Bayreuth, o Wagner.

Hay temas que por todos son conocidos. Wagner – espero – os suena a la mayoría. Al menos, alguna de sus obras. Al menos… habréis escuchado La cabalgata de las Valkirias, aunque sea en Apocalypse Now.




Aquí Apocalypse Now 
Y aquí un montaje de Bayreuth


Puestos un poco en contexto – musical -, empecemos con la historia de Wagner, compositor que vivió en el s.XIX y que ha pasado a la historia por sus óperas extensísimas y la obsesión en la construcción de un teatro especialmente diseñado para representar sus obras musicales: el Festspielhaus de Bayreuth

Podemos hacernos una idea, entonces, de la personalidad de este compositor, que no estaba satisfecho simplemente con componer la música, sino que además escribía el libreto y también diseñaba la escenografía.  Siendo una figura controvertida en cuestiones políticas – fue revolucionario y estuvo gran parte de su vida en el exilio -, y también amorosas, sus paisanos no sabían bien como acoger a Wagner. Nietzsche lo amó, artística y filosóficamente, hasta lo impensable. Tan impensable que ese amor tan fuerte se convirtió en odio perpetuo. A Wagner parece que no le afectó demasiado, pero Nietzsche le dedicó alguna que otra página, y no demasiado amable.

La figura de Wagner – como la del mismo Nietzsche – fue pervertida posteriormente por los nazis, utilizando su creación como fundamentación de este movimiento político tan terrorífico. Pero – a mi juicio – ni Wagner, y mucho menos Nietzsche, eran nazis.

Más allá de la historia, de la política, o de la filosofía, esta entrada la escribo no para redimir la figura wagneriana, sino para mostrar ese lugar donde Wagner quiso plasmar, como ya hemos dicho antes, su concepto de obra artística. Es en Bayreuth donde eligió Wagner construir su gran teatro para representar sus grandes obras, y fue en el año 1876, un 13 de agosto, cuando el primer festival fue celebrado. 

Desde entonces, y hasta nuestros días, siempre con sus más y sus menos – tengamos en cuenta las dos guerras mundiales -, Bayreuth ha celebrado en verano ese festival, que puede que sea el soñado por Wagner… o no. Lo que sí podemos afirmar es que entre julio y agosto la ciudad bávara se llena de forofos y fanáticos del compositor que esperan años y años para poder ir. No soy una fanática de Wagner, pero sí una amante de la música, y es por eso que ir a Bayreuth – teniendo en cuenta, además, la estrecha relación que tuvo Wagner en un tiempo con mi amado Nietzsche – sería una experiencia de lo más enriquecedora. Es por eso que ponemos a Bayreuth en nuestros futuribles, para poder ver ese gran teatro que trae de cabeza a directores (podéis encontrar una gran explicación aquí, en RTVE), y esas puestas en escena que puede que a todos no gusten, pero que no dejan indiferente a nadie. Y, sobretodo, por ver, escuchar, y disfrutar de la obra wagneriana en el lugar que él creó para tal fin.

Algún día espero poder ir hasta allí porque, aunque hay entradas para todos los bolsillos, el llegar hasta Bayreuth es bastante caro. Aunque, bien visto, podemos hacer como Wagner hizo para poder ir hasta Viena y conocer a su admiradísimo Beethoven: ir andando hasta allí.


Y antes de las imágenes de rigor para inspirar la visita al lugar, disfrutemos de Tristan und Isolde:


Y más de la ciudad:
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