Cuenca. Lo decimos así, en grande, y al principio. Sí, Cuenca, ciudad encantada, ciudad encantadora. Siempre quisimos visitar Cuenca, nos sonaba a magia. Y no, nos defraudó. Cuenca es mágica.
Esta escapada empezó en Alarcón – del que ya os hemos hablado en la entrada anterior – que nos sorprendió de tal modo que íbamos ya a Cuenca sublimados. Cuando finalmente llegamos a nuestro destino la entrada a la ciudad nos parece extraña ya que esperas algo que no encuentras a primera vista. Para disfrutar bien de Cuenca debes adentrarte en sus entrañas y subir hasta la cima y entonces, sí, Cuenca se muestra ante ti en todo su esplendor. Cuenca es de esos lugares coquetos, pequeño pero suficiente, que goza de los elementos necesarios para disfrutar de una estancia interesantísima. Cuenca es historia, forma parte de la Historia, y es bonita, muy bonita.
Cuenca ha estado ahí desde el paleolítico, pero no podemos decir que es tal hasta la época musulmana, momento en el que aparece la fortaleza de Qūnka. Debemos destacar el Fuero que Alfonso VII le otorga en el año 1177 y que sirve de modelo para fueros posteriores de Castilla, León, Aragón y Portugal. Aunque debemos decir, y trasladándonos a la actualidad, que lo mejor que le pudo pasar a Cuenca fue el ser declarada Ciudad Patrimonio de la Humanidad en el año 1996 que le ha permitido ser conocida en todo el mundo.
Siempre que vamos a un lugar nuevo lo hacemos ya informados, pero además al llegar allí nos dirigimos hasta la oficina de turismo – que en este caso se encuentra en la Plaza Mayor – para así cerciorarnos que aquello que hemos leído en las páginas web es así. Y es en la oficina de turismo de la ciudad donde nos enteramos que podemos visitar Cuenca de forma subterránea, pero eso lo haremos por la tarde.
Embelesados por la fantástica Plaza Mayor de la ciudad, nos sentimos atraídos por la Catedral que domina, junto al edificio del Ayuntamiento, el espacio que ante nosotros se presenta.
La catedral de Cuenca, en la que los Plantagenet dejaron su huella, empezó a construirse en el s. XII aunque es transformada durante los siglos venideros, adaptándose a los diferentes estilos que han ido sucediéndose a lo largo de la historia. El aspecto actual de la catedral poco tiene que ver con aquello que fue en un principio y su fachada tan característica es de reciente construcción ya que fue derruida en el s. XX para recontruirse después siguiendo las pautas del estilo neogótico.
Nuestra visita a la catedral dura aproximadamente una hora y la hacemos acompañados de una audioguía. Por aquellos tiempos el precio de la entrada no nos parece excesivo, pero sabemos que hoy por hoy ha aumentado bastante.
*os recomendamos que, si vais a visitar la ciudad, barajéis la posibilidad de sacaros la Tarjeta Turística de Cuenca para que podáis ahorraros dinero en las entradas a los monumentos. Nuestra visita fue hace ya 4 años y las tarifas han cambiado desde aquellos días.
Pero lo verdaderamente bonito de los lugares como Cuenca es poder pasear por sus calles estrechas y sinuosas que esconden miles de secretos y susurran historias a los caminantes que por ellas transitan. Casi una decena de rutas temáticas son las que pueden disfrutarse en la ciudad, y que nos permiten descubrir Cuenca desde todos los ángulos y momentos de la historia: callejuelas que pertenecen a la judería o amplias vías plagadas de casas señoriales se presentan ante nuestros ojos si lo que decidimos es recorrer la ciudad andando. Subir hasta lo más alto y llegar al lugar donde antaño había un castillo nos hará sentir pequeños y privilegiados a la vez al poder estar disfrutando de aquél lugar tan maravilloso.
Desde las alturas se divisa magníficamente la hoz del Júcar y una imagina cómo debía ser aquello antaño cuando el río estaba vivo. Y desde esas mismas alturas se ve como el lecho fluvial abraza una construcción robusta y elegante: el Convento de San Pablo. En ese momento te das cuenta que si quieres llegar hasta él debes ser valiente y atreverte a cruzar el puente colgante de color rojo y aunque sople un viento huracanado, debes esforzarte y seguir el camino hasta la meta. Desde este punto de la ciudad – o fuera de ella – tienes unas vistas privilegiadas de la población, aunque tampoco es desmerecida la visita del antiguo convento que mezcla elegantemente el estilo gótico y renacentista.
Deshacer el camino es obligatorio para poder seguir disfrutando del paseo por la ciudad y observar desde cerca las célebres casas colgadas que están presentes desde el s. XV y han visto pasar los años mirando al Júcar. Aunque sólo se conservan tres de esas casas, y de forma muy restaurada, podemos hacernos una idea del aspecto que debía tener la silueta conquense siglos atrás.
Nuestra última visita la guardamos para algo que os hemos mencionado al principio: la Cuenca subterránea. Nos adentramos en el Túnel calle Alfonso VIII que formó parte de las galerías medievales, pero también fue refugio en la Guerra Civil Española. Es esta última una de las visitas que recomendamos con más ganas ya que se sale de lo común y es realmente enriquecedora. Y otra cosa más… no os vayáis de Cuenca sin probar el Resoli, o llevaros una botella entera, como nosotros hicimos, ¡qué barbaridad!
Datos de interés:
Los horarios y tarifas de los diferentes monumentos podéis encontrarlos, como siempre, en los diferentes enlaces que van apareciendo a lo largo del texto.
Esta es nuestra propuesta de visita a la ciudad si disponéis de tiempo escaso como nosotros, pero debemos deciros que Cuenca tiene muchísimas más cosas a disfrutar y que aquí podéis encontrar también todos los enlaces necesarios para construiros vuestra propia ruta, aunque esperamos haberos servido de inspiración.