La Jana – Albarracín. Winter is coming. (PARTE II)


Sábado 6 de abril de 2013.

Suena el despertador bien pronto. El día anterior hemos preparado todo, las maletas – o maletitas, o bolsas -, cámara de fotos – aunque rota – cargada y el dichoso GPS que nos ha dejado tirados – culpa nuestra, poca previsión y no actualizarlo a tiempo. Una vez cargado el coche – nos llevamos también la tauleta – arrancamos sobre las 07.00h hasta nuestro próximo destino: Rubielos de Mora.
Tenemos pensado parar allí para desayunar en algún bar y seguir el camino hasta Mora de Rubielos, donde pretendemos visitar el castillo. Así, arrancamos motores, y mapa en mano, nos vamos hasta Rubielos. El camino no es difícil, desde el pueblo sólo tenemos que seguir la autovía, entrar hasta Segorbe y después todo es fácil… pues nada, la primera – o segunda, si tenemos en cuenta el GPS – en la frente: nos saltamos la salida ¡HURRA! Pues nada… hasta Sagunto que nos vamos. Y sí, allí cogemos la salida buena dirección Teruel, y encontramos Rubielos de Mora sin – casi – ningún problema.

Rubielos de Mora
El pueblo nos supone una grata sorpresa. Nos esperábamos algo bonito, pero no tanto: está muy bien conservado, la puerta que te encuentras sólo al entrar es espectacular, y tiene una plaza preciosa. Además, los palacios que se conservan son espectaculares. Es una lástima que no hayamos preparado nada en concreto allí, porque lo hubiéramos disfrutado mucho más.


Vamos a desayunar al lado mismo de la puerta de entrada al pueblo (en la foto de la izquierda, el edificio que hay en la derecha). Nos encontramos con una taberna antigua muy bien conservada, con una gran fogata y mucha gente tomándose unas tapas que tumban a uno. A esas horas de la mañana no nos apetece nada similar – al menos, a una servidora – de modo que nos tomamos un café con leche. Nos quedamos un buen rato disfrutando del lugar porque, en realidad, se está de lujo.



Habiendo llegado al pueblo sobre las 09.30h, nos vamos hasta Mora de Rubielos cuando son poco más de las 10.30h de la mañana.

Hasta aquí llevamos 200 km y un poco más de 2h de viaje.




El día se está poniendo bastante frío, de hecho, al llegar a Mora de Rubielos nos encontramos con lo siguiente:


Hace un frío de narices. Por suerte, vamos preparados, así que nos tapamos bien las manos y las orejas, y buscamos la oficina de turismo de la localidad. Nuestra primera impresión es buenísima; el pueblo es muy bonito y promete. Al adentrarnos por las callejuelas vemos que no nos hemos equivocado al elegir visitar Mora: es verdaderamente precioso. Cuando llegamos a la oficina de turismo (está muy bien indicado cómo llegar), y con el frío aumentando, nos recomiendan hacer la ruta de las murallas hasta llegar al castillo. Nos hacemos con un mapa de la localidad y allá que vamos.
Esta ruta es, como mínimo, interesante; te lleva hasta todas las puertas de la ciudad que aún se conservan, para después hacerte una ruta panorámica hasta llegar al castillo. La entrada no es demasiado cara – poco más de 2€ – y te dan un plano al entrar que te sugiere la ruta. Ha empezado ya a nevar, y el cielo está de un gris un poco chungo… 
Nos adentramos en el castillo (s. XII), siguiendo la ruta sugerida por el mapa, encontrándonos con marcas de canteros (lo típico), hasta bajar a las mazmorras, donde nos encontramos con cosas como esta:


Son grabados en la piedra hechos por los maquis, que fueron prisioneros después de la Guerra Civil española. Además, la escalera que baja hasta las mazmorras tiene una forma extraña ya que dicen que había una orden monacal que quería girar el mundo
Seguimos con la visita, que es bastante extensa, y vamos descubriendo salas, salones, cuadras, bodegas, ventanales gigantes, hogares enormes… Hasta que hacemos el recorrido completo. Nos lleva más de una hora, y cuando volvemos a salir al patio de armas, ¡está nevado! 



Madre del amor hermoso… ¡qué viento! ¡qué frío! Pero… ¿a dónde ha ido la luz? Pues todavía nos queda mucho por recorrer, y no queremos dejar de visitar la otra parte de murallas que nos queda, así que nos tapamos bien y emprendemos la subida. Desde allí hay unas vistas increíbles de todo el pueblo y también del castillo. La foto no hace justicia, porque el tiempo era nefasto, pero si que os puede trasladar un poco el frío que hacía:


Ya recorrido todo, decidimos coger el coche e irnos hasta Albarracín. Teníamos pensado sacar la tauleta y comer en Mora de Rubielos pero fue imposible, así que cruzando los dedos para que la tormenta no vaya a más, arrancamos el coche con la esperanza que en algún punto del camino hasta Albarracín podamos pararnos a comer.


Esta etapa es corta: son sólo 12,3 km y unos 15′.



Parece que al salir del valle la nieve va desapareciendo, pero no así el frío. Aunque el cielo está un poco más abierto, sopla un viento gélido terrible. Como vamos bien de tiempo, pensamos que podemos visitar Teruel, pero tenemos muchísima hambre. Finalmente, encontramos una señal a la derecha que nos indica un lugar en el que hay una especie de merenderos. Desesperados, allí vamos. No encuentro por ninguna parte de qué se trata, ni cómo se llama; sólo puedo deciros que siguiendo nuestra ruta, lo podemos encontrar a escasos km de la capital turolense a mano derecha (lo siento). Allí podemos aparcar fácilmente, aunque hay bastantes coches, parece que a los turolenses (qué suerte tienen) el frío no les importa, y hay un montón de gente haciendo barbacoa. Nosotros helados y armados de valor sacamos los bártulos y nos sentamos para comer. Creo que el termómetro del coche marca 3ºC, pero la sensación térmica con ese viento es mucho menor. 

Puedo prometer y prometo que mis manos estaban del mismo color que la nevera.

Torre de San Martín – wikipedia

Terminados los manjares y con la piel más tersa que antes, nos vamos al coche y nos dirigimos hacia Teruel, que está a tiro de piedra. Aparcamos debajo del acueducto – qué bonito – y seguimos las señales de centro histórico. No teníamos pensado parar allí mucho tiempo, pero vemos que hemos ido ganando minutos a lo largo del viaje, por lo que un paseo, al menos, lo podemos dar. Al llegar a la Plaza del Torico – yo ya había estado, Juanjo no – nos dirigimos hasta un bar en los soportales para tomarnos un café bien caliente y aumentar un poco la temperatura de nuestros cuerpos, que está por los suelos. Después no hacemos nada especial por Teruel; por la hora que es está todo cerrado, así que sólo callejeamos, y disfrutamos del arte mudéjar que está repartido por toda la urbe. (Editamos: años después hemos vuelto a Teruel con mucha más calma, y pinchando aquí encontraréis nuestra experiencia en esta bella ciudad aragonesa)



Se nos va haciendo tarde, y ya ha parado de nevar, así que proseguimos el camino.

Esta etapa ha estado también corta, 36′ y 45 km.

Ahora ya, sí, es el momento de llegar a Albarracín. Por la carretera vas divisando su maravillosa muralla, su sinuosa silueta. Acercarse al pueblo es todo un espectáculo, verlo trepar por la ladera de la sierra… bonito de verdad.

El hotel está situado en la parte alta del pueblo, por lo que intentamos aparcar allí. Hay una zona habilitada en la parte izquierda del pueblo – viniendo desde levante – bastante amplia, aunque a esa hora estaba bastante concurrido. Aún así, conseguimos aparcar (¡bien!). Nos dirigimos hasta el hotel, lugar que no tiene pérdida ya que aparece indicado. En la recepción nos dan las llaves de la habitación, y tenemos que dirigirnos hasta otro edificio – el contiguo – en el que encontraremos nuestro hogar durante una noche. El hotel es gracioso, y la habitación, aunque pequeña, nos parece muy bonita:



El hotel es la última casa dela imagen.


Además, tiene una mesa y sillas en las que podemos tomarnos la cena que traemos preparada. Es caliente – importante en lugares como Albarracín – y tiene un baño más que correcto. Después de dejar los trastos y pedir unas mantas en recepción – sin problemas – nos vamos directamente a callejear la ciudad. En un principio no tenemos rumbo, ya que la visita guiada la haremos la día siguiente, aún así vamos hasta la oficina de turismo para hacernos con un mapa, y pasar por el local de El Andador para confirmar nuestra visita.

Comentamos que tenemos la visita guiada a la mañana siguiente, por lo que nos recomiendan hacer el recorrido hasta las murallas y dar un paseo también por la parte baja del castillo. Nos dan también un mapa de la zona y la comarca, indicándonos qué podemos ver a la mañana siguiente y de camino a Peracense – aquí es donde entra en juego Bronchales. Pues nada, hagámosle caso, no sin antes pararnos en  una de sus múltiples plazas y contemplar estas vistas:

Winter is coming…


La ruta de las murallas nos la marcaron en la misma oficina de turismo, y obviaron algunas cosas teniendo en cuenta que al día siguiente íbamos a hacer la visita guiada. Si vais a visitar la localidad por vuestra cuenta, allí os indican claramente todo lo que debéis ver y qué ruta seguir.

La subida hasta las murallas no es del todo cómoda, por que hay que encaramarse por la ladera de la sierra. Lleva su tiempo y no es un paseo cómodo, aunque el esfuerzo – no es mucho, pero existe – vale la pena por lo que te encuentras en la cima. Desde allí se puede ver la curiosa distribución del pueblo, la única posible, por otra parte, ya que se adapta perfectamente al lugar y a lo que la naturaleza dispone.



Emprendemos la bajada, aprovechando que la tormenta parece remitir, sin dejar de disfrutar del camino.



Nuestra misión es ahora dar una vuelta por el pueblo y tomarnos algo en algún lugar. Después vamos hasta la habitación; estamos helados y cansados. A la mañana siguiente nos espera una gran experiencia en Albarracín.






Esta etapa han sido 37′ y 39km.
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