parte del monumento natural.
Tras el flipe de las secuyoas pusimos rumbo a Comillas, y es que yo quería visitar el Capricho de Gaudí. No pude hacerlo; nos pasó lo mismo que en Santillana del Mar: por la Covid los horarios estaban modificados, así que nos quedábamos sin verlo. Si visitamos el Cementerio Gótico, en lo alto de la localidad. Si te gusta el necroturismo no te puedes saltar este pequeño cementerio de belleza singularísima.
Nuestra siguiente parada era San Vicente de la Barquera, lugar al que íbamos no por Bustamante sino por tener uno de los pocos castillos que se conservan en Cantabria y porque dicen que el pueblo es muy chulo. El pueblo chulo, chulo, no es. Es agradable, y su castillo, adivinad: estaba cerrado. Otra vez la pandemia nos jorobaba los planes así que dimos una vuelta por su casco histórico y pusimos rumbo a Santander, aunque antes quería parar en un sitio especial…
La Costa Quebrada es uno de los secretos mejor guardados de Cantabria, un tramo del litoral cántabro que va desde Santander hasta Cuchía, unos 20 km en total, y que es la extensión mayor de Europa de formaciones geológicas de este tipo. A nosotros nos costó encontrar las playas, no íbamos con planos, no había mucha información, pero finalmente llegamos a Liencres y allí vivimos uno de los atardeceres más bonitos del viaje. Esos sí fue llegar y besar el santo.
Encuentra más información sobre la Costa Quebrada aquí.
Día 2
El segundo día lo aprovechamos para visitar Santander. La ciudad, debo decirlo, no me emocionó mucho. No me pareció una ciudad monumental, tampoco con un centro histórico definido. Bien es cierto que la bahía es muy chula y la Península de la Magdalena también es muy bonita, pero no encontré mucho más que me llamase la atención.
Cabe decir aquí que muchas de las cosas que quería hacer no las pudimos hacer porque o bien los sitos estaban cerrados, o bien habían cambiado los horarios o bien yo no se leer la información. También sucedió que me puse en contacto con algunos sitios preguntando si los horarios habían variado y todavía, a día de hoy, no tengo respuesta.
Ahora bien, en Santander, además de las dos cosas anteriormente mencionadas, hay dos “monumentos” que no puedes perderte. El primero de ellos es el Cementerio de Ciriego, cementerio monumental donde los haya en España y que entra en la Ruta Europea de Cementerios. Para acceder a él lo mejor es que vayas en coche, aunque puedes llegar también mediante transporte público. En el enlace que te he dejado unas frases atrás encontrarás toda la información necesaria.
Otro de los elementos que no puedes perderte en Santader, no de los que nosotros pudimos visitar, es la Cripta de la Catedral de Santander o la Iglesia del Cristo, una maravilla arquitectónica que transita entre el románico y el gótico y que sorprende por su austeridad y elegancia. No puedes marcharte de Santander sin pasar por allí.
En lo que respecta a la Catedral, y aún habiendo estado en la puerta de entrada en el horario de apertura, no pudimos visitarla ya que aquella puerta no la abrió nadie. Igual era también por la Covid o qué se yo. La cuestión, que nos queda para otro día.
Y ya que estamos, lo que tampoco puedes perderte en Santander es ir a tomar un pincho de tortilla. Allí, en Santander, son los reyes de la tortilla de patatas comimos una deliciosa, aunque no muy a gusto por el tema del virus, y es que no se disfrutan igual las cosas con el miedo prudente que sin él. Ah, debes saber que el precio de tu consumición va a variar según te lo tomes en barra, en mesa o en terraza. Va a variar, y mucho, así que tenlo en cuenta.
En Santander hay mucho más que esto que te cuento yo, y puedes enco ara descubrir ntrarlo aquí.
Día 3
El tercer día de viaje, y como si no estuviésemos bien de la cabeza – y como si en Cantabria no hubiese cosas por ver – decidimos irnos hasta los Lagos de Covadonga, en Asturias, y pasar el día en la comunidad autónoma vecina.
Cómo lo hicimos para visitar Covadonga por libre lo cuento en este post.
Además de los Lagos de Covadonga visitamos, claro está, el Santuario de Covadonga, muy chulo él con todo ese verde rodeándolo, y también Cangas de Onís.
No solo eso, sino que fuimos también hasta Arenas de Cabrales transitando por una carretera maravillosa y donde quisimos visitar una cueva de cabrales pero no pudimos porque los horarios también habían variado debido al virus. Aún así, allí compramos sidra y alguna cosa más y disfrutamos mucho de un entorno maravilloso.
Si te apetece una ruta por Asturias, puedes hacer click aquí.
Día 4
El cuarto día de viaje lo aprovechamos para hacer una ruta por el Valle de Liébana, uno de los tantos valles que conforman Cantabria. Este valle es conocido sobre todo por Santo Toribio de Liébana, pero no solo por él. En el Valle de Liébana encontramos localidades preciosas y que nos llegaron a sorprender mucho.
Para llegar al Valle de Liébana, y viniendo de Santander, tuvimos que pasar primero por Unquera y pasar por Unquera y no probar sus corbatas hubiera sido un pecado, así que paramos, compramos una caja (5,50€ 12 unidades) para regalar y nos zampamos una allí mismo (80 cts la unidad).
Desde Unquera comenzamos a adentrarnos en el Valle que es fronterizo con Asturias. Y a Asturias pertenece la aldea de Cimiano, un pueblo en el que paramos por ver en la carretera una señal que rezaba Palacio del s. XIV. El palacio resultó ser un hotel de lujo que en esos momentos estaba cerrado, y el pueblo resulto ser una preciosidad hecha en piedra y llena de hortensias que nos preludió de manera magnífica todo lo que íbamos a ver ese día – y lo que quedaba de viaje.
Después de Cimiano nos adentramos, ya, en una de las atracciones estrella del día, el Desfiladero de la Hermida, que transcurre paralelo al río Deva y que es el desfiladero más largo de Europa. En esos momentos yo iba un poco miedosa, y es que las alturas me impresionan bastante, y también los acantilados, pero las vistas eran tan impresionantes que nada de eso me importó.
Casi en la mitad del Desfiladero se encuentra la localidad de La Hermida y allí paramos porque las vistas eran impresionantes. El río, desde ese punto, era una visión magnífica y queríamos hacer una pequeña ruta senderista por el antiguo camino medieval pero no encontramos el sendero. A nosotros lo que nos pareció es que años atrás se había arreglado el camino y desde entonces ya no se había vuelto a tener cura de él.
No pudiendo hacer la ruta decidimos desplazarnos un poco más arriba y llegar hasta Linares, un pequeño pueblo que tiene uno de los pocos elementos medievales que quedan en Cantabria, una torre del s. XII de dimensiones considerables que no pudimos visitar porque estaba abierta solo en fin de semana. Pero eso no importó porque pudimos verla desde fuera y disfrutar del entorno del pueblo, que era una maravilla.
Nos hubiésemos quedado más tiempo en esa zona porque por allí parecían haber muchos atractivos, pero teníamos prisa y es que había un monumento que debíamos visitar sí o sí, y ese monumento era Santa María de Lebeña que, como su propio nombre indica, está en Lebeña. Sabía a priori que esta pequeña iglesia prerrománica era uno de los mejores ejemplos de la arquitectura medieval de Cantabria, pero lo que o sabía es que la visita iba a ser tan interesante. Por 2€ cada uno tuvimos una visita privada, a puerta cerrada – por el virus – y de una calidad excelente. Visitar el Valle de Liébana y no visitar Santa María de Lebeña debería ser delito.
Extasiados con la visita todavía en nuestras mentes decidimos dar un paseo por el pueblo y continuar hasta la siguiente parada que era Potes, uno de los pueblos más bonitos de España y de los más visitados en Cantabria. Yo iba bastante escéptica, a Potes, pero la realidad me dio con un canto en los dientes y me demostró que Potes es uno de los pueblos con más encanto de toda la región. En Potes paseamos, compramos productos típicos y comimos cocido lebaniégo, cocido montañés, cabritillo, arroz con leche y cuajada. Y bebimos sidra y tomamos café. Y un chupito de hierbas. Y todo eso con uno de los puentes de la localidad como telón de fondo. Un festín maravilloso, vamos.
Después de Potes, y sudando todo el cocido – literal – nos fuimos hasta Santo Toribio de Liébana, lugar al que todo el mundo va cuando pasa por este valle cántabro tan bonito. A Santo Toribio llegamos justo a la hora del cierre pero, aún así, pudimos visitar su iglesia que es de lo poco medieval que queda en el lugar.
Aprovechando que estábamos por allí subimos hasta un par de ermitas que existen alrededor de Santo Toribio de Liébana. De esas ermitas nosotros subimos hasta la de Santa Catalina y, desde ella, hasta la conocida como Cueva Santa. Para llegar a esta última sí sudamos – y de verdad – los cocidos: yo creía que empezaba a llover y era mi propio sudor.
La Cueva Santa, por su parte, es una pequeña ermita semirupestre de la que la tradición cuenta haber sido el lugar al que se retiraba el fundador de Liébana a rezar. Extasiado – por lo empinado del camino – llegaba seguro. El sito nos moló, pero las lluvias de esta pasada primavera dejaron los caminos llenos de hierbajos y no pudimos acceder a la parte superior. Aún así, valió la pena la subida – y la sudada.
Para terminar la jornada deshicimos el camino, recorrimos de nuevo el Desfiladero de la Hermida y nos acercamos, ya en la costa, hasta la península de Pechón, una especie de Paraíso escondido que nace de la desembocadura del Deva y el Nansa.
Para llegar a Pechón tuvimos una faena, y es que la carretera estrecha, las viviendas construidas casi a pie de playa – si es que allí hay pie, porque lo que abundan son los acantilados – y el tráfico hacían complicada la acción. Finalmente llegamos hasta donde queríamos, a la playa de Amió donde, pasadas las 8 de la tarde, todavía había gente bañándose y tomando la brisa marina. Cuando nosotros nos marchábamos había algunos que entonces llegaban para disfrutar del atardecer. Si no hubiésemos tenido que regresar a Santander – y no hubiésemos estado tan cansados – seguramente habríamos hecho lo mismo.
Día 5
En los días previos habíamos estado en algunos de los pueblos más bonitos de España, siendo ellos Santillana del Mar y Potes. En Cantabria todavía nos quedaban algunos por ver y el quinto día de viaje íbamos a pasar por dos más, pero antes de llegar a ellos haríamos alguna que otra parada.
Para acercarnos a esto pueblos debíamos adentrarnos en el Saja-Besaya, el parque natural más extenso de Cantabria, y sin saberlo acabaríamos cruzándolo par alargar la ruta al final del día. Pero antes de llegar al final del día comenzamos en un lugar muy interesante, y el lugar es conocido como La Fuentona, en Ruente, a muy pocos kilómetros de la capital Santander.
Tras detenernos en La Fuentona y hacer algunas fotos nos subimos de nuevo al coche y comenzamos a conducir hasta Carmona, un pequeño pueblo que aunque suene a andaluz es completamente cántabro.
Este pueblo, metido en el valle del río Saja, es el típico caserío de Cantabria en el que destaca la cría de la vaca tudanca y la artesanía en madera, siendo típicas de allí las albarcas. Yo iba en busca de esto y no lo encontré, y es que Carmona me pareció tan tan pueblo – y es un alago – que ni para el turismo estaba preparado.
Tras Carmona fuimos a otro de los pueblos estrella en Cantabria, ese al que todo el mundo va por ser chulísimo – aunque a mí, después, no me lo parecerá tanto. El pueblo en cuestión era Bárcena Mayor y se supone que en verano – o temporada alta – tenias que pagar por aparcar, aunque no fue nuestro caso. La afluencia esos días – supongo que por la Covid – era muy pequeña. El pueblo, sí, nos pareció bonito, pero ya sabíamos de antemano que estaba muy restaurado y no nos supuso una gran sorpresa. Aún así, valió la pena acercarse hasta él.
Como el día se nos había hecho corto decidimos alargar la ruta. Creía, yo, que con estos pueblos y la zona tendríamos bastante para pasar la jornada, pero el asunto fue más fugaz de lo que imaginé, así que decidimos atravesar el Saga-Besaya para ir hasta la otra parte del valle, ya casi en Castilla y León.
Nuestra siguiente parada fue Argüeso, pueblo en el que se conserva uno de los poco castillos medievales en la comunidad de Cantabria. A Argüeso tenía pensado ir en un principio, pero sobre mapa me pareció que estaba bastante lejos. No fue así y allí que acabamos. Al castillo no entramos porque nosotros llegamos cuando acababa de cerrar, pero comimos muy tranquilos a los pies del mismo en una zona habilitada para ello.
Desde Argüeso nos fuimos a Fontibre, donde nace el Ebro, y de Fontibre a Reinosa – porque estábamos allí, no por nada más. El nacimiento del río Ebro nos encantó, y en Reinosa merendamos unos hojaldres que casi nos dan diabetes pero que estaban buenísimos, y quedamos prendados de su plaza.
El día acabaría con un retorno a Santander y el descanso merecido.
Día 6
En el último día completo en Cantabria nos quedaba por visitar todavía un lugar que tenía pinta de ser una de las excursiones estrella. Se trataba de los Valles Pasiegos, una de las zonas más auténticas de la región y que tenía pinta de ser muy bonita.
El día lo comenzamos en Liérganes, otro de los pueblos más bonitos de España – solo nos quedó por ver uno en Cantabria – que, justamente, y en domingo, celebraba mercadillo. Allí nos surtimos de anchoas y quesos y comimos bollus preñaos.
Liérganes nos pareció bonito, sobre todo la parte del río, aunque como pasó el día anterior, acabamos pronto la visita – y eso que estuvimos un buen rato en el mercado semanal. Así que de Liérganes nos fuimos hasta otra de las visitas estrellas del viaje.
El románico abunda poco en Cantabria, pero hay un lugar que debe visitarse, y eso fue lo que nosotros hicimos ese domingo – y creo que pudimos visitarlo gracias al ser domingo. Ese lugar era la Colegiata de Santa Cruz, en Socobio. Esta colegiata, del s. XII, nos pareció chulisima y pudimos acceder porque acababan de hacer misa – hasta los topes, y poca distancia había entre las gentes.
Después de la colegiata buscamos un lugar para comer, así que nos adentramos en los Valles Pasiegos llegando hasta Vega de Pas, no sin hacer antes unas paradas obligatorias y poco comunes – algunas.
Una de las cosas que hicimos fue parar en Ontaneda y comprar algunos sobaos – el pueblo está lleno de obradores. Después seguimos nuestro camino hasta San Pedro del Romeral, no tanto por el pueblo en sí, sino por estar dispuesto en lo alto de los Valles Pasiegos y encontrarse allí algunos de los paisajes más espectaculares de la zona.
Dejamos San Pedro del Romeral atrás y decidimos adelantarnos un poco en el camino. Buscábamos algún lugar para poder comer nuestro pícnic y no había manera pero cabe decir que lo que íbamos encontrándonos por el camino era maravilloso. Esos paisajes, de verdad, fueron de los mejores que vimos en el viaje. Finalmente, y después de algunos kilómetros, fuimos a parar a un área de recreo venida a menos entre el pueblo de San Pedro y Vegaloscorrales.
Ahí sí que pudimos contemplar los Valles Pasiegos en todo su esplendor, con las cabañas salpicando el paisaje, las laderas todas parceladas, con lo profundo de la naturaleza – y de la vida que depende estrictamente de ella.
Condujimos por donde vinimos y nos fuimos hasta Vega de Pas, que íbamos allí por el mero hecho de pasar y acabamos tomando un café a la sombra la mar de tranquilos, con el aroma que desprendían los obradores de sobaos y descubrimos que en Vega de Pas se encuentra una de las plazas más bonitas de toda Cantabria – siempre, claro está, a juicio de Los Pobres También Viajamos.
Sin ninguna prisa pusimos rumbo, desde Vega de Pas, hasta Santander. Creyendo que íbamos a no detenernos más en el camino tuvimos que hacerlo a los pocos kilómetros, en Villacarriedo por su palacio barroco – maravilloso – que es ahora hotel, y gracias al Palacio de Soñanes me encontré con la casa más florida y más bonita de toda Cantabria – al menos de las que me encontré en el viaje.
Y después del palacio barroco y las casonas con flores, y disfrutando mucho del viaje, acabamos llegando a Santander. Queríamos, ese día, despedirnos de la ciudad comiendo tortilla de patatas. Buscamos un bar que no estuviese demasiado lleno – por lo de la seguridad – y nos tomamos algo allí. Al día siguiente, un lunes del junio más extraño de nuestras vidas, teníamos que conducir muchos kilómetros – casi la 232 al completo – para llegar a nuestras casas. Aunque, cierto es, esto no acababa aquí…
Día 7
El día de regreso, ese día en el que sabes que te quedan un montón de horas al volante pero que lo emprendes con ganas porque sabes, estás casi convencida, que lo que dices no es un adiós sino un hasta luego. Y eso es lo que nos pasó a nosotros, no dijimos un adiós a Cantabria, era un hasta luego, y mientras nos despedíamos nos detuvimos en Castro Urdiales, una de las localidades que o habíamos podido visitar los días anteriores. Como nos iba de paso acabamos parando en este pueblo que tiene el mayor ejemplo del gótico en Cantabria, la Iglesia de Santa María de la Asunción.
Pudimos visitar la iglesia porque ese día había misa – creo que era San Pedro – y también dimos un paseo por la localidad. No nos pareció tan y tan bonita – cosa que no quiere decir que no lo sea – pero si nos dio la sensación que en una situación normal – esto es, sin pandemia – Castro Urdiales sería un buen lugar para pasar una tarde tomando unas tapas y unas sidras o unas cañas. Ojalá poder regresar pronto sin tanta restricción, esto es, con una situación sanitaria mejorada.
Y hasta aquí nuestro viaje de 7 días por Cantabria, un viaje casi improvisado que al final no salió tan mal. La situación sanitaria no nos dejó hacer muchas cosas como nosotros hubiésemos querido pero, os seré sincera, nos permitió hacer muchas otras que tal vez no hubiésemos podido hacer.
Viajar de este modo, con mascarilla, con el gel hidroalcohólico a todas horas en las manos, con la distancia siempre presente – bueno, esto último no nos cuesta tanto – no es cómodo, pero es lo que se debe hacer si no queremos estar otra vez un montón de días metidos en casa. Al final son 3 normas sencillas que pueden cumplirse sin problemas, no son nada del mundo. De nosotros depende hacer esto ahora para poder hacer muchas otras cosas en el futuro.
Presupuesto
La verdad, no os voy a mentir, no echamos muchas cuentas de lo que nos íbamos gastando. El presupuesto era más o menos el de siempre, un alojamiento que no sobrepasase los 50 euros la noche dos personas (y eso encontré, fue éste). Busqué también que el alojamiento tuviese cocina para ahorrarnos dinero con las comidas y cenas. Aún así comimos fuera un día – en Potes – y nos gastamos unos 32 euros. También tomamos algunos pinchos de tortilla en Santander que acabarían suponiendo en total unos 25 euros. No hicimos mucho más, la situación no lo permitía, ya nos hubiera gustado a nosotros poder ir de pinchos tranquilamente por Santander – o cualquier otro lugar – pero el asunto no estaba para bromas.
Respecto al transporte, como siempre, coche propio y mano de diésel. Hicimos muchos kilómetros – nos tragamos dos veces la 232 -, yo cuento que unos 2.500. Sin pagar peajes y con el diésel a un precio más económico de lo normal, bueno, o a un precio que tendría que ser más o menos normal (rozando el euro, céntimo arriba, céntimo abajo) saldría por unos 150 o 180 euros en transporte.
En lo que respecta a las entradas pagamos en Santa María de Lebeña 2€ por cabeza, en Potes entramos en la torre y pagamos 3€ por cabeza (no vale la pena) y ya está. Todas las demás visitas fueron gratuitas así que salimos a 10 euros en total.
De este modo, el presupuesto quedaría así
7 noches de apartamento a más o menos 50€ la noche (fue algo menos, pero al ser un regalo no voy a decirlo todo): 350€ 2 personas
Gasóleo para el coche: unos 180€ más o menos.
Comida: unos 60 euros (teniendo en cuenta las compras en supermercado)
Entradas: 10€ dos personas
Total en 7 días de viaje: unos 600€/2 personas.
Y hasta aquí todo lo que tengo que contar sobre este viaje tan atípico a Cantabria. Intentaré daros detalles de las rutas por días en sucesivas entradas de aquellos lugares que más interesantes me parecieron. Mucho cuidado al viajar – y también en la vida diaria – para que podamos seguir viajando. Cuidaos mucho.
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¡Gracias!
Pues me ha gustado mucho vuestra ruta. Mi hija y yo esperamos pasar la primera semana de septiembre en Cantabria, si esta situación tan anómala nos lo permite, aunque queremos bajar un poco de vuestro ritmo y dedicar algunos días al Valle de Liébana y, en fin…todavía no tengo la ruta hecha. Es más, si tanto Cantabria como Asturias siguen recibiendo tanto turismo este verano igual nos quedamos en la Asturias Occidental, no tan bonita pero menos turística.
Tomo nota de todos vuestros consejos y sugerencias que ¡seguro que me serán muy útiles!
Emma
Me alegra que te haya gustado y, sobre todo, que te sea útil.
Nuestro ritmo es siempre extremo, no sabemos estar quietos. Como explico en el artículo, en otra circunstancia hubiésemos ido cambiando de zona pero… no pudo ser.
Cierto es que Cantabria y Asturias están recibiendo mucho turismo. Veremos si somos capaces de guardar las formas. Espero que podáis hacer vuestro viaje, eso querrá decir que nos habremos comportado todos correctamente.
Muchas gracias por comentar,
Marina.
Hola!!! Estaba leyendo tu post y me gustaría decirte que hubiera estado bien hacer el tour del incendio de Santander. Ya que al quemarse el centro histórico, hubierais visto la ciudad de otra manera. En esa época no se si ya salian los guías, pero sino hay una app donde vas siguiendo el recorrido y con las explicaciones.
En Cabezón de la Sal lo mismo, en la oficina de turismo hacen rutas gratis e informan de lo que tiene para ver.
Me parece curioso que no te gustará Barcena o Carmona ya que para mí son 2 de mis pueblos favoritos, sobre todo Carmona que no es nada turístico! Muy buen recorrido. Saludos!
Bueno, a gustos colores, y no es que no me gustasen, es que no me gustaron tanto como esperaba, pero son dos pueblos muy bonitos. Carmona, justamente, tiene eso, que no es nada turístico, pero otros me impactaron más – como Potes.
Respecto a las visitas, no, no había nada de eso. Piensa las fechas que eran – junio de 2020 – recién salidos del primer confinamiento perimetral y con la primera ola de la pandemia muy reciente. De hecho había muchos lugares que no estaban abiertos – como también explico – y muchos horarios que habían cambiado. Tampoco encontré mucha información al respecto ya que, como te digo, estaba todavía todo muy cerrado.
Aún así disfrutamos mucho de Cantabria, fue un buen primer contacto con esa tierra a la que seguro volveremos.
Gracias por leerme y por comentar.
Un abrazo.
Gracias por escribír este post y compartir la ruta! Este verano nos gustaría ir por el Norte y estoy cogiendo ideas… Gracias!!!
Qué bien que te sirva 🙂
Espero que podáis cumplir vuestros propósitos para este verano.
Un saludo,
Marina.
Me gusta viajar
Es una de las mejores cosas que nos regala la vida.
Mis más sinceras felicitaciones por tu blog. Ha sido de gran ayuda para nosotros en nuestro viaje a Cantabria. Decidimos alojarnos en Alojamiento Cantabria y estamos encantados con nuestra elección. Tuvimos la oportunidad de disfrutar de esta hermosa región junto a nuestros niños. Quiero agradecerte de corazón por tu arduo trabajo y dedicación. ¡Gracias por todo!
Muchas gracias, Ana.
Me alegra haberte sido de ayuda, y me alegra todavía más que hayas disfrutado tanto de Cantabria.
Un saludo.
Marina.