Tarascon-sur-Ariège vive entre montañas, el cielo y el agua del río. Un lugar que era fortaleza, del que quedan torres y calles sinuosas que suben alto, muy alto, hasta abrirse en la plaza del pueblo. Una localidad que recuerda a quienes huyeron de los males de la guerra. Tarascon-sur-Ariège merece detenerse un rato, como mínimo.