Día dos de nuestra expedición por tierras burgalesas. Después de haber tenido una primera toma de contacto la tarde-noche anterior y haber alucinado con el casco histórico de Burgos, nos decidimos esa mañana a recorrer la ciudad bajo la luz del sol.
Salir a la calle un 14 de julio y sentir frío es algo para lo que no estamos mentalizados. Nosotros, valientes, vamos en pantalón corto con la esperanza de que el sol asomará, ya que el día todavía es joven. Aparcado el coche cerca de la estación de trenes de la ciudad, andamos unos pasos que deshacemos rápidamente para vestirnos un poco más. El sol saldrá ese día tímidamente a las dos de la tarde, nada más.
Nada más cruzar el río, y dirigiéndonos hacia esas altas torres que se ven desde todos los puntos de la ciudad, nos encontramos con ese hermoso Arco de Santa María, (siglos XIV-XV y remodelado en el XVI) al que accederemos más tarde, que te da la bienvenida al casco histórico de la ciudad [más info].
La ciudad se despliega ante ti de un modo sinuoso y te susurra al oído «detente aquí y mira esto; fíjate, que calles más bonitas» pero tu haces oídos sordos porque esa gran construcción que ocupa el centro de la urbe te llama a gritos. Aceleras el paso y te topas, finalmente, en aquella preciosa plaza, con la Catedral Soñada:
La fachada principal de la catedral nos deja sin palabras. Nos sentamos en la pequeña y preciosa plaza que la abraza con cariño y nos quedamos pensativos, anonadados, analizando todos y cada uno de los elementos que se presentan ante nuestros ojos para vivir en nuestras propias carnes esa perfección arquitectónica cuasi encontrada gracias a la simetría de la construcción. Al más puro estilo de las catedrales de París y Reims, la Catedral de Burgos es una edificación imponente.
Nos adentramos en el edificio y con el audioguía como herramienta empezamos a descubrir todos y cada uno de los recovecos que la catedral esconde.
Nos adentramos en el claustro a la busqueda de Don Mauricio y allí lo encontramos, presente en la catedral desde los inicios de su obra.
Después de 3 horas de recorrido salimos de nuevo a la calle y comienzan a asomarse, pasado el mediodía, tímidos rayos de sol. Es hora de disfrutar del increíble exterior de la catedral y admirar todos y cada uno de sus ángulos.
Llega la hora de comer y no dudamos en dirigirnos hasta las calles adyacentes a la plaza de la catedral y adentrarnos en sus calles llenas de bares de tapas – San Lorenzo o Sombrereía, por ejemplo – en las que los burgaleses y burgalesas disfrutan de aperitivos bajo los buenos rayos de sol que el día nos brinda.
Por menos de 10 euros – ¡los dos! – acabamos comiendo y bebiendo a lo grande. Aquél lugar es el paraíso de las tapas.
Por la tarde nos dedicamos a visitar la Cartuja de Miraflores [más info], lugar imprescindible y también el Monasterio de San Pedro de Cardeña [más info], lugares ambos a los que accedemos con el coche.
San Pedro de Cardeña |
Volvemos a la ciudad para seguir paseando por su calles y toparnos, entre otros, con El Cid. Acabamos subiendo a lo alto del cerro del castillo para deleitarnos con las vistas que aquél lugar nos ofrece.
La noche empieza a caer por la ciudad y con la noche caen también nuestras fuerzas, así que decidimos terminar la jornada. A la mañana siguiente nos espera un conjunto monástico impresionante: Las Huelgas.