Un viaje intempestivo de 4 días nos lleva, en la Semana Santa de 2017, hasta el país vecino de Andorra. Un viaje tranquilo sin más pretensiones que las de disfrutar de la naturaleza andorrana, y que el primer día nos lleva hasta estos lugares: la estación de esquí Pal – Arinsal y el pueblo de Pal.
Pero no es solo por la relativa cercanía por lo que las gentes de nuestro terreno han viajado asiduamente al Principado, sino que existe otra cuestión que ha permitido instaurar esta tradición viajera: las compras. En aquellos tiempos en los que España era un país gris y desangelado las gentes viajaban a Andorra para hacerse con productos que aquí era difícil encontrar. Autobuses y furgonetas llenas de gente viajaban todos los meses hasta allí para poder abastecer comercios de bebidas alcohólicas, electrodomésticos y azúcar, mucho azúcar. De hecho, los viajes tenían como única finalidad ésa: comprar. Los autobuses hacían la ida y la vuelta en la misma jornada y las gentes no tenían más pretensión que hacerse con bienes difíciles de encontrar en España.
Pasados los años, y con el devenir de la Historia – y afortunadamente para los que hoy vivimos en España –, la situación política cambió y la necesidad de viajar a Andorra para hacerse con determinados productos fue disminuyendo, pero no por ello las gentes de nuestra tierra dejaron de viajar hasta allí. De hecho muchos de los que somos músicos viajábamos a Andorra – o aprovechábamos el paso por el Principado – para comprar instrumentos musicales que salían casi a mitad de precio que en España (en este enlace una bonita historia que cuenta un viaje a Andorra para comprar un amplificador: https://www.youtube.com/watch?v=nYPXLIrKSfU). Esto se dio hasta hace poco; el comercio por internet con páginas web especializadas en la venta de instrumentos musicales y demás enseres sonoros ha hecho que no valga la pena desplazarse hasta Andorra para comprar instrumentos. Esto es así hasta el punto que la tienda más conocida en el país de venta de instrumentos ha cerrado.
Habiendo perdido fuerza el ir a comprar, uno de los motivos por los que, en la actualidad, más se cruza la frontera andorrana es la práctica de deportes de invierno, mayoritariamente el ski. Sea por la razón que sea, en el pasado o en nuestros días, viajar a Andorra desde nuestra tierra es algo de lo más común, y nosotros, claro, no íbamos a ser menos.
Este viaje comienza tan solo dos días antes de partir, es decir, que lo decidimos con un margen de acción bastante escaso. Unos días libres, un coche disponible y algo de dinero ahorrado para viajar son los propulsores de esta escapada intempestiva que ahora empezamos a contar.
Un lunes pronto, para no perder la costumbre, cargamos el coche con los bártulos y ponemos rumbo a Andorra. Son las vacaciones de Semana Santa y en la Comunitat Valenciana tenemos la suerte de terminar las vacaciones una semana más tarde que el resto de autonomías españolas, por lo que los precios en alojamiento son mucho más económicos, hecho fundamental y necesario para que nosotros nos permitamos el lujo de viajar. Además – y eso es algo que vamos viendo a medida que nos acercamos a nuestro destino – cuando nosotros vamos ya todos vienen y oigan, en este caso, los últimos serán los primeros: ni colas, ni agobios, ni atascos, ni nada de nada.
Nuestra primera parada del viaje, y como ya es costumbre, la hacemos en Flix ya que allí hay una gasolinera Guissona que es de la más económicas en ruta y aprovechamos, además, para desayunar.
La ruta sigue y no pretendemos parar hasta la Seu d’Urgell porque queremos visitar su catedral románica, pero el camino hasta esta ciudad de Lleida es verdaderamente bonito. La primavera está despertando y el color verde de los campos es intensísimo.
Tras un par de horas de viaje acabamos llegando a La Seu d’Urgell. A esta ciudad yo, Marina, estuve de pequeña con mis padres y también algunos años después para ofrecer un concierto. Además, estuve también con el instituto para practicar rafting y lo pasé verdaderamente bien. Pero esta vez ni un concierto ni tampoco practicar deportes de aventura era el motivo por el que nos dirigíamos a La Seu, sino que queríamos visitar su catedral románica de la que se comenta que es bellísima. Para tal fin necesitamos aparcar, y lo hacemos cerca del Parador de Turismo, casi en el centro de la ciudad, y en un lugar donde el aparcamiento es gratuito. La catedral queda cerca y hacia ella nos dirigimos, pero antes vemos una I de Información y nos acercamos para preguntar qué podemos ver de más en la ciudad. Cuando vamos a abrir la puerta no podemos hacerlo, está cerrada. Miramos los horarios que tienen colgados en la puerta y vemos que todavía queda media hora para el cierre; no entendemos nada. Nuestro siguiente paso es ir hasta la catedral, y nos acercamos a la puerta que vemos que pone entrada. Miramos los horarios: bien, todavía está abierta. Vamos a entrar, pero… ¡oh! Está cerrada. Nos miramos extrañados cuando vemos un señor que sale de la iglesia y nos dice: la chica que trabaja no está porque hoy se celebra una romería y ha cerrado antes. Nosotros le agradecemos la información y añade: ahora mismo acabo de cerrar porque aquí había unos señores interesados en visitar la catedral y les he dejado pasar. ¡Bien! Pensamos. Si esos señores han podido entrar, nosotros también ¿no? Así que miramos al señor ilusionados y viendo que no responde preguntamos: ¿y cuándo podríamos visitarla nosotros? A lo que el señor responde: hoy no. Pues vaya, muchas gracias, hombre.
En ese momento decidimos irnos hasta Andorra y abandonar la idea de visitar la Seu d’Urgell. Aún y con el poco tiempo del que dispusimos para organizar el viaje, y teniendo en cuenta que Andorra es un país pequeño, pudimos organizar más o menos nuestra visita. Así, y tras pasar frontera y aduana sin ningún tipo de problema – qué raro se hace eso de pasar aduanas ahora en Europa – nos dirigimos hasta Andorra la Vella para buscar la Oficina de Turismo y pedir algo de información.
Andorra la Vella es la capital del Principado y también una de las siete parroquias que lo conforman, que siendo la más pequeña, es también la más poblada.
Andorra, el Principado, es un Estado independiente en forma de coprincipado parlamentario; así, la jefatura del Estado recae en la figura del copríncipe español, el obispo de la Seu d’Urgell y el copríncipe francés, que es el Presidente del a República Francesa en tanto que heredero de los derechos del Conde de Foix.
El turismo, el comercio y su condición de paraíso fiscal son los motores económicos del país.
Nos adentramos en Andorra la Vella y con la ayuda del GPS buscamos la oficina de turismo que acabamos encontrando sin ningún tipo de problema, ya que se encuentra en el centro de la ciudad en un edificio bastante bien señalizado y al lado del río y de la escultura del reloj de Dalí.
Lo que sí es más difícil de encontrar en Andorra es aparcamiento, y debemos desplazarnos un poco para poder dejar el coche. El aparcamiento es todo de pago, y dependiendo de la zona es más o menos económico. La zona verde es más económica que la zona azul, aunque también existen aparcamientos con barrera que son más caros. Nosotros os aconsejamos que busquéis, siempre que podáis, la zona verde y que cercana al centro podéis encontrarla en las calles adyacentes a la calle paralela al curso del río y en dirección a la montaña.
Una vez dejado el coche nos vamos hasta la oficina de turismo y pedimos la información, y preguntamos por rutas senderistas que podamos hacer en los días próximos. Como todavía es el inicio de la primavera, y a la altura que estamos, nos explican que es complicado hacer rutas completas ya que la nieve todavía está muy presente y es peligroso meterse en la montaña con esas condiciones.
Con la información necesaria en nuestro poder decidimos irnos hasta el hotel y hacer el chek-in, y para ello debemos dirigirnos hasta Arinsal, en La Massana. Habiendo dejado los trastos – y no habiendo comido todavía – decidimos ir hasta Pal, uno de los mejores ejemplos de arquitectura tradicional andorrana que existen en la actualidad.
Hasta Palno es difícil llegar, y tampoco vamos a invertir mucho tiempo porque las cosas, en este pequeño país, están todas muy cerca. Tan cerca están que decidimos pasar de largo y subir hasta la estación de esquí de Pal-Arinsal pensando que, tal vez – y como ya hicimos en Baqueira-Beret – allí nos encontremos con un aparcamiento gigante y vacío con unas vistas increíbles. Dicho y hecho; al final de la carretera, y después de haber subido algunos metros, acabamos llegando a una explanada inmensa y casi vacía. Es el último día de temporada de esquí y todavía hay algunos que se resignan a abandonar las pistas y la nieve, apenas unas horas son las que restan para el cierre de las pistas hasta el invierno siguiente. Y no es de extrañar que la gente no quiera marcharse de allí, las vistas son magníficas y nosotros nos sentimos como tocando el cielo.
Ese lugar va a ser, así lo decidimos, nuestro restaurante, de modo que montamos la tauleta y nos sentamos a comer en un entorno paradisíaco mientras algunos de los que por allí pasan nos miran entre extrañados, divertidos y burlones. Será que no están acostumbrados a ver gentes como nosotros…
Después de comer y reposar decidimos meternos en la estación de esquí, porque jamás hemos estado en una – seremos unos seres peculiares. Desde ella decidimos dirigirnos al otro parking que hay y nos encontramos con unas vistas todavía mejores de las que nos habíamos encontrado en un principio.
Llamadnos simples si queréis, pero nos parece que solo por ver tamaño espectáculo natural el viaje hasta Pal-Arinsal vale la pena.
Nos vamos ahora hasta el pueblo de Pal que, como ya hemos comentado, es uno de los pueblos andorranos que guarda mejor la arquitectura rural y popular del país. Además, Pal tiene una de las joyas del románico andorrano: Sant Climent de Pal. Esta iglesia, que data del s. XI, es uno de los iconos de Andorra que con mucho orgullo defienden los parroquianos.
En Pal se encuentra el Centro de Interpretación Andorra Románica, y nosotros nos topamos con una excursión que deducimos es del equivalente al IMSERSO francés y pensamos que manda narices mandar a jubilados de excursión a un pueblo con tanta cuesta y tanta escalera.
Pal se ve rápido, todo lo rápido que quieras, todo lo que quieras recrearte. Teniendo en cuenta que el Centro de Interpretación Andorra Románica está cerrado – es la desventaja que te encuentras al viajar a deshora -, y la iglesia románica también, no nos queda más que marcharnos de Pal e irnos hasta Andorra La Vella a hacer aquello a lo que muchos venían antaño: comprar. Bueno, y pasear también por las calles andorranas hasta que la noche cae.
Cuando entramos en uno de los supermercados que hay en el centro de la ciudad y vemos la cantidad de productos distintos que hay en venta no puedo más que recordar lo que nos dijo un compañero chileno de máster al poco de su llegada a València: yo lo siento mucho, pero cuando voy a comprar a los supermercados españoles me parece que estoy en un país comunista. Obviamente, se refería a la poca variedad que encontramos en los supermercados españoles, y sobre todo en alguno de los más conocidos del país. Yo, que no soy de comprar demasiado, sí tengo un vicio confesable: los quesos. Y el momento en el que me asomo a los refrigeradores y veo decenas de tipos distintos de quesos distintos, y a precios de risa, casi me pongo a llorar. No sé qué tipo de queso elegir, ni cuántos coger. Me estoy más de media hora de reloj ojiplática intentado escoger algún queso para llevarme y comérmelo a la hora de cenar. Media hora que será criminal y se traducirá, a la noche siguiente, en anginas y fiebre, y que harán del viaje una experiencia un poco extraña.
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Esto no lo encontramos en España, ¿eh? |
Nuestra primera jornada viajera termina aquí; al día siguiente queremos irnos hasta Puigcerdà, y también Llívia, y ya de paso aprovechar y disfrutar del trayecto que nos debe llevar hasta el Pas de la Casa y que en la oficina de turismo nos han dicho que es bellísimo. Al día siguiente lo comprobaremos.
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