Estamos ya a jueves, y es nuestro último día en Berlín. Antes de coger el vuelo low cost – ya sabéis que el nuestro es un modo de viajar barato – queremos aprovehcar la mañana para hacer una última visita a la capital Alemana. Sin ningún tipo de plan más que visitar la Universidad – capricho mío, allí estudió Marx -, emprendemos el camino que nos llevará por última vez, al menos por ahora, a nuestra querida Alexanderplatz.
Hacemos las maletas apenados y dejamos la habitación. En la recepción del hotel acabamos de pagar la estancia y les pedimos que nos guarden el equipaje, cosa que hacen sin ningún tipo de problema. Salimos a la calle y bajamos a la estación de metro para comprar el desayuno, volvemos a subir y comenzamos a caminar otra vez hasta el centro de la ciudad, pero hoy mucho más tranquilos, mucho más lento, disfrutando las últimas horas que nos quedan en Berlín.
En la misma calle en la que se encuentra nuestro hotel, Rosensthaler, vemos otra vez ese edificio que nos llamó la atención un par de días antes. Al acercarnos y observar más pausadamente su entorno vemos lo que sigue en el suelo:
Nos damos cuenta entonces que muchas de las casas de la calle tienen esa misma placa en la acera, y debe ser tónica general en Berlín, aunque ya no tenemos tiempo para asegurarnos de ello.
Nos adentramos en el edificio – el número 39 – y vemos que las paredes están llenas de pintadas. Nos damos cuenta en ese momento que estamos en el Centro Anna Frank: un gran grafitti en la pared nos lo dice.
Cruzamos un poco más allá, y vemos como una Eva y un Adán – eso suponemos que son – custodian la puerta. Detrás de ésta un patio interior lleno de esculturas de hierro y pintadas en la pared preciosas. Una galería de arte en plena calle.
Se trata de la Casa Schwarzenberg, donde un colectivo de artistas tienen allí su centro de exposiciones. Nosotros no llegamos a visitarlo, pero si nos deleitamos con las pintadas exteriores.
Seguimos nuestro camino y nos detenemos en el Hackescher Markt donde hay un mercadillo de artesanía y antigüedades. Nos damos una vuelta tranquila y nos llevamos de allí un souvenir, una postal por 20 cts que no mostramos porque es un poco… como decirlo… no apta para todas las edades.
Seguimos hasta Alexanderplatz, otra vez, porque no queremos irnos de Berlín sin volver a estar allí.
Nos fijamos en ese edifico rojo que hay ahí al lado: se trata de el Rathaus – o ayuntamiento. Vemos a dos guardias delante y nos acercamos a preguntar, en inglés:
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¿Podemos entrar? – decimos.
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Sí, claro – nos contestan sonrientes.
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Pero… queremos visitarlo.
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Sí, sí, pasad, pasad.
Y así entramos en el consistorio de la ciudad. Saludamos a los que allí trabajan y subimos las escaleras. Damos una vuelta, libremente, por el edificio. Encontramos a mano izquierda una maqueta enorme de la ciudad. El edificio es atractivo, pero no tiene más aunque, para nosotros, ha sido curioso meternos allí.
Tras el Ayuntamiento, una última vuelta por ese barrio tan coqueto de San Nicolás que tanto nos gustó días antes.
Nuestro último lugar a visitar, lugar al que quiero ir desde el primer día que llegué a Berlín, es la Universidad Humboldt. En ella estudiaron personajes como Einstein o Marx, Fichte o Max Planck. En total, son 29 los premios Nobel que han estudiado allí – le dan a una ganas hacer traslado de matrícula, a ver si hay suerte…
El edificio es de principios del s. XIX, de un color blanco roto, muy solemne, pero bonito. Abrimos las puertas de la sabiduría y nos encontramos con esta maravilla:
Se trata de una instalación que estuvo a punto de desaparecer eternamente pero que, al final, decidieron mantener. En ella podemos leer la tesis número 11 de Feuerbachescrita por el filósofo Karl Marx:
Die Philosophen haben die Welt nur verschieden interpretiert, es kommt aber darauf an, sie zu verändern.
Los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo de diversas maneras, pero de lo que se trata es de transformarlo.
Mi tesis favoritoa (aquí podéisleerlas todas) como filósofa política. Me emociono al estar delante de aquello.
Subimos las escaleras, en las que vemos escrito en cada peldaño: Recuerda los Pasos. Llegamos a la primera planta del edificio y vemos un montón de fotos con un montón de gentes brillantes que han estudiado allí. Nos sentimos tan prescindibles en ese momento…
Pero ya va siendo hora de volver al hotel así que nos hacemos con nuestros últimos currywurst, nos subimos al metro y recogemos las maletas en el hotel. Volvemos a Alexanderplatz para coger el tren directo al aeropuerto, y tras preguntar en información nos vamos hasta la vía indicada. Tras 30′ de espera eternos nos subimos a un tren que resulta parar en la estación siguiente porque ese día las vías están cortadas por obras. Nuestra cara debe ser un poema, porque un señor mayor, muy amablemente, nos acompaña hasta las vías donde debemos coger la línea de metro que nos llevará hasta al aeropuerto. Muy agradecidos nos despedimos de él. Llegamos finalmente al aeropuerto con el tiempo suficiente y nos disponemos a embarcar a nuestro vuelo barato – de qué tipo si no… – y dejar Berlín muy apenados.
Tras tres horas de vuelo llegamos a València. Nuestra aventura alemana ha terminado, pero seguro que por poco tiempo, claro que sí: Berlín, ¡volveremos!
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