La venta del Quijote en Puerto Lápice

Sobre los posibles escenarios de la célebre obra literaria cervantina El Quijote hay mucho escrito, y mucho se ha divagado. A día de hoy todavía se buscan las localizaciones concretas y pocas son las certezas que se tienen sobre las mismas (a excepción de ésta, protagonista de un estudio universitario). Pero hay algo que sí aparece con claridad en la obra, y es el lugar donde todo comienza, donde Don Alonso pasa a ser Don Quijote, y ese lugar es un conjunto de ventas en Ciudad Real y que hoy es un pueblo. Pero primero:


¿Qué es una venta?

Cuando pienso en una “venta” me viene a la mente una caseta a medio derruir que hay en mi pueblo, al paso de la Vía Augusta, a los pies de la Serra Sant Pere – o Sierra Sola –, y que sé que antaño – muy muy antaño – fue una especie de posada para viajantes/viajeros – no la caseta seguramente, más bien la localización – en la que tenían la posibilidad descansar ellos y los animales que usaban como transporte para, tras el merecido descanso, poder proseguir su camino.

Y no voy tan mal encaminada: las ventas eran mesones en las que había establos y habitaciones pensadas para pernoctar. Una especie de albergue a la vieja usanza, algo que hoy en día ya no existe , pero se podría traducir en hoteles de carretera, de esos en los que tienes cerca la estación de servicio en la que poder alimentar a tu medio de transporte y donde tú puedes descansar del viaje para, al día siguiente, continuar con tu camino. Me lo imagino más o menos así, como uno de estos hoteles, pero mucho más próximo, más humano.

Las ventas de Puerto Lápice

La venta de Puerto Lápice es una oda a la venta manchega, a esa venta que Cervantes tanto mencionó, que allí era casi castillo – así se la imaginaba el protagonista de la obra, así la vio en su mente. Y es que Don Alonso hacía de todo aquello que veía una cosa suya, muy suya: molinos, gigantes; ventas, castillos; la vida, una aventura. Y tal fue la aventura, tan importante, tan sonada, que hoy en día, en un edificio del XVIII se rememoren los pasos de un personaje literario de principios del XVII.

Puerto Lápice, en aquellos tiempos – en los tiempos en los que las aventuras de El Quijote vieron la luz – no era más que un conjunto de ventas. No se le dio el título de pueblo hasta más tarde, pero su esencia de lugar de paso sigue vigente gracias a las ventas, y es que todavía podemos encontrar en la localidad el recuerdo de esas ventas que antaño acogían a huéspedes, como son La Posada Dorotea Jiménez, célebre por ser donde se alojó Azorín (la encontrarás en la calle Cervantes), y que hoy es una casa de vecinos, o también la Posada del Rincón. Y como tercer elemento de esta lista: la Venta de Don Quijote.

En ésta, la de Don Quijote, dicen que fue la venta en el cual Don Alonso fue armado caballero. Bueno, en ésta, ésta, no; lo que sí dice Cervantes es que fue en Puerto Lápice el lugar en el que Don Quijote fue armado caballero, lugar al que llegaría después de una buena caminata y no mucha fortuna ni aventura – y así lo describe Cervantes:

Casi todo aquel día caminó sin acontecerle cosa que de contar fuese, de lo cual se desesperaba, porque quisiera topar luego luego con quien hacer experiencia del valor de su fuerte brazo. Autores hay que dicen que la primera aventura que le avino fue la del Puerto Lápice; otros dicen que la de los molinos de viento; pero, lo que yo he podido averiguar en este caso, y lo que he hallado escrito en los anales de la Mancha, es que él anduvo todo aquel día, y, al anochecer, su rocín y él se hallaron cansados y muertos de hambre; y que, mirando a todas partes por ver si descubriría algún castillo o alguna majada de pastores donde recogerse y adonde pudiese remediar su mucha hambre y necesidad, vio, no lejos del camino por donde iba, una venta, que fue como si viera una estrella que, no a los portales, sino a los alcázares de su redención le encaminaba. Diose priesa a caminar, y llegó a ella a tiempo que anochecía.

Miguel de Cervantes

Alonso llegaría a la venta, se presentaría y haría de las suyas, tan suyas que los altercados con el resto de parroquianos no tardaron en sucederse. El ventero, viendo que el asunto se le iba de las manos, decidió sumarse a la pantomima y se prestó voluntario para armar caballero al desdichado hidalgo. Fue entonces cuando Don Alonso dejó de ser un hombre común y, en ese mundo fantasioso que su mente sabía inventar tan bien, pasó a ser un caballero de renombre, se convertía, ni más ni menos, que en Don Quijote de La Mancha.

¿Te interesa saber dónde se encuentra esta historia en la obra cervantina? Está en los capitulos II, III y IV de la primera parte del Quijote.

Pero dejemos los estudios literarios aparte y vayamos a lo que aquí hemos venido:

¿Qué te encuentras en la Venta del Quijote?

A día de hoy la Venta del Quijote está concebida como un museo homenaje a la localización cervantina anteriormente mencionada. De paredes blancas y añil, el espacio interior no se predice desde el exterior. A primera vista parece una casa más, si no fuese por las referencias visuales quijotescas, pero una vez cruzas la especie de vestíbulo que hay allí te metes en una venta auténtica, con un patio central alrededor del cual se distribuyen distintas estancias entre las que se encuentra un restaurante, pero también distinta salas que representan la vida diaria de una venta en la época que éstas funcionaban.

La ambientación está muy conseguida, con todos los muebles, aperos y objetos varios que hacen que no te cueste imaginarte cómo debía ser un lugar como ése en épocas pasadas. Además, y como digo, las referencias al Quijote son continuas, y puedes encontrártelo en un montón de espacios. Además del patio principal, la venta tiene otro en el que hay un pozo y algún carro apeado.

Además de esto, y en las estancias superiores de la venta, podemos encontrar un museo quijotesco de entrada gratuita, muy adecuado a los visitantes orientales – por los idiomas en los que están escritos los carteles. Te todas las piezas y objetos que se exponen allí, a que más nos gustó fue un Quijote hecho con las propias hojas de la obra – se pueden leer perfectamente –, como una especie de figura de papel maché a tamaño real. Mándenme uno, por favor.

Al salir del museo te encuentras con una tienda de recuerdos, bien puedes pasear por allí o bien salirte. Nosotros escogimos lo segundo.

Parada y Fonda

Y es que el tiempo nos apremiaba. Nuestra parada en Puerto Lápice debía ser fugaz, sólo quería ver la venta, pero la venta me dio mucho más de lo que esperaba, y la localidad parece que es una de esas localidades manchegas que bien merece un paseo. Nosotros no fuimos más allá de la venta, hicimos parada y casi fonda, y resulta que hubiésemos tenido que ir con más tiempo. Lo que yo quería hacer inmediatamente después de esto era acercarme hasta Campo de Criptana para ver un atardecer en los molinos de viento. El sol comenzaba a estar bajo y no podía restar más tiempo en Puerto Lápice.

Al retomar la ruta, y una vez apartados de la venta, vi, a mi derecha, una plaza con unos portales rojos que parecían más una construcción oriental que no una plaza manchega. En ese momento me dije: aquí tengo que volver. A Puerto Lápice le debo una visita menos fugaz, un perderme por sus calles de casas encaladas y un meterme en su plaza. Sin duda volveré, a armarme caballero – o caballera, que sería lo suyo. O a disfrutar otra vez de estas tierras manchegas que tanto placer me producen.

Vale.

Más información

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✅La venta la encontrarás en c/ El Molino 2 (da a la calle por la que pasa la carretera).
✅La venta está abierta de 09:00 h y cierra a las 18:00 h.
✅La entrada a la venta es gratuita.

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Una filósofa y un politólogo que amana viajar y lo hacen a pesar de los pocos recursos que tienen. Viajar es más que un capricho, viajar es una necesidad y aquellos que somos pobres en un primer mundo de opulencias tenemos derecho también a realizar nuestros sueños viajeros. Porque los pobres también viajamos.
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