Despertamos el 3 día del año, y nuestro último día de viaje. Hoy tampoco hemos puesto el despertador, pero nos levantamos también temprano. Recogidas todas las cosas – que no son pocas – devolvemos la llave a recepción y nos despedimos del magnífico monasterio que nos ha acogido estos días. Nuestro último destino será Zaragoza.
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Uno de los salones de la Hospedería. |
Esta ciudad nos encanta, y no sabría bien decir porque. Tal vez por el río, o por la inmensa plaza del Pilar. Puede que sea por la Alfajería, o por sus ruinas romanas. SEa cual sea la razón, decidimos terminar nuestro viaje allí, para ponerle la guinda al pastel.
Llegamos a Zaragoza pasadas las 12:00h, se encuentra a poco más de 70 km de donde estábamos alojados. Aparcamos donde podemos; es sábado antes de reyes y está el centro lleno de gente. Buscamos las agujas del Pilar para situarnos y allá que vamos. Mientras disfrutamos de las calles de esta bella ciudad, no así del frío… ¡qué frío! Lo sufrimos más que en Soria, ya lo dice Carmen París, y mi padre – que allí hizo la mili, el pobre.
Después de dar vueltas y vueltas, terminamos en la mencionada plaza. Nos encontramos con un mercado navideño que la ocupa toda, un tiovivo ecológico y también una noria ecológica, de lo más curiosa.
Nos dirigimos a la oficina de turismo, no para nada especial, sólo queremos un mapa para no perdernos del todo.. Allí nos recomiendan la visita al Pilar, que ya hemos hecho en anteriores ocasiones, y hoy repetiremos. Nos recomiendan también ir a la Alfajería, que también hemos visitado en otras ocasiones pero no esta vez. Y también nos dicen que no nos perdamos la Seo, que dejaremos para otro momento. Os preguntaréis, entonces, y con razón: ¿y para qué vais a Zaragoza, pues? Fácil respuesta: a disfrutar. Damos vueltas por sus calles y entramos a comer en un restaurante – ¡increíble! Sí, no comemos ni bocata, ni ensalada de pasta, ni nada por el estilo, aunque no creáis que nos estiramos mucho, salimos a 17 € los dos menús. Comemos en un restaurante de los alrededores de la plaza del Pilar. Allí hay muchos y de muy variados precios, sólo es cuestión de buscar y conformarse con poco. Para mí unas migas y un churrasco adobado. JJ se toma paella y codillo – parece que tenía hambre. Continuamos nuestra ruta después de comer y nos dirigimos a la orilla del río, para contemplar la ciudad desde lejos.
Seguimos andando, y vemos como las edades del hombre aparecen grabadas en la ciudad: roma, edad media, s. XIX… todo es posible allí.
Cuando nuestros pies están cansados, decidimos que aquí termina nuestra aventura. Es hora de volver a casa con un gran sabor de boca. Terminamos y empezamos el año de forma maravillosa, como siempre intentamos, descubriendo nuevos lugares y disfrutando de ellos.
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