Matarraña | Los pueblos donde querrás perderte.

En la provincia de Teruel existe una comarca que jamás hubieses imaginado que pudiese existir allí. Paisajes de ensueño, pueblos bonitos y una naturaleza exuberante son lo que hacen de este pedacito de tierra uno de los más especiales de todo Aragón.


Empiezo diciendo que este artículo va a estar en permanente construcción y que nace de otro artículo anterior, que data del año 2016 y que empezó siendo un compendio de 5 pueblos.

El Matarraña (o Matarranya) es una comarca turolense pegada a las provincias de Castelló y Tarragona, y que se caracteriza por sus pueblos construidos en piedra arrapados a la ladera de la montaña. Dicen algunos que el Matarraña es la Toscana española por la tipología constructiva, por lo dulce de sus paisajes – no todos – y por el modo de vida que se ha denominado como slow – tranquilo, vamos.

El Matarraña, sí, es todo eso: es pueblos bonitos, es paisajes bucólicos y es una vida tranquila. Una vida tranquila porque sin mucha población el barullo es complicado. El Matarraña forma parte también de eso que llamamos España Vaciada, de esos lugares que se han quedado sin gentes porque las oportunidades de vida se han trasladado a otros lugares. Afortunadamente algunos se han quedado allí y han conseguido mantener el carácter y la vitalidad de estos pequeños núcleos poblacionales que son un verdadero regalo para el viajero.

Peñarroya de Tastavins visto desde Monroyo

El Matarraña está formado por 18 pueblos de los cuales he visitado, más o menos, la mitad. Lo he hecho a lo largo de toda mi vida, en distintas ocasiones y por razones distintas. A Peñarroya de Tastavins he ido a dar un concierto – vaya vendaval, qué manera de sufrir -, también he tocado en Valderrobres, pero Valderrobres lo he visitado en otras múltiples ocasiones porque es uno de los pueblos más bonitos de toda la comarca – y puede que el más conocido.

Pero el Matarraña no solo vive de Valderrobres, y es que por pequeño que sea, por poco que tengan, los pueblos del Matarraña siempre tienen algo que los hace especiales. Recuerdo aquella vez que íbamos ¿a Alcañiz?, una excursión dominguera de esas que te permites cuando no puedes permitirte nada más, y paramos a desayunar en Torredarques (Torre de Arcas) y quedamos prendados de algunos de los detalles arquitectónicos que el pueblo había conseguido mantener en pie. A día de hoy en Torre de Arcas no viven ni 100 personas.

Monroyo

Pero también recuerdo Cretas (Queretes, qué nombre tan bonito), con esa plaza tan pequeñita pero tan coqueta, con las flores… Un pequeño pueblo que queda fagocitado por otros pueblos de alrededor como Calaceite, uno de mis pueblos preferidos del Matarraña.

Aunque el Matarraña no es solo un conjunto de pueblos bonitos, es también un espacio natural valiosísimo que alberga algunos de los must turísticos de naturaleza como la ruta del Parrizal, en Beceite, u otros espacios como el Embalse de Pena, también en Beceite. Pero también tienes yacimientos íberos, e incluso esqueletos de dinosaurio, porque el Matarraña es territorio Dinopolis. Pero yo aquí no he venido a hablar de naturaleza ni dinosaurios – yo creo que eso queda para otra ocasión – sino de los pueblos bonitos que hay en esta comarca. Y eso es lo que voy a hacer a la de ya.

Si quieres saber más cosas sobre el Matarraña visita🔗 su web, y si te apetece visitar los distintos espacios del territorio Dinopolis te recomiendo también que eches un vistazo a 🔗este enlace.

Los pueblos del Matarraña

Ya te he dicho que este artículo va a estar en construcción, y es que no voy a hablar de todos los pueblos, sino de aquellos pueblos que hemos visitado para poder decirte qué es lo que más nos ha gustado. El orden de la lista es aleatorio, no tiene sentido alguno. Aunque algunos pueblos tienen más patrimonio que otros y son más monumentales, y como te he dicho más arriba, todos y cada uno de ellos tienen algo que los hace interesantes. Allá vamos.

Monroyo

Monroyo es un pequeño pueblo que se encuentra a las puertas del Matarraña, siempre visto desde nuestra perspectiva, que es la de aquellos que viajan desde Castelló. No es el primer pueblo del Matarranya, y como me corregían en Instagram, ya que el primer pueblo es Torre de Arcas, muy pegado a la frontera con la Comunitat Valenciana.

Monroyo tiene un par de cosas que merecen mención. La primera de ellas es su plaza del Ayuntamiento, porticada, con edificaciones típicas aragonesas, y con una cárcel medieval muy bien conservada y que puede visitarse de forma libre. El otro hito de Monroyo es el Mirador de la Muela, lugar en el que se encontraba el antiguo castillo, hoy en ruinas, desde el que se tienen unas vistas increíbles de todo el entorno llegando la vista hasta Peñarroya de Tastavins.

En ese punto encontramos también la Torre de las Horas que data de época carlista y en la que posteriormente se instaló un reloj.

Callejear por Monroyo es una acción de obligado cumplimiento. Admirar el Portal de Santo Domingo o la Iglesia Parroquial son algunas de las cosas que debes hacer. También debes tener en mente que pasear por este pueblo, como por tantos otros del Matarraña, te va a suponer un subir y bajar escaleras, un ir arriba y abajo. Pero sarna con gusto no pica, ¿verdad?

Beceite

Beceite es otro de esos pueblos que debes conocer, aunque seguro que te suena por su famosa ruta del Parrizal, una de las más frecuentadas por viajeros, y no es de extrañar porque es una maravilla de sitio. Pero además de la ruta del Parrizal en Beceite puedes hacer otras rutas, como por todo el Matararnya, y adaptadas a todos los niveles.

Como aquí no vengo a hablar de naturaleza sino de pueblos bonitos, voy a decirte que el Ayuntamiento, el Portal de San Antonio, la Iglesia Parroquial, de factura gótica, también los Molinos papeleros, los antiguos palacios, esas calles recoletas, esas flores y toda esa piedra, hacen de Beceite otro de esos pueblos que te obligan a detener el ritmo y disfrutar de la vida con más tranquilidad.

Una calle cualquiera en Beceite.

Cretas

Cretas, o Queretes – y es que en el Matarraña hablan dos lenguas – es un pequeño pueblo pegado a Calaceite que solo he visitado una vez y que siempre he querido volver a pisar, aunque todavía no he podido.

De Queretas lo que más me sorprendió aquel caluroso día de verano que lo visité fue el color de su piedra, un ocre límpido, uniforme, solo moteado por el rojo de los claveles que se asomaban a través de la rejería de los balcones. Puede que mi recuerdo de Cretas sea un recuerdo edulcorado, no lo sé, solo puede decir que el recuerdo está ahí.

También recuerdo ese arco casi apuntado que daba paso a la plaza. Recuerdo también, y con mucha claridad, la paz que se respiraba. De Cretas tengo un recuerdo maravilloso que quiero refrescar. Lo haré.

Cretas, la única foto que tengo del pueblo, y data del 2014.

Y por fin refresco el recuerdo, un último domingo del mes de septiembre de 2021.

¿Cretas es como me lo imaginaba? No, Cretas es mejor. Quertes – también lo vamos a llamar así, ¿no? – es piedra, mucha piedra, muy señorial ella. Es plantas, y es calles estrechas llenas de palacetes amplísimos. Es también una gran iglesia, y es también recuerdo íbero. Pues sí, refrescar la memoria, y sacar algunas fotos decentes del pueblo, era obligatorio. Cretas, otro imprescindible en el Matarraña.

Calaceite

Calaceite, para mí, es uno de los pueblos más bonitos del Matarraña. También lo es de los más bonitos de España, y no es de extrañar porque Calaceite es una burrada de chulo.

Es que Calaceite no necesita monumentos ni nada por el estilo para ser visitado, es que Calaceite es un monumento en sí mismo. De los primero s recuerdos de aquel lugar se han ido intensificando las sensaciones ya que lo he visitado en múltiples ocasiones y todas ellas han supuesto un gozo extremo para los sentidos.

La plaza del Ayuntamiento, una maravilla toda ella, con esos soportales, ese empedrado, esos edificios señoriales. Esos rincones de ensueño llenos de vegetación, que se abre paso entre la piedra. Esa iglesia barroca que pese a ser barroca me parece maravillosa – ya sabéis que estos pobres viajeros son poco amantes de lo barroco -, aunque en cualquiera de sus calles vas a encontrar algo que te dejará con la boca abierta.

Si te digo que estoy en la Provenza o la Toscana te lo crees, ¿a que sí?

Valderrobres

Vayamos con el pueblo. Valderrobres es también una montumentalidad de lugar, un poco mayor que el resto de pueblos, pero no por ello menos bello. Valderrobres, a lo lejos, es ya todo un festival: el castillo en lo alto, el pueblo que se desparrama hasta el río.

Cuando te posicionas en medio del puente, ese puente tan maravilloso que permite salvar las aguas del río Matarraña y que te guía hasta las puertas mismas de la localidad, literalmente hablando. En Valderrobres te da la bienvenida el Portal de San Roque tras el que se abre una pequeña plaza con elementos tan importantes como El Palau, un ejemplo maravilloso de arquitectura gótica.

Pasear por Valderrobre es ir encontrándote con elementos sorprendentes, entre callejuelas recoletas y casonas señoriales. Esas callejuelas, que en algunos momentos pecan de verticalidad, te transportan hasta lo alto de la localidad, donde se encuentra el Castillo de Valderrobres y la Iglesia Santa María la Mayor. Puedes acceder a ambos monumentos mediante entrada (5 euros por persona y accedes a los dos monumentos).

La iglesia es bellísima, gótica ella, con un rosetón enorme. El castillo tiene también su aquél, caracterizado por esa austeridad aragonesa que es a la vez elegancia. Pasear por sus salones te hace sentirte en otra época, pero lo mejor es llegar hasta la azotea y admirar el pueblo desde las alturas. No tiene desperdicio.

Desde lo alto del castillo tienes las mejores vistas de la localidad.

La Fresneda

Otro de mis pueblos preferidos del Matarraña, sin duda, es La Fresneda. En el ámbito de los menos conocidos de la comarca – aunque no por ello menos bellos – La Fresneda tiene como mayor atractivo su plaza porticada con el edificio del Ayuntamiento de factura gótica tardía, pero sobre todo, esa calle con soportales que hace a este lugar tan especial.

También, en La Fresneda, es preciso subir hasta lo alto, no para admirar lo poco que queda del castillo calatravo sino para disfrutar de las vistas que se tienen desde las ruinas de la Ermita de Santa Bárbara. Allí encontrarás uno de los espacios más especiales de toda la comarca, con un observatorio luni-solar o algunos grabados rupestres.

Que el cerro de Santa Bárbara es un lugar interesante no puede negarlo nadie.

Ráfales

Encontrarte con la señal que marca Ráfales en la carretera, en nuestros viajes, significaba que estabas a punto de meterte en un barranco y conducir por unas decenas de kilómetros infernales hasta llegar a Monroyo, donde salías del barranco y seguías por otro buen puñado de kilómetros lleno de curvas. Ráfales representaba, para nosotros, eso: un duro inicio o final del camino, según se viese.

Desde que la carretera mejoró – allá por el año 2018 – Ráfales dejó de estar en nuestra mente cada vez que viajábamos por esa zona y hacia otros puntos más norteños. Ahora Ráfales ya no era indicación de sufrimiento, sino una mera anécdota sin importancia. Pero Ráfales siempre había estado ahí, en nuestra cabeza, como lugar a visitar.

Finalmente lo hacemos el primero de agosto de 2021 y el pueblo no nos decepciona. Ráfales es conjunto histórico-artístico, guarda todavía algunas puertas de muralla y toponimia que recuerda que aquello fue una fortaleza.

Patio de Armas del antiguo Castillo de la Orden de Calatrava

Ráfales tiene una plaza muy bonita, porticada, una iglesia del s. XV austera pero bella, y una cárcel medieval que se puede visitar y que forma parte del recorrido de Prisiones del Matarraña. Y también tiene un patrimonio natural digno de mencionar, destacando el Jardín Botánico.

La Portellada

La Portellada guarda poco de lo que fue en el pasado, destacando el ayuntamiento del siglo XVII, algunas casonas típicas o su iglesia también del siglo XVII con un interior profusamente decorado.

Pero de La Portellada destaca su entorno natural más que su casco histórico, siendo El Salt el lugar más conocido. Nosotros nos aceraremos hasta allí, pero siendo primeros de agosto – y según nos cuenta el señor que regula el acceso – el caudal de agua es poco. El Salt es una cascada de agua de 20 metros que a finales de invierno y primavera es espectacular, pero no tanto en verano cuando el agua escasea. En verano la poza de El Salt es una piscina natural frecuentada por bañistas de la zona. Debes saber que si quieres dejar tu vehículo allí son 3€, aunque puedes acceder a pie desde el pueblo por un sendero de algo más de 2 kilómetros y de escasa dificultad – un total de 4 y pico si vas y vienes, claro.

Fuentespalda

Fuentespalda es otro pequeño pueblo del Matarraña que destaca más por su entorno que por su casco histórico, aunque este último tenga algunos elementos dignos de mencionar, como la Plaza España, presidida por el Ayuntamiento y la Iglesia del Salvador, así como La Torreta, donde se ubicaba la cárcel – que forma parte también de la red de Cárceles del Matarraña.

Pero como digo, lo que más destaca de Fuentespalda es su entorno natural, lleno de rutas senderistas y de BTT, también una vía ferrata y una tirolona de 2km de longitud que tengo entendido es la más larga de España y que pasa por encima del pueblo. Por esa tirolina, yo, no me lanzo, pero igual a ti te van las emociones fuertes y te hace ilusión, así que tenlo en cuenta.

J.J en la tirolina

Peñarroya de Tastavins

Posiblemente Peñarroya (o Pena-Roja) de Tastavins no sea tan conocido como otros pueblos del Matarraña, pero de verdad que es un pueblo que merece mucho la pena, tanto como todos los demás.

No tiene grandes monumentos como puede tenerlos Valderrobles, ni restos de fortalezas evidentes, pero sí tiene un encanto especial que hace de la visita algo que jamás olvidarás.

Y os voy a decir que en Pena-Roja – aunque nosotros, en el pueblo, siempre hemos dicho “Penyarroja”, que nos perdonen los oriundos de allí – estuve tiempo atrás, dando un concierto con la banda de música. Llegamos allí súper mareados todos; creo que el conductor del autobús nos llevó por Herbés y el trayecto fue horrible. Además, ese día hacía mucho viento y las partituras volaban, literalmente. Mi compañero de cuerda, Alfredo, no dio ni una en todo el concierto, no porque no se supiera el papel, no: el tío se paso todo el rato aguantando mis partituras para que yo pudiese tocar.

Y lo que os acabo de contar fue mi primera experiencia en Peñarroya, hará como unos 15 años. Volví otra vez, ya no con la banda de música, sino con Juanjo, pero la visita fue sin pena ni gloria. Y le tocaba una tercera, y el refrán dice que a la tercera va la vencida, y Pena-Roja venció.

Como os digo, puede que no os parezca este pueblo tan espectacular aunque no podréis negar que desde la carretera es muy resultón, con todas las casas de tonos claros arrapándose por la ladera y el campanario despuntando en lo más bajo de la localidad. Cuando aparcas – debes hacerlo solo entrar, ya te aviso – no te esperas lo que te vas a encontrar tras el primer grupo de viviendas.

Peñarroya es zona Dinópolis, zona de buenos – muy buenos – jamones, de naturaleza despampanante y de mucho carácter. Peñarroya tiene carácter porque es un lugar auténtico, sin pretensiones, con decoraciones curiosas, y con unas viviendas que igual te recuerdan a un pueblo medieval como a una villa renacentista. Y su iglesia, despampanante con el campanario que es casi una jeringuilla, y las vistas del entorno al atardecer.

Restos de una iglesia gótica de la que queda apenas el recuerdo, escaleras para llegar a todos los sitios, plazuelas con encanto. Unos lavaderos que tienen a su derecha un rincón florido, un antiguo hospital de leprosos – doy gracias a la mujer que nos lo hizo ver – y esos antiguos portales reconvertidos en ermita – tan recurrentes en toda la comarca. Una cárcel que forma parte de la ruta de cárceles del Matarraña y en la que debes meterte, sí o sí. Más allá, ya en plena montaña, la roca de los Masmuts, y mucha naturaleza por recorrer.

Así, a grandes rasgos, y sin querer hacer de esta descripción una entrada en sí misma, es lo que no debes perderte en Peñarroya de Tastavins, pero puedes aprender más cosas del lugar haciendo click aquí.

Estos son los pueblos de los que puedo hablarte hasta ahora, aunque te darás cuenta que al inicio del artículo he mencionado alguno más. No voy a hablar de ellos, no tengo la suficiente información para decirte nada al respecto, y ya sabes que yo, aquí, hablo siempre de la experiencia propia y con total sinceridad. Sí, son muchos otros los pueblos del Matarraña – hasta 12 más hay -, pero de algunos de ellos no puedo decir nada porque nada de ellos he visitado.

Cuando amplíe las visitas ampliaré también el artículo. Espero que eso no tarde mucho en suceder.

Una filósofa y un politólogo que amana viajar y lo hacen a pesar de los pocos recursos que tienen. Viajar es más que un capricho, viajar es una necesidad y aquellos que somos pobres en un primer mundo de opulencias tenemos derecho también a realizar nuestros sueños viajeros. Porque los pobres también viajamos.
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6 pensamientos en “Matarraña | Los pueblos donde querrás perderte.

  1. Esa zona es una auténtica maravilla. Me he recorrido esos pueblos en diferentes ocasiones. Hubo un par de años en la que alquilamos los amigos casas rurales para Nochevieja y pasamos unos días por la zona. De eso ha llovido mucho, así que habrá que volver.
    Buena recopilación.
    La Torre de Las Horas no la conozco.

    1. Esa torre está en Monroyo, se aprecia ya a lo lejos porque es lo que define la silueta del pueblo. Desde allí hay unas vistas impresionantes.

      Como dices, la zona del Matarraña es increíble, y sí, tienes que volver. Piensa que en nada llegar allí será más fácil porque van a terminar ya las obras del puerto, por lo que será una gozada visitarla.

      Espero que puedas volver pronto, y me alegra que te haya gustado la recopilación 🙂

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