Périgueux es un buen centro de operaciones para descubrir la zona. Una ciudad que se encuentra en medio del Périgord Negro y el Verde permite ir descubriendo los lugares de la zona a pocos kilómetros a la redonda. A priori. Y digo esto porque después las distancias, aunque cortas, se dilatan en el tiempo por ser las carreteras algo complicadas. Pero dejemos este tema para más adelante.
Si estás en Périgueux seguramente querrás tomar un día de descanso de tanto kilómetro, pero no por ello vas a quedarte sin visitar nada. Y eso es lo que hicimos nosotros nuestro segunda día de viaje. Después de haber estado conduciendo medía jornada desde España y cansados de haber estado transitando por muchas carreteras departamentales decidimos que el segundo día de viaje íbamos a pasarlo en Périgueux y alrededores.
En este viaje dejo un poco al aire la ruta, y es que quiero que sea JJ el que escoja lo que vamos a ver. Obviamente hgo un trabajo de campo bastante extenso los meses previos antes de comenzar nuestra aventura por el Périgord, pero no dejo nada atado, todo està por decidir.
De ese modo, y el mismo día por la mañana mientras visitamos tranquilamente la ciudad de Périgueux nos acercamos a la oficina de turismo. ¿Qué hay de interés para ver cerca de aquí?La informadora nos da algunas claves, entre las que se encuetra un lugar que ya había marcado en el mapa yo previamente. Se trata de una abadía muy cercana a la ciudad en la que nos alojamos, pero además sumamos un castillo y un pueblo que nos dicen tenía encanto por estar muy cerca del río.
La ruta por los alrededores de Périgueux
Una abadía
Muy cerca de Périgueux, tan cerca que ni te das cuenta que sales de la ciudad, se encuentra la Abadía de Chancelade cuyos edificios datan del s. XII. Concretamente, fue en el año 1120 cuando unos monjes se agruparon alrededor de una fuente (de ahí viene el nombre de Chancelade) y decidieron organizarse en comunidad adoptando la regla de la vida de San Agustín.
La abadía pasa, como todo en esa zona de Francia, por conflictos que marcaron su destino. El más sonado es la Guerra de los Cien Años, pero también la de Religiones, y al final de la misma en la abadía solo había ruinas. Aún así, y poco tiempo después – en el año 1614 – Alain de Solminihac decide suceder al abad anterior – y que era su tío – para comenzar con la reforma de la abadía.
Pero las aguas quedan mansas por poco tiempo, y es que en los años de la Revolución Francesa desapareció cualquier tipo de vida monástica. Hasta el año 1992. Fue a partir de entonces cuando regresaron los canónigos regulares, aunque ya en el año 1950 la abadía había empezado a restaurarse.
Aunque la fama de esta abadía no sea mucha, ni tampoco sea uno de esos lugares que toda persona que va a visitar el Périgord tiene ganas de ver, bien es cierto que si te gusta la arquitectura medieval y también la historia de esa época esta abadía no te va a dejar indiferente. Como la visita es libre – y no encontramos a nadie más que la esté haciendo – podemos estar tanto tiempo como nos de la gana entre esas paredes de piedra. Y lo agradecemos mucho, porque ese día hace un calor insoportable en la calle y dentro de la iglesia hay como 10 grados menos de temperatura.
El lugar es bonito, pero rompe su belleza la continua sucesión de andamios y obras. No es que estén construyendo nada nuevo sino que desde que empezó a trabajarse en la restauración del edificio las intervenciones allí son constantes. Es por eso que no se puede visitar el Loggis Abatial por estar restaurándose en la actualidad pero si puedes ver la iglesia de la abadía y la capilla de San Juan, iglesia parroquial consagrada en el año 1147.
A nosotros nos gusta mucho dejarnos caer por allí por dos cosas: porque el sitio merece verdaderamente la pena, y porque lo vamos a visitar solos. ¿Por qué se pasa tan poca gente por Chancellade?
💰La entrada es gratuita.
⌚️Abierto todos los días de 08:00h a 20:00h.
⚠️No se puede visitar durante los oficios religiosos (duran 15′ y son a las 08:00h, 12:15h y 17:45h)
Un pueblo
Nos encontramos en la primera fase de nuestro viaje, y vamos a medio gas. Nos dicen algunas voces que lo bueno está todavía por venir pero nosotros queremos aprovechar para descubrir también esa parte del Périgord menos conocida. Y es por eso que decidimos acercarnos hasta el pueblo de Saint-Astier.
El pueblo de Saint-Astier es conocido por un par de cosas, más allá de ser un pueblo con encanto –más o menos: por su cal y por estar allí el Centro Nacional de Entrenamiento de Fuerzas de Gendarmería. Y son esas dos cosas las que llaman la atención y que sorprenden cuando te acercas a la ciudad. Encontrarte con esos elementos después de haber conducido por carreteras sinuosas que discurren a través de una vegetación muy frondosa y paisajes ondulados con pinceladas de azul verdoso por ser el río omnipresente rompen un poco con la rutina. Sí, transitar por el Périgord es todo eso que te han contado alguna vez: pueblos hechos en piedra marrón, campos verdes, pendientes que van y vienen casi sin darte cuenta. Y curvas, muchas curvas.
La impresión que nos da Saint-Astier al llegar es casi de indiferencia. Es un pueblo que no parece ofrecer mucho, pero ya que estamos decidimos darnos una vuelta por él. Como siempre digo, lo primero que buscamos cuando llegamos a un nuevo lugar es la iglesia: seguro que allí estará el centro neurálgico/histórico de la localidad. Y pocas veces nos equivocamos – solo recuerdo haber errado en Monells. Y lo que hacemos en este pequeño pueblo del Périgord Blanco es irnos hasta su iglesia, que resulta encontrarse en el centro de una plazuela a la que se accede cruzando un arco.
Esta iglesia, la de Saint-Astier, tiene aspecto de fortaleza. Su campanario parece una torre de castillo, y es que la iglesia estuvo fortificada, allá por el siglo XIII cuando esta localidad se encontraba entre las 34 fortificadas del Périgord, aunque la iglesia data del s. XI.
En Saint-Astier abundan las casas à colombages, esto es, de entramados. En el poco espacio que ocupa su centro histórico son varias las viviendas de este tipo que nos llaman la atención. En la misma fachada en la que se encuentra la oficina de turismo – una oficina no muy frecuentada -, en la calle que va de lo alto de la plaza de la iglesia hasta la orilla del río, una colección de edificaciones de aspecto medieval son un perfecto preludio para todo lo que vamos a ver a partir de ahora en el Périgord.
De hecho, lo que más destaca en esta localidad es justamente la ribera con su puente construido en el s. XIX y desde que se tiene una imagen bastante atractiva de este pueblo. El río, en el Périgord, está muy presente, por ello hay múltiples actividades para hacer cerca de él. De hecho en Saint-Astier hay una vía verde que nosotros no aprovechamos. Sí, tenía en mente hacer alguna escapada senderista por las tierras del Périgord, pero estamos a principio del viaje y con la panzada de kilómetros en coche del día anterior no nos apetece. Pero ahí dejo el dato, por si os interesa.
La visita a este pueblo es bastante fugaz, lo que hay que ver es todo lo que os acabo de contar, pero todavía nos queda una pequeña sorpresa en forma de callejuelas estrechas repletas de casas de piedra y ventanas de color azul. En la plaza, con la iglesia a mano derecha, tuerces en dirección contraria, son apenas un par de callejones, pero qué regusto tan romántico dejan en el visitante.
Y poco más queda en Saint-Astier, así que después de pasar por los baños que se encuentran en el centro social/biblioteca frente al que hemos aparcado ponemos rumbo a nuestro próximo descubrimiento.
Encuentra más información sobre Saint-Astier en este enlace.
Un castillo
La triada de la jornada la completa un castillo al que vamos por estar cerca de la localidad que acabamos de visitar. Será el primer castillo que visitaremos en este viaje, aunque teníamos pensado visitar muchos más de camino a Périgueux. Nada de eso sucedió, y es que este viaje sería más largo de lo normal. Ya tendríamos tiempo de ver castillos en los próximos días. Pero ya no podemos aguantar más y decidimos acercarnos hasta el castillo de Grignols.
Me hace especial gracia ir allí, y es que mi apellido es muy similar al nombre del pueblo donde está la fortaleza que es nuestro próximo objetivo de visita. Bueno, o intento de visita, Ahora sabréis el porqué.
Nos hablan del castillo en la oficina de turismo de Périgueux, pero allí también nos dicen que la mayor parte de los castillos para visitar están en el Périgord Negro. Eso ya lo sé, llevo estudiándolos muchos años – desde que monté este viaje por primera vez –, pero me interesa saber lo que hay por esa zona. La chica de turismo apunta hacia Grignols y teniendo en cuenta que está a escasos kilómetros de Saint-Astier decidimos acercarnos. Escasos kilómetros dice… sí, pero el tiempo…
Ponemos en el GPS el nombre de la localidad y comenzamos a conducir. 10 km en 14′, eso es lo que nos indica. Pues vayamos a ello. Los 10 kilómetros, sí, serán ciertos, pero lo de los 14′ no lo es tanto. Comenzamos a darnos cuenta de lo que va a ser tónica general en nuestro viaje. Las carreteras en Francia, cuando sales de la ruta principal, dejan mucho que desear. Las comunicaciones entre pueblos pequeños son nefastas, curva aquí, curva allá, adelántame, adelántame.
La carretera transita más o menos bien hasta los tres o cuatro kilómetros últimos. En ese momento pensamos que quién nos ha mandado meternos en ese percal. Pero finalmente llegaos a Grignols y veos, en lo alto de la localidad, el castillo. ¿Cómo se llega a él?
Seguimos las indicaciones – no muy abundantes – y acabamos saliendo del pueblo para continuar por una carretera que por la que acabamos torciendo a la izquierda y nos metemos en un camino que nos parece rural, pero creo que conecta poblaciones. No lo sé, no me doy cuenta de lo que hay a i alrededor, solo sé que la última indicación que hemos visto del castillo ponía que había 1 km y llevaos ya más de 3 conducidos. Algo hemos hecho mal.
Decidimos entonces poner el nombre del castillo en el GPS del teléfono móvil. Sí, algo hemos hecho mal, no girar a la izquierda unos kilómetros atrás. ¿Pero es que había algún tipo de indicación? Nosotros no la hemos visto…
Damos media vuelta como podemos y ponemos de nuevo rumbo al pueblo de Grignols. Conducimos con mucho cuidado, para no saltarnos de nuevo la indicación. Tras unos arbustos vemos la señal del châteu que indica que nos queda algo menos de un kilómetro. Giramos a la derecha, nos metemos por un camino todavía más estrecho y de un firme nada uniforme con unos baches que parecen agujeros negros, con salientes que si no vas con cuidado te meten un buen viaje a los bajos del coche. Proferimos improperios, ¿es que no arreglan los caminos en Francia o qué? Dejan los caminos así en mi pueblo y el concejal de turno sale a hombros.
Al final llegamos al castillo. Al poco tiempo que nosotros aparece una pareja que se acerca también al castillo. Pero… ¿cómo narices se visita?
El castillo de Grignols, cuna de los Condes Talleyrand Périgord, data del s. XIII. El que vemos hoy, porque en el siglo V ya había un castillo hecho en madera del que hoy queda nada. El castillo de piedra nace en la época de las invasiones normandas, cuando la necesidad de defensa hace que se construya una fortaleza de piedra. El castillo se convierte en aliado de Inglaterra durante la Guerra de los Cien Años. Desde entonces pasará por distintas manos, y hasta la actualidad, que está en manos privadas.
Y sí, el castillo está en manos privadas, y no se puede visitar. Pero nosotros queremos acercarnos lo más posible y buscamos el modo de hacerlo. La pareja que ha venido después sigue nuestros pasos pero resultan no ser los correctos, así que los deshacemos. Ellos desisten, pero nosotros no. A mano derecha hay otro camino – y es que nos habíamos metido por un matorral que estaba a la izquierda – que parece mucho más lógico que allí se encuentre el sendero hacia las puertas del castillo.
Lo seguimos. Torcemos a la izquierda. Una reja abierta. La cruzamos. ¿Qué narices es esto? Parece que nos hemos metido en una propiedad privada. ¿Es un hotel? No acabamos de entender dónde estamos, pero la cuestión es que el castillo de Grignols está cerrado. Deducimos que allí debía haber un hotel con encanto – y caro – que ha terminado por dejar de funcionar. Y no nos extraña, con lo difícil que es llegar allí, por mucho castillo que haya ya me dirás tú quién se va a alojar en aquel lugar.
Nos vamos de allí, no nos parece que haya mucho para ver porque, más que nada, no se puede ver, y regresamos al pueblo. Y es una lástima que no pueda visitarse porque es uno de los castillos mejor conservados de la región. Deshacemos el camino, ahora un poco más cuidadosos en lo que a la conducción se refiere.
Grignols, por su parte, es un pueblo muy pequeño pero con bastante encanto. Casas de piedra, puertas y ventanas de colores, muchas plantas y flores. Y una calma absoluta. Casi no hay nadie allí, somos los únicos visitantes, y no sé si vivirá alguien. Comprendemos – empezamos a comprender – que las gentes allí viven no lo hacen en núcleos de población en forma de aglomeración, sino que se dispersan mucho por el campo.
El pueblo conserva algunas mansiones antiguas que están hoy en día restauradas y en bastante bien estado. Esto hace que el conjunto, reunido en torno a la plaza de la villa, le haya hecho ganar el sobrenombre de pintoresco al lugar. De hecho, el sitio es muy bonito y sabiendo que no es de las cosas más espectaculares del Périgord, y a pesar de las carreteras desastrosas que nos han llevado hasta a él, me parece que es un sitio bonito para ver y que se sale del circuito típico de la zona.
En este enlace – en francés – encontrarás más información sobre la localidad.
La ruta
Y ahora os estaréis preguntando: ¿vale la pena desplazarte hasta aquí? Si no tienes tiempo o estas de paso, pues no, no vale la pena. No la vale porque no es uno de esos lugares que digas “tengo que estar allí sí o sí”, pero si tienes tiempo y te apetece ver algo diferente y auténtico de la zona, es una buena opción.
De las tres cosas que te presento en esta ruta la más recomendable es la abadía ya que se encuentra a las puertas mismas de Périgueux y de verdad que es muy interesante. Es una lástima, por otra parte, que el castillo de Grignols esté cerrado al público porque tiene una pinta maravillosa. Será el primero que nos encontremos así, pero no el último. Y es que tantas revoluciones y desamortizaciones para que las propiedades recaigan en manos de los mismos y el pueblo encuentre siempre la puerta cerrada…
Excelentes postales!
¡Muchas gracias!
Me alegra que te gusten 🙂