A #FranciaEnTren | Comienza la aventura

Por fin ha llegado el día esperado, nos vamos a Provenza en AVE y ¡en primera clase! Nuestro tren nos espera en Barcelona Sants así que debemos dirigirnos hasta allí. Nuestra aventura comienza… ¡YA!
Tras algunos días de trabajo – y de fiestas de pueblo – tenemos ya las maletas hechas y un montón de ganes de descubrir esta parte del territorio francés y más si es gracias a un sorteo, así que habiendo dormido más bien poco nos dirigimos hasta Vinaròs para coger el tren regional y llegar así a Barcelona.

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Después de tres horas de viaje que me recuerdan a mis años de estudiante en la Ciutat Comtal llegamos a Barcelona Sants y buscamos, primero, la oficina de atención al cliente para preguntar cómo podemos acceder a la sala VIP. Sí, sala VIP, porque hasta Barcelona nos hemos desplazado en el borreguero, pero hasta Francia vamos a viajar en Primera Clase, y eso supone tener el privilegio de disfrutar de la sala Vip. Así, nos dicen que un par de horas antes de la salida del tren podemos acceder a ella y esperar allí hasta el momento del embarque. Pero, ¿qué vamos a hacer hasta entonces? Pues sacar nuestros bocatas, sentarnos en un banco y comer.

 

 

 

Llegado el momento vamos a la sala VIP, mostramos nuestros billetes y nos dejan pasar. En realidad, vamos a ciegas; sí habíamos investigado por internet qué era aquello de la sala VIP, pero no habíamos encontrado a nadie que nos explicase claramente de qué se trataba. Pues bien, nosotros vamos a sacaros de dudas: en la sala VIP tienes sofás, sillones, televisión, mesas de estudio/trabajo, salas de reunión, máquinas de café, bebidas, comida, conexión wifi… Todo tipo de lujos – a los que no estamos acostumbrados – que no debes pagar porque ya van incluidos en el precio del billete.
Y es el momento de subir al tren, y es en este momento cuando te das cuenta de cuáles son las ventajas de viajar en este medio de transporte. Para aquellas personas que como yo tienen pánico a volar, el momento del embarque supone minutos interminables de angustia que hacen del viaje algo menos agradable. Cuando se viaja en tren esa angustia desaparece y el trayecto se convierte en algo reconfortante y relajado. Obviamente esto no le sucede a todo el mundo, pero sí es mi caso y por ello os lo cuento. Además, el embarque en tren es mucho más rápido y puedes llevar contigo las maletas sin pagar un coste adicional – que es decir ya mucho, así que subimos al tren sin ningún tipo de problema y a la hora indicada salimos prestos hacia Aix-en-Provence. Hasta esta ciudad tenemos unas 4 horas de viaje pero que van a pasar sin darnos cuenta ya que el trayecto es bellísimo.

 

 

Una foto publicada por Marinator (@marinator_sofos) el 30 de Ago de 2016 a la(s) 11:55 PDT

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Tip:

Cuando llegues a la estación de Alta Velocidad de Aix-en-Provence no vas a encontrate en Aix-en-Provence, te separarán algunos kilómetros de la ciudad. Así, debes dirigirte a la parada de autobuús que hay en la misma estación de tren y tomar el autobús que tras unos 20′ de viaje te llevará hasta la Gare Routiere de la ciudad provenzal. Esta estación es la central de la ciudad provenzal y a ella deberás volver para regresar de nuevo a la estación de Alta Velocidad. El precio del billete es de un poco más de 4 euros por trayecto.

Llegamos puntuales a la estación y procedemos a tomar el autobús para llegar finalmente a Aix. Tenemos alguna duda, por eso preguntamos a una chica que trabaja allí y que nos indica de forma muy clara hacia donde debemos dirigirnos. El autobús sale en unos 5′, autobús que cuenta con conexión wifi, por lo que los 20′ de trayecto se nos van a hacer verdaderamente cortos. Llegamos a la Gare Routiere y le pregunto al conductor qué autobús debemos tomar el lunes para regresar a la estación de Alta Velocidad y de forma muy amable me explica todo y me da unos horarios que van a sernos de gran utilidad.
 
Pues bien, ya estamos en Aix-en-Provence, ahora debemos llegar al hotel así que echamos un vistazo al mapa que tenemos en el móvil y comenzamos a caminar. Damos algún rodeo porque no sabemos bien por dónde estamos andando y después de algunos minutos caminando llegamos a nuestro hotel y… ¡vaya hotel! Sin perder tiempo nos dirigimos al mostrador de recepción y en un francés más o menos correcto – porque quiero practicar – damos nuestros datos para que nos entreguen las llaves de la habitación. Allí, en recepción, nos esperan también nuestras City Pass y algunos mapas, así que empezamos ya cargados – y con mucho gusto – nuestra estancia. La primera impresión del hotel es fantástica, un lugar elegantísimo y con mucha clase, pero es que al llegar a la habitación la calidad de los detalles es tal que alucinamos:
 
El hall del hotel
Magdalenas, una nota de bienvenida y un detalle de l’Occitaine en Provence

 

 

 

La piscina del hotel vista desde la ventana de nuestra habitaicón

 

 

En ese momento nos encantaría quedarnos en el hotel, pero creemos que debemos empezar a descubrir Aix, y además es de noche por lo que intuimos que el encanto de la ciudad va a ser mayor. Salimos del hotel y tras pasar por primera vez al lado de la fuente de los 4 delfines llegamos a la Cours Mirabeau que sí, es tan bonita como pintaban. Además, el ambiente a esas horas es magnífico gracias, en parte, a un mercadillo artesanal que perfuma las calles con aromas de lavanda y jabón de Marsella.

 

Una de las muchas fuentes de Aix, ésta en Cours Mirabeau

 

Nos adentramos por primera vez en el casco histórico de la ciudad o lo que los franceses denominan Vieille Ville (ciudad vieja) que bajo la tenue iluminación nocturna nos parece encantadora. Las plazuelas, preciosas, están repletas de gente cenando en las decenas de restaurantes que hay repartidos por el casco histórico; el ambiente es inmejorable. 

 

 

Entre tan buen ambiente nos damos cuenta que tenemos algo de hambre, por lo que buscamos un lugar en el que comer algo rápido. Cerca del inicio de Cours Mirabeau encontramos un pequeño comercio en el que venden pizzas a partir de 8€ y que tienen un tamaño considerable. Compramos una que no llega a los 10€ y que vamos a compartir los dos, y nos la zampamos sentados en un banco de la preciosa calle principal de la ciudad provenzal viendo a las gentes pasar.
 
En esos momentos me doy cuenta que lo leído en el texto de Peter Mayle es cierto: la ciudad es encantadora. Pero son horas ya de ir a dormir y descansar, a la mañana siguiente nos espera el desayuno en el hotel y una ciudad nueva por descubrir.

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