Nos encontramos casi rozando las Landas, en un terreno verde y precioso, con los colores del otoño despuntando entre las hojas de los árboles que, poco a poco, van tejiendo una alfombra ocre sobre la hierba brillante. El cielo azul, con poquísimas nubes, luce un sol radiante que confiere a este típico paisaje francés un aire bucólico y evocador. Sería maravilloso si no fuera porque esas mismas tierras, y no hace tantos años, fueron un campo de terror.