Ronda el año 2011 y se acaban las vacaciones de verano. No habiendo hecho un gran viaje como el estio anterior cuando fuímos a Florencia, pensamos que es buena idea hacer una ruta por Aragón. En esos días todavía no nos hemos aventurado a hacer muchos quilómetros con el coche – eso sucederá el verano siguiente -, pero porque cerca de casa tenemos lugares verdaderamente fantásticos que todavía no hemos visitado. Decidimos así coger la tauleta y poner rumbo a Alcañiz.
El castillo guarda bien poco de su estado original, pero hay una serie de frescos y pinturas dignos de ser contemplados, además de poder visitar el claustro o la torre del homenaje.
Deciros que siempre que estéis en un lugar en el que haya un Parador Nacional, podéis visitar sus dependencias sin ningún problema. Es muy interesante tener en cuenta esto ya que los Paradores están ubicados en edificios históricos de gran importancia.
Después de la visita al castillo nos dirigimos hasta la Oficina de Turismo que guarda bajo el suelo los Subterráneos Medievales. En ellos podemos encontrar la bodega y la nevera de la época medieval y caminar por las entrañas de la ciudad. Es una visita realmente interesante.
Los horarios del castillo y de los subterráneos podéis encontrarlos en el siguiente enlace y las tasas en este otro. Deciros que nosotros escogimos la entrada combinada de castillo+subterráneo ya que salía más económica. En el enlace no aparece esta opción pero, si os decidís a visitar Alcañiz, preguntad en la Oficina de Turismo.
Continuamos callejeando la ciudad disfrutando de todo su patrimonio hasta que nos entra el hambre, así que nos vamos hasta el lago cercano a la ciudad donde montamos la tauleta y disfrutamos de una buena comida cobijados por la sombra de los pinos.
Nos subimos al coche y nos dirigimos ahora hasta Belchite, a escasos 70 kilómetros de Alcañiz. El paisaje pasa a ser desértico y estar desolado, como una especie de preámbulo de lo que nos vamos a encontrar al final del camino.
Llegamos a Belchite y nos quedamos paralizados; el lugar es estremecedor. Aparcamos y bajamos del coche, divisando no muy a lo lejos el esqueleto de lo que no hace tantos años era un pueblo vivo.
Nos adentramos en la localidad ya que entonces la visita es libre – ahora debéis ceñiros a los horarios – y se nos encoge el alma. Deambulamos por el lugar intentando comprender el sentido de las guerras, pero es imposible. Belchite está ahí para recordarnos hasta qué punto puede llegar a ser malvado el ser humano, puesto a propósito para decirnos «mirad qué malos son esos», pero olvidando que todos son igual de salvajes.
No sabemos cuánto tiempo estamos allí, pero al salir nos sentimos realmente afligidos. El Pueblo Viejo de Belchite, como así se le llama al haber sido construido uno nuevo al lado, es uno de esos lugares que deja un regusto amargo en el alma, pero regusto que es necesario sentir para comprender y aprender.
Ésta es la breve ruta que os proponemos hoy, disfrutar – en la medida de lo posible – de dos enclaves históricos de Aragón como son Alcañiz y el Pueblo Viejo de Belchite. Dos enclaves totalmente distintos que nos enseñan todas las dimensiones del ser humano.