En mi Instagram personal titulo esta foto como Petit-déjuner? |
Bueno, igual no es lo más necesario, pero mola
Y después de ello, caminamos a lo largo de la Cours Mirabeau para adentrarnos en la Vieille Ville y disfrutar de los mercados provenzales que hay.
¡Cómo cambian los lugares cuando se miran bajo la luz del día! La Ciudad Vieja sigue siendo preciosa, pero ahora los colores son totalmente distintos; los tonos ocres de las casas, como si fueran construcciones de arena, con esas ventanas francesas tan características, el olor a pan recién hecho… A medida que nos acercamos a los mercados – podéis encontrar señales en toda la parte vieja de la ciudad que os indican el camino – el barullo se va haciendo mayor, y es que en Provenza todo el mundo va al mercado a comprar.
Tanto el mercado de frutas y verduras, como el de las flores, son un festín para los sentidos. Los colores brillantes de los vegetales, los girasoles, el constante perfume a lavanda, el persistente olor a queso. Todo ello unido es un espectáculo que bajo nuestra mirada de viajeros confiere un tamaño mayor aún.
Desde este punto, y cruzando la Torre, nos dirigimos a la catedral de Saint-Saveur, construida sobre un antiguo templo dedicado a Apolo, de una arquitectura rica que abarca desde el siglo V hasta el XVIII. Esto supone que la catedral tenga un aspecto desordenado pero verdaderamente interesante, siendo uno de los monumentos más visitados de Francia. Para acceder a la catedral no debemos mostrar, todavía, nuestro Pass porque la entrada es gratuita.
Y es en este punto de la ciudad donde distinguimos claramente los dos barrios que conforman Aix-en-Provence, siendo este el de Mazarin donde los palacios barrocos abundan y las calles se vuelven rectas y ordenadas, a diferencia del casco antiguo donde el urbanismo medieval es muy patente. Aunque el calor es sofocante ese día, es delicioso callejear por el barrio Mazarin para llegar del Musée Granet hasta Granet XXé, donde completamos la mañana museística. Después de la mañana cultural nuestra intención es ir hasta La Roque d’Ànthéron para visitar la Abbaye de Silvacane, así que nos dirigimos hasta la estación central de autobuses – donde bajamos el primer día – para tomar autobús 250 con parada en Silvacane. El trayecto, tanto de ida como de vuelta, es gratuito con el Pass, así que no vamos a pagar nada extra, como tampoco la entrada a la abadía [la entrada son 7,5€] que entra también en el cupo de monumentos a visitar gratuitamente con la tarjeta de la ciudad [página web de la abadía en este enlace].
Son 40 los minutos que nos separan de la abadía, y los pasamos transitando por carreteras estrechas y curvadas, pudiendo ver por primera vez en toda nuestra estancia la montaña Santa Victoria cuando salimos de la ciudad. Al llegar a la abadía debemos bajar una cuesta y es entonces cuando podemos acceder al edificio, del que se pueden visitar, actualmente, todas las estancias.
La visita a la abadía ocupa más o menos una hora de nuestro tiempo, y después de haber paseado por todos y cada uno de los espacios visitables, nos sentamos en unas sillas y nos relajamos en aquel lugar tan bello donde la tranquilidad es absoluta.
Pero es hora de regresar a Aix-en-Provence y debemos tomar de nuevo el autobús, dándose uno de los pocos incidentes que tendremos durante el viaje ya que el conductor no tiene conocimiento que con el Pass puedes viajar de forma gratuita en el bus y piensa que queremos colarnos – él y otras dos señoras allí sentadas que nos ponen a parir. Así, con mi francés nivel de pueblo y folleto en mano le muestro al señor del autobús que no, que no es que no queramos pagar, es que no debemos.
Una vez llegamos a la ciudad damos otra vuelta por el casco histórico porque, creed esto que os decimos, es verdaderamente bonito, Además, aprovechamos para paseamos por el mercadillo de artesanía que hay instalado en la Cours Mirabeau. Con el calorazo que hace todavía a estas horas de la tarde decidimos, por unanimidad, irnos a la piscina del hotel y refrescarnos un poco – y ya de paso, disfrutamos de las instalaciones del hotel. Después del chapuzón, nos damos la ducha de rigor y nos disponemos a cenar fuera. Si, habéis leído bien, ¡vamos a cenar fuera! Increíble, lo sabemos, pero es que la tentación es máxima con tantos restaurantes coquetos que hay repartidos por toda la ciudad. Acabamos cenando en un restaurante encantador llamado La Calèche [Rue de la Masse, 10], en la parte de la ciudad vieja, que nos saldrá por unos 20€ por cabeza, bebidas incluidas.
Más informaciónTenéis ya los links de los distintos lugares a visitar en el texto y también los precios del as entradas, pero los volvemos a poner aquí para que estén más ordenados:
• ARTESANÍA Y ANTIGÜEDADES | martes, jueves, sábado | place Verdun • FRUTAS Y VERDURAS | martes, jueves, sábado | place des Prêcheurs Todos los días | place Richelme • FLORES | martes, jueves, sábado | place de l’hôtel de ville • TEXTIL | martes, jueves | cours Mirabeau • LIBROS ANTIGUOS Y DE OCASIÓN
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