Caminos de burgos – Las Huelgas y Atapuerca

Burgos no deja de sorprendernos y en nuestro segundo día de estancia allí – y tercero de viaje – vamos a disfrutar de lugares totalmente distintos pero igualmente apasionantes: El Monasterio de las Huelgas y los yacimientos arqueológicos de Atapuerca.

 

 

La mañana vuelve a ser fresca, como la del día anterior, por eso salimos del hotel ya prevenidos y con un poco más de ropa puesta. Nuestro destino está claro: vamos a aprovechar las primeras horas del día a visitar el Real Monasterio de las Huelgas.
Un poco de historia
Este monasterio fue fundando por el rey Alfonso VIII de Castilla en el año 1189. Su nombre deriva del lugar en el que se encuentra, ya que allí antiguamente se encontraban los prados donde el ganado pacía y, por lo tanto, huelgaba, aunque algunos dicen también que su nombre es debido a que los reyes, cuando estaban en el lugar, se dedicaban a hacer nada, esto es, huelgar. Sea una u otra la historia verdadera – o ambas, porque no -, este monasterio femenino fue construido por deseo de Leonor de Plantagenet queriendo así equiparar el poder de mando entre hombres y mujeres, aunque solamente fuera dentro de la vida monástica.
 
De este modo el Real Monasterio de las Huelgas llegó a equipararse a la gran Fontevrault, y consiguió su propósito inicial: la abadesa consiguió una autonomía y poder elevadísimos ya que terminó dependiendo simplemente del Papa, por lo que estaba por encima de la curia episcopal. Por ser mujer no podía confesar, tampoco predicar ni decir misa, pero era ella quien mandaba sobre los sacerdotes que desarrollaban estas tareas, además de ser dueña de un señoría material y otro jurídico.


Para llegar al monasterio tenemos que dirigirnos hacia la parte occidental de la ciudad de Burgos, y cuando llegas allí parece que te hayas transportado en el tiempo o hayas cambiado de ciudad; es un lugar totalmente distinto. Una portalada majestuosa de piedra recibe al visitante y al traspasarla te adentras en un lugar impresionante. Una gran plaza adoquinada con una bella fuente en el centro, rodeada de murallas y de un ambiente extremadamente calmado.
 
Este espacio, que está acompañado de unos soportales hermosos con pilares románicos y góticos, es sólo el preludio de lo que vamos a encontrar en el interior del monasterio [no podemos mostraros imágenes propias ya que no está permitido hacer fotos allí]. La visita guiada, que dura más o menos una hora, es altamente educativa y te sumerge en el mundo medieval aunque, cabe decirlo, no es difícil lograr esta tarea con un escenario tan increíble.
Terminada la visita nos volvemos hacia el centro de la ciudad nuevamente, para deambular tranquilamente por sus calles y zamparnos un buen menú castellano en uno de los tantos bares que hay en las calles adyacentes a la catedral. 
Por la tarde le toca el turno a Atapuerca, por lo que primero debemos dirigirnos hacia el Museo de la Evolución Humana para informarnos de las visitas. Llegados al museo nos damos cuenta  que somos unos suertudos porque quedan un par de plazas libres. A la hora de visitar Atapuerca es mucho mejor haber visitado primero el Museo de la Evolución, pero el tiempo es el que es y no tenemos tiempo de hacer ambas cosas, así que elegimos visitar los yacimientos. 
 
Para llegar hasta Atapuerca puedes ir en un autobús que sale de la misma ciudad de Burgos o ir en coche propio. Esta segunda opción es la que nosotros elegimos, pero una vez llegados al edificio de recepción de visitantes, y hasta los yacimientos propiamente dichos, nos montamos todos en un autobús que nos lleva hasta allí. Durante el trayecto el chaval, que va a ser nuestro guía y maestro por espacio de más de una hora, nos va explicando de qué modo se llevan a cabo las tareas de excavación y los presentes vamos haciendo preguntas y resolviendo dudas. Al llegar a los pies del yacimiento todavía nos queda un breve trecho a pie que discurrimos entre un bello paisaje.
 
En la visita podemos observar los yacimientos y como en ellos se ven las diferentes cuevas que sirvieron de refugio – y de vivienda – a nuestros antepasados semi-peludos. La visita no tendría más si no fuera por la magnífica explicación que nos hace nuestro guía y que da una clase magistral de antropología, arqueología, y todas las logías que uno pueda imaginar. 
Miguelón Decapitado
Para poner el broche final a la visita, nos metemos en las entrañas de la tierra y nos encontramos con una magnífica cueva en la que se proyecta un audiovisual que acaba de ilustrarnos la vida de los primeros moradores del lugar, nuestros tataratataratataratataratatara…abuelos.
Terminada la visita, y muy contentos por habernos decidido por los yacimientos, volvemos a la ciudad de Burgos. Ésta va a ser nuestra última noche allí y no queremos irnos sin comprar morcilla ni degustar otra vez sus magníficas tapas, ni pasear por sus increíbles calles, ni admirar otra vez su deslumbrante catedral. Esta ciudad castellana se quedará clavada, para siempre, en nuestras retinas y en nuestras mentes; un lugar al que, algún día, vamos a volver.
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