Creo que Mirambel – junto a Morella – fue uno de los primeros pueblos bonitos que me marcaron en mi infancia. Desde aquella primera vez, desde la primera impresión, han pasado más de dos décadas. Al pueblo he regresado otras veces, alguna de ellas por algo muy especial, pero ya hacía demasiado tiempo que no lo visitaba y tenía necesidad de ello. Mirambel llama, y mucho.
Yo no sé si tendría 10 años, la verdad es que no lo recuerdo, solo sé que era bastante jovencita. Con mis padres solía salir algún que otro fin de semana – cuando se les presentaba la oportunidad, ellos también hubieran podido escribir este blog – y nos escapábamos a los lugares que más o menos el tiempo y el dinero nos permitían. Una de esas veces, no sé en el marco de qué escapada, fuimos a parar a Mirambel. En aquellos tiempos – más de veinte años atrás – la carretera era un desastre – mucho más que hoy. Si querías ir a Miramel y subías por Morella, el Port de Querol era una odisea. Recuerdo que no tenía tiempo de subir al coche que ya teníamos que parar porque me había mareado. Mi vida era así de pequeña, he de confesarlo: viajar se convertía en un poco suplicio. Y no había biodramina que lo salvase. Recuerdo, de esos años, que me gustaba mucho ir a Morella – mi padre trabajó allí un tiempo -, pero el camino se me hacía insufrible. Recuerdo también el día en que, por fin, quitaron un poco de curvas de Querol, al menos aquéllas que iban desde el Barri d’Anroig hasta el Pont de la Bota. Algo habíamos ganado, me tocaría parar a vomitar más tarde.
La N-232 ha sido siempre un reto para mí, y parece que también para las administraciones. Para mí era un reto, y lo sigue siendo, porque esas curvas insufribles son una penitencia para quien padece de vértigo como yo. Todavía hoy quedan curvas horribles en la N-232, sobretodo el tramo que cruza el Matarraña; en más de una parte del trayecto no puedes conducir a más de 40 km/h, que esto para el turista/viajero es un coñazo, pero ni te digo lo que es para el que vive permanentemente allí. Igual es por eso que los que viven son muy pocos, y cada vez menos. Recuerdo, al respecto, un viaje que hicimos con los padres de Juanjo, un verano, así, de improviso, cuando al regresar – y también al partir – teníamos que pasar irremediablemente por la N-232 – como casi siempre – y nos pareció ver que aquellas máquinas que había allí paradas al lado de la carretera, una carretera en continua remodelación, pero una remodelación muy lenta – tan lenta que hasta hace nada era inexistente – se habían movido un poco, cuando el padre de Juanjo dijo: si esta carretera estuviese al lado de Madrid ya sería una autopista. Cuanta razón tenías, Pedro.
A día de hoy esas máquinas parece que se han puesto las pilas y la carretera, poco a poco, va tomando una forma un poco más civilizada. No sabemos cuánto tiempo van a demorarse en su tarea, pero esperamos que la espera valga la pena y el cambio en las comunicaciones sea positivo para todos. Pero vayamos a nuestra historia, la historia de amor con Mirambel.
Una historia de amor
Como os decía al principio, Mirambel es uno de mis primeros recuerdos de pueblo bonito. En mi mente guardaba la imagen de calles estrechas, casas que casi se besan en lo alto y mucha piedra. Recordaba, de Mirambel, una celosía en una fachada y a mi madre decir no sé qué de la Reina de España. No puse mucha atención en ello, ya de pequeña eso de reyes y reinas no era lo mío. También recuerdo visitar un establecimiento en el que mi padre fue a toparse con una antigua compañera suya de estudios, la hija de los dueños. Ese establecimiento hoy está cerrado, pero todavía tendría tiempo de disfrutar de él años después. Y esos años pasaron, y los dos que aquí aparecen se encontraron por el camino. Bueno, más bien decidieron empezar a caminar juntos. Y para celebrar que llevaban un año soportándose decidieron escaparse un fin de semana – bueno, mentira, de un domingo a un lunes – a Mirambel. De eso hace ya, de ese primer aniversario, casi 8 años. En esa ocasión nos alojamos allí una noche fría de finales de enero. Ése era todo el tiempo del que disponíamos, y el presupuesto era más bien escaso – no es que ahora, tanto tiempo después, las cosas hayan cambiado mucho. Pero regresar a Mirambel ya, aquella vez, fue todo un acierto.
Como he dicho, nos alojamos en ese hostal en el que había estado una decada y pico antes con mis padres. El local lo recordaba – sobretodo unos azulejos que había en la recepción – y pregunte por la señora que había estudiado con mi padre, y parecía que sí, que se acordaba. Ese local, en el que tan bien estuvimos esa noche, hoy se encuentra cerrado temporalmente – eso reza un cartel en la puerta principal. A cambio de ese local, uno de los pocos que siempre permanecía abierto en Mirambel, han surgido otros que le han dado a Mirambel vida – o eso nos parece a nosotros. Aun tuvimos tiempo de visitar Mirambel, muy apresuradamente, unos años después, tras nuestro paso por la feria de septiembre de Cantavieja, otro de los pueblos preciosos del Maestrazgo Turolense. Esa vez encontramos, en Mirambel, un local abierto – el que fue nuestro alojamiento años atrás – y a unas señoras de La Jana – mi pueblo – que habían hecho lo mismo que nosotros: tras Cantavieja habían decidido pasar por Mirambel. El paseo fue breve, no teníamos tiempo; nosotros teníamos que estar en Peñíscola a las 7 de la tarde porque tocábamos – siempre coincide la feria de Cantavieja con el fin de semana de la celebración de los Moros y Cristianos de la Ciudad en el Mar. La cuestión, que salimos de Mirambel pensando: jolín, con lo bonito que es y la poca gente que hay. Después de esa ocasión, fueron unas cuantas más las que quisimos visitar Mirambel. Una de tantas lo conseguimos, pero nos quedamos dormidos en el coche – esta historia es otra historia 🙂 – así que Mirambel se quedó ahí, por recorrer. Hasta ahora.
Visitar Mirambel
La visita a Mirambel no es moco de pavo. Me explico: su casco histórico medieval está considerado como uno de los mejor conservados de toda España. Tanto es así que en el año 1982 fue reconocido con el premio Europa Nostra, siendo la primera localidad española en recibirlo. Y ahora ya habiéndoos convencido, continuamos con la visita a Mirambel.
Convento de las Agustinas Ermitañas
Cuando nos detenemos frente a la localidad de Mirambel hay algo que destaca en ella, una pequeña torre cilíndrica que sobresale por encima de los muros del pueblo. Adosado a ella encontramos un edificio descomunal, de tres plantas, construido en mampostería y de planta rectangular y que data del 1564. Las celosías que dan al exterior son de admirar.
Portal de las Monjas
Si hay algo que destaca en Mirambel, es la celosía que cierra el portal que fue antigua puerta de la muralla. Seguro que si habéis visto fotos de Mirambel la de este lugar se habrá colado entre ellas. Y no es para menos, se trata de un espacio de lo más curioso que rompe con toda la uniformidad de piedra y ocre que prima en la localidad.
Este portal está adosado al convento de las Agustinas, así que ya sabéis de donde viene su nombre 🙂
Palacios Renacentistas
Mirambel está plagado de palacios. No exagero. Un pueblo de apenas 4 ha tiene 6 palacios, entre los cuales se encuentra el de los Aliaga, el más destacado palacio de todos los que se encuentran en el Maestrazgo turolense. Además de este palacio, encontramos otro de gran importancia, el de Casa Castellot, pero también hay otros de menor importancia como son Almudena, Pastor, Barceló o Costeras.
Además, debes alzar la vista y fijarte en lo que sobresale de los tejados de sus casas. Lo mejor de Mirambel está en las alturas.
Ayuntamiento
Es éste otro ejemplo de construcción renacentista, pero a diferencia de los demás ejemplos de arquitectura civil de la zona, la de Mirambel es una Casa Consistorial delicada que se funde perfectamente con el entorno señorial.
Castillo
Mirambel tenía castillo, y digo tenía porque en la actualidad solo queda de él el horno y poco más. Este edificio, construido por la Orden del Temple en el s. XIII, se convirtió en vivienda en el s. XIX y finalmente fue demolido en los años 50. Así que, Mirambel… nos hemos quedado sin castillo.
Casco urbano
Enlazando con lo que os acabo de decir, Mirambel tiene como principal interés su casco urbano. Éste estaba conformado en su núcleo central por el castillo – no puedo más que imaginar, y penar mucho por, como debía ser aquéllo -, por una iglesia reformada en el s. XVII y la calle Remolinos y el portal de San Roque. Más tarde Mirambel se expande y se construye el recinto amurallado que hoy se conoce – porque sí, Mirambel está amurallado – con cinco portales y la calle Mayor a lo largo de la cual se organizará la población. Este hecho hará que el conjunto tenga forma casi circular, característica que todavía a día de hoy, y debido al buen estado de conservación de la localidad, es muy evidente cuando se camina por sus calles.
Iglesia Parroquial de Santa Margarita
Como os he dicho arriba, la primitiva localidad de Mirambel se organizaba entorno al castillo y la iglesia, construcción ésta más tarde reformada, en el año 1679. Además, en el año 1836, y en el transcurso de la Primera Guerra Carlista, la iglesia sufrió un incendio, pero su estado de conservación es muy bueno a pesar de ello.
Así, para destacar algo entre algo que ya es muy destacado de por sí, son las cosas que no os podéis perder de Mirambel. Pero creedme: os va dar exactamente igual qué sea más destacable o menos en este pueblo. Mirambel es bello por sí solo, sin necesidad de buscar elementos importantes para darle algo de valor. Mirambel no necesita tener un museo – aunque sí tiene Centro de Interpretación -, ni tampoco una gran iglesia o un gran convento. Tampoco necesita de grandes plazas ni altas torres. Mirambel es bonito proque lo es. Mirambel es bonito en toda su tosquedad y austeridad, en esa ruralidad señorial, en esa antigüedad marcada.
Me parece que son pocas las excusas que se necesitan para visitar Mirambel, aunque no se encuentre en un entorno de valles verdes amenizado por el sonido de las límpidas aguas de riachuelos cantarines. El entorno de Mirambel es un entorno especial, es un entorno duro, una tierra difícil, de carácter estricto y relación complicada con el ser humano. Pero un entorno que está en perfecta armonía con lo que el ser humano ha construido; tal vez sea eso, ese entorno, lo que haya hecho que Mirambel sea así. No lo sé. Es mi impresión.
Más información
Web de Turismo del Maestrazgo
Mirambel en la web de Los Pueblos más Bonitos de España
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Los horarios de la oficina de turismo – año 2018 – son los siguientes:
Abierto de Lunes a Domingo (lunes tarde cerrado)
Mañanas de 11-14h
Tardes de 16-19h
Visitas guiadas:
Al Convento: 11:30h y 17:00h
Al Conjunto Histórico: 12:30h
Las salidas son desde la oficina de turismo
Aclaración: la carretera que menciono en el Matarraña ya está operativa y el hostal en el que nos quedamos a dormir también está abierto.
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2 pensamientos en “Mirambel | Una historia de amor”