Uno de los mayores temores al llegar a Berlín era el de no saber cómo íbamos a subsistir 6 días con nuestro presupuesto. Nuestra sorpresa fue que subsistimos – ¡y de qué manera! – a un coste muy bajo porque la comida es, en la capital alemana, realmente barata. En esta entrada os vamos a explicar nuestra experiencia – y dar algunos consejos.
A dos manos en Alexanderplatz Aquellos quienes nos leéis sabéis que, cuando viajamos, intentamos gastar lo mínimo posible en comidas ya que, si no fuera así, no podríamos permitirnos nuestras escapadas. Es por ello que entre nuestros temores berlineses estaba el de no poder comer – lo suficiente – durante nuestra estancia. Esos temores desaparecerían nada más hacer el transbordo en Alexanderplatz la noche de nuestra llegada. En todos y cada uno de los pasillos del metro había tiendas de comida de todos los lugares del mundo y a precios verdaderamente económicos. En ese momento empezamos a ver la luz. De hecho, nuestros desayunos los comprábamos en la cafetería de la boca de metro de Rosenplatz donde un capuccino para llevar nos costaba 1,20€ y una pasta típica alemana tamaño industrial podía estar por debajo de los 50 cts de €.
Aunque nuestro verdadero contacto con la comida barata alemana empezó antes de nuestra visita al Museo de Pérgamo, cerca de la catedral, donde había un sinfín de puestecillos donde se vendía el típico Currywurst berlinés: una salchicha gordísima con la típica salsa de ketchup al curry – quien inventara esto era un genio – y un buen chusco de pan, pero pan pan, no pan de esos de gominola. Todo esto por menos de 2€.
Lo del Currywurst en Berlín es toda una tradición y la cosa más curiosa a ojos del turista – aunque el berlinés también haga uso de ello – son los señores que van con un una parrilla al cuello y un paraguas rojo vendiendo salchichas con salsa celestial. Los podemos encontrar fácilmente en Alexanderplatz y por 1,5€ tenemos lo que en España llamaríamos bocata de salchicha.
En Alexanderplatz encontramos también un montón de supermercados de alimentación de todos los precios. Hay algo parecido al Corte Inglés español que es un poco más caro, pero otro que se asemejaría al Día [se llaman Netto] donde los productos son muy baratos – más baratos que en España diría yo. Es en ese supermercado donde comprábamos el agua y donde el primer día nos surtimos de alimentos que después acabamos donando a un señor de la calle. Deciros que todas las botellas tienen un impuesto de entre 15 y 30 cts de euro que te devuelven si reciclas el envase. Para reciclarlo debes meter la botella en unas máquinas que se encuentran en los mismos supermercados en las que se hace el cambio de botella por dinero – normalmente en vales para poder volver a comprar. Por lo que parece, en Alemania la gente deja sus botellas o latas en la calle para que las gentes con pocos recursos puedan obtener algo de ingresos.
Aunque nuestra idea al principio era comer a base de pan de molde y chóped prusiano, acabamos por no hacerlo ya que la ciudad nos ofreció muchísimos tipos de comida diferentes muy barata. Otra de las cosas que vimos en Alexanderplatz y que acabamos probando fueron unos puestos donde vendían pollos a l’ast a precio de verdadera risa. De hecho, comimos medio pollo por 2,73€ – creo recordar – y una especie de hamburguesa por 99 cts. Pero es que allí mismo había un montón de comercios donde la comida rápida y barata – no solo carne, también había vegetarianos – abunda [la historia de la última foto la contamos aquí].
Aunque debemos decir que en nuestra visita al campo de concentración de Shachsenhausen comimos una ensalada de patata y pan con millones de cosas que compramos en una cadena de supermecados de alimentación alemana, ya que se nos había hecho muy tarde en la visita al horror.
Si la hora de comer la pasábamos en la calle, la hora de cenar tampoco era muy diferente. Comimos un par de noches en restaurante. La primera de ellas fue la noche que cumplí los 30 y cenamos en un restaurante cercano a nuestro hotel, en el barrio de Mite. Nos pareció curioso que un lunes de enero en Berlín las calles estuviesen tan animadas y los restaurantes tan llenos, pero es que pasaba también los martes, y los miércoles. Los sábados, ni te cuento. Y los domingos. Pero vamos a lo que vamos, en este barrio hay un montón de restaurantes, y restaurantes molones, de esos que dices ¡ostras!. Pero además de ser molones es que tienen precios bastante asequibles; de hecho, no son mucho más caros que en España. Comimos en un restaurante donde servían comida alemana, aunque en otros locales cercanos ofrecían comida rusa, tailandesa, italiana… Nuestro menú consistió en un surtido de salchichas alemanas con chucrut y otra cosa que no supimos muy bien que era pero estaba buenísima, además de una ración gigante de patatas fritas y zanahoria que nos salió por poco más de 20€. Además la bebida, claro está, bebida que fue cerveza. Pero… ¡qué jarra de cerveza! Al final cenamos a reventar por menos de 20€ cada uno.
Respecto a la cerveza, y como el dicho popular reza donde fueres haz lo que vieres, nos adaptamos rápidamente a la tradición de comprar la lata en el supermercado y beberla en la calle.
También en el barrio de Mite, y cerca del local donde cenamos ese lunes de enero, nos decidimos a cenar nuestra última noche en Berlín. Después de patearnos otra vez todas las calles sin decidirnos por ninguno de los locales, acabamos cenando en una pequeña hamburguesería – muy hipster también – donde hamburguesa, patatas y bebida nos salió por 6,50 euros cada uno. Una cosa curiosa es que la bebida la elegías tú – cualquier soft drink – de una nevera que había al lado de la barra, siempre que no tuviera alcohol – si no, pagabas más. Yo probé un refresco de limón producido en Hamburgo que estaba de muerte.
Otra de las cosas que no dejamos de probar fueron las berlinas, que podías encontrar a muy buen precio en cualquier panadería, pastelería, supermercado, loquefuera y que estaban, todas, buenísimas.
Resumiendo, Berlín es una ciudad mucho más barata de lo pensábamos, donde comer – y se puede comer bien – a buen precio es posible. Además, al ser una ciudad tan plural, tiene platos para todos los gustos, por lo que no solo vais a encontrar marranadas, sino también infinitud de alimentos saludables a un precio verdaderamente asequible. Por lo tanto, Berlín es una buena ciudad para probar los platos autóctonos debido al precio económico de los mismos, sin tener que echar mano de cadenas de restaurantes de comida rápida o cosas similares. Así, os recomendamos que exploréis la infinidad de posibilidades que la capital alemana os ofrece y que disfrutéis de toda su gastronomía que es mucha, y a muy buen precio.
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