Ruta en coche de 1 día por el Lot

Desde Sarlat puedes visitar perfectamente el Périgord Negro, pero desde Sarlat puedes acercarte a otra parte de Francia llena de paisajes y pueblos preciosos: la zona del Lot. En esta parte del territorio encontramos uno de los pueblos – otro de esos – más codiciados de Francia, el conocidísimo Rocamadour, pero no solo Rocamadour es interesante para visitar aquí. En este post te cuento qué lugares puedes visitar en el Lot desde Sarlat.


En esta ruta, que acaba siendo un poco improvisada, el destino principal es Rocamadour, uno de tantos lugares en Francia que la gente visita mucho y que suele estar repleto de gente. De camino a Rocamadour, y como hacemos siempre que viajamos a un nuevo destino, buscamos paradas intermedias que nos puedan interesar. El Lot, como el Périgord, es un departamento con muchos encantos que te llama como canto de sirena a parar a cada pocos kilómetros de conducción, pero el tiempo no es infinito y tenemos que decidir a dónde ir y a dónde no. Así nuestra ruta, que sirve para un día completo, queda del siguiente modo.

La de sorpresas que nos esperan en el día de hoy… (Carennac)

Souillac

Este pueblo es conocido por su iglesia abacial del s. XII y principal atractivo por el que vamos a detenernos nosotros. Nuestra parada va a ser breve ya que lo que queremos es llegar a Rocamadour cuanto antes, pero el asunto se va a dilatar un poco porque a nuestra llegada a Souillac ¡hay mercado!

Es viernes por la mañana y las calles del centro están llenas de tiendas de productos locales, aunque también el mercadillo se parece a aquello que montan los martes en La Jana y los viernes en Traiguera con ropa y enseres para el hogar. Es una mezcla de mercado de proximidad y mercadillo de pueblo, y eso mola porque quiere decir que el pueblo es auténtico y no solo un mero escaparate.

Nosotros decidimos dar una vuelta por ese mercado, cómo voy a decir que no a eso si al verlo antes de estacionar el coche grito un osti Juanjo que fan mercat! Y en el mercado compramos quesos, entre ellos los famosos Rocamadours, esos quesitos pequeños de cabra tan codiciados en la zona y que después encontraremos en el pueblo que les da nombre a casi el doble de precio. En el puesto del mercado debo deciros que el queso no llega a 1€ la pieza.

El mercado tiene también su parte cubierta y es aquí donde encontramos el queso a buen precio.

Además del mercado hacemos otra cosa, y esa cosa que hacemos es meternos en un edificio que nos llama mucho la atención porque tiene pinta de iglesia pero está en estado ruinoso. Ese espacio tan singular es la iglesia parroquial de San Martín, que data del s. XII y que debe su aspecto actual a los daños sufridos durante las guerras de religión. Hoy el edificio ya no se usa como iglesia, y durante más de un siglo se utilizó como ayuntamiento – desde el año 1829 hasta el año 1985. Lo que es en la actualidad este edificio es la oficina de turismo y la sala San Martín está destinada a albergar exposiciones y también se celebran matrimonios. De esta sala, además de las exposiciones, es menester fijarse en sus brutales bóvedas góticas que dejan a una patidifusa.

Otra cosa que hacemos – aunque haya muchas más, nuestro tiempo a invertir allí es poco – es irnos unas calles más allá para ver qué nos ofrece Souillac fuera del merado. Lo que hay son calles típicamente medievales, llenas de edificios con fachadas de entramados.

La iglesia abacial de Santa María

Mención a parte merece la iglesia abacial de Santa María, que data del s. XII y que es una de las joyas de los Midy-Pyrenées. Esta iglesia formaba parte de una antigua abadía benedictina siendo el origen del núcleo habitado, origen que data de finales del s. IX principios del X. En los dos siglos siguientes, gracias a las donaciones hechas por la nobleza, la pequeña celda monástica ve incrementado su patrimonio y su importancia va siendo cada vez mayor. Las construcciones, debido a esto, fueron sucediéndose siendo las más importantes las que se realizan en el s. XII habiendo 80 iglesias y prioratos que dependían de la abadía.

Aunque no todo es gloria y del mismo modo que la iglesia de San Martín sufrió daños durante las guerras de religión esta abadía sufrió lo suyo durante la Guerra de los Cien Años para posteriormente ser saqueada e incendiada durante las guerras de religión. Después de este episodio oscuro el abad Henry de la Mothe Houdancourt, en el año 1632, impulsó la reconstrucción que se alargó hasta el siglo posterior, terminando las obras en el año 1712.

Pero toda acción es poca si los tiempos son convulsos y después de la reconstrucción lelgó la revolución y con ella, los bienes fueron vendidos, los religiosos expulsados y el espacio, en vez de usarse para predicar la palabra de Dios se consagró a la Razón. Esto duró poco, si el hecho se dio en el 1790 allá por el 1801 la abadía recuperó sus funciones religiosas convirtiéndose en parroquia en el año 1803.

La historia de este lugar es más o menos interesante, pero lo verdaderamente potente es su arquitectura y decoración. Como os he dicho es uno de esos lugares que no debes perderte si viajas por el Midy-Pyrénées y debes tener algunas cosas en cuenta a la hora de visitarla. Debo decirte aquí que puedes hacerte con un folletín explicativo en la misma iglesia abacial que te servirá para orientarte entre tanta maravilla. Como anécdota decir que cuentan que André Malraux – te hablo un poco más de él en este artículo -, el de la ley que a mi juicio salvó el patrimonio francés, se quedó contemplando durante tres horas al profeta Isaías, obra maestra del arte románico.

Comencemos por la arquitectura del lugar, y debemos mencionar que está construida en planta de cruz latinade 55 metros de largo y 14 de ancho, con un transpeto de 33 metros y un ábside con tres capillas que se perciben perfectamente desde el exterior. Siendo lo principal obra del s. XII – y posteriores reconstrucciones – debemos saber que todavía se conserva una torre que pertenece a la iglesia primitiva y que data del s. X.

La iglesia, de nave única, esta cubierta por dos cúpulas rematadas por linternas, y una tercera cúpula que se encuentra en la intersección entre la nave y el transpeto. La cabecera tiene un conjunto de ábsides poligonales de los cuales el central tiene tres absidioles. Lo que vemos – y se puede apreciar en el interior – es obra de la restauración llevada a cabo en el s. XVII.

Lo que no es obra de la restauración, pero no se encuentra en su lugar original, es el portal, una de las mayores proezas de la escultura románica. Si digo que no se encuentra en su lugar original es porque los daños que sufrió durante las guerras de religión dejaron tan maltrecha a esta obra de arte que tuvo que ser trasladada al interior de la iglesia, y si estamos acostumbrados a visitar sitios semejantes se nos hará extraño encontrarnos con el relieve encima de la puerta de la iglesia, en su parte interior, cuando su lugar original sería la parte exterior. Esta escena que vemos en la parte superior de la puerta representa al santo Teófilo el Penitente, teniendo a sus lados a San Benedicto y San Pedro.

Pero lo mejor de este conjunto está a los lados, siendo el relieve del profeta Isaías una de las mejores cosas que vas a ver en la región, y es que esta representación del Profeta Isaías está considerada como la más perfecta en todo el arte románico. Si os fijáis en la imagen veréis como parece que la escultura esté en movimiento. Toda una proeza para la época.

Después de este subidón artístico tenemos que ponernos en marcha e ir hasta Rocamadour, uno de los lugares más visitados de toda Francia.

Rocamadour

Este pueblo, con un santuario muy importante para los cristianos, es una parada principal en el Camino de Santiago pero también lo es para todo aquél que guste de pueblos de formas curiosas y de aire medieval – aunque algo decadente.

Rocamadour es una calle, un santuario y un castillo. Esa calle, que es todo el pueblo en el que no hay ni 1000 habitantes, se complementa con todo lo anterior arrapándose a la ladera del acantilado, a 120 metros de altura sobre el cañón del río Alzou. La localidad, todas las casas, las iglesias, todo parece salir de las rocas. Pero eso no lo verás hasta que no vayas a un punto determinado.

Nosotros llegamos a Rocamadour por la parte alta de la localidad, y no vemos absolutamente nada de ella hasta mucho más tarde. Me explico: lo chulo de Rocamadour es verlo a lo lejos, y para tal fin debes estacionar en otro pueblo, o una especie de pedanía que se encuentra en la otra orilla del río. Depende de donde vengas esto te lo vas a encontrar antes o después de pasar por Rocamadour, pero vengas de donde vengas no debes perderte este punto y parar en él. Después te lo explico, vayamos por partes.

Debo comenzar el relato diciendo que uno de los motivos principales por lo que nos desplazamos a esta zona de Francia era poder visitar Rocamadour. También lo era la ruta de oro que hicimos en Sarlat o algo más que veríamos días después, pero Rocamadour era uno de esos puntos que llevaba tiempo esperando poder ver con mis propios ojos, y que JJ lo viese también. Así, después de algunos años buscando el momento para ir se nos presentó la oportunidad – o la busqué – y allí que fuimos a parar.

En lo alto de Rocamadour, el castillo del s. XX y la torre del s. XXI.

El nombre de este lugar se de a San Amador las reliquias del cual fueron a parar a esta parte de Fracia. Dicen que su cuerpo incorrupto fue encontrado por monjes benedictinos en el interior del santuario mariano en el año 1162. Desde ese momento se convirtió en lugar de peregrinación por el que pasaron reyes como Luis IX de Francia, Enrique II de Inglaterra o Alfonso II dePortugal. También predicadores – y gentes anónimas – han buscado la gracia divina subiendo la gran escalera que te lleva hasta el santuario mariano.

La ciudadela de la Fe, como también es conocida la localidad de Rocamadour, es uno de los lugares más visitados de Francia con 1,5 millones de turistas al año, después del Mont-Saint-Michel, la ciudadela de Caracassonne, la torre Eiffel y el castillo de Versailles.

Si tan importante es subir esa escalera no se debe solo a la leyenda que rodea a San Amador y su cadáver incorrupto, sino también a que en el santuario descansa una Virgen Negra que ha sido el motivo principal de peregrinación. A este hecho debe sumársele que en el s. XX Rocamadour pasó a ser parada en el nuevo camino de Santiago transformándose en una variante del camino del Puy-en-Velay. Desde ese momento además del motivo de la Virgen Negra los visitantes pasan por allí en su recorrido a pie hasta Santiago de Compostela.

Y nosotros no vamos ni por la Virgen ni por el Camino, sino por el lugar en sí mismo. Ese lugar, y como somos así de especiales, lo visitamos al revés, esto es, desde arriba hacia abajo. Lo normal en Rocamadour, y como os acabo de describir, es llegar por el río, entrar por la puerta de Figuier – que data del s. XIII – y subir la estupenda y cansadísima escalera que te llevará hasta el Santuario. Pues no, nosotros empezamos el Calvario por el revés. Porque sí, en Rocamadour hay un calvario que va de la parte alta hasta casi la entrada al santuario, y este calvario discurre por un sendero muy empinado entre una vegetación de lo más frondosa que hace del sufrimiento del paseo – sobre todo cuando vayas a subirlo – algo más agradable.

Intenta subirla del tirón si puedes.

Nota: puedes subir y bajar en ascensor – cuesta algo más de 2 euros – pero, oye, así una no hace penitencia – o la sesión de cardio de la semana.

Este Calvario, que lo es tal cual, con sus estaciones y su todo, tiene diferentes espacios en la roca, y es que la roca es parte fundamental de Rocamadour: hasta el Santuario está dentro de ella. Salvando las distancias, a mí me recuerda a La Balma, en Sorita, un lugar del que espero hablaros en un futuro. Lo que os digo, que vas encontrando por ahí cosas que la verdad yo no esperaba, y entre ellas una ofrenda que se hace con tachuelas doradas que puedes clavar en la madera. Creedme que no había visto nunca nada semejante.

Después de pasar por el Calvario llegas a un punto en el que ese Rocamadour que tanto has visto en documentales y revistas se hace realidad, aunque solo sea parcialmente: empiezas a percibir esa única calle que discurre como al borde del acantilado y a una parte y otra de la misma una vegetación que de tan verde es casi oscura.

También empiezas a ver el Santuario que tiene mucha pinta de fortaleza y que esconde en su interior la imagen de la Virgen Negra, imagen no exenta de leyenda ya que dicen que fue el mismísimo San Amador quien la esculpió con ayuda de San Lucas. Lo de las vírgenes negras, con claras reminiscencias al culto de Isis ya lo hablaremos si a caso en otra ocasión.

El Santuario

Después de haber bajado una cuesta considerable y también un buen conjunto de escaleras – y estar pensando ¿esto lo tendré que subir? – llegamos a la entrada del Santuario de Rocamadour [entrada gratuita], una joya medieval ya que la mayor parte de los edificios religiosos datan del s. XII aunque empezó a construirse en el s. XI.

Fresco conocido como «Dit des trois Morts et des trois Vifs», a la entrada de la Capilla Mariana, tema popular en los s. XIV y XV.

La sensación que da entrar al santuario es bastante confusa, y es que lo haces cruzando un túnel excavado en la roca, algo bastante siniestro – siempre a mi juicio – y que, como ya os he dicho, me recuerda a otros espacios religiosos de carácter rupestre como es La Balma, en Sorita (Castelló). Nuestra llegada a este santuario es contraria a la llegada natural de los peregrinos, quienes acceden a él subiendo los 233 peldaños de la escalera de acceso, y lo hacen – o hacían, no vimos a nadie llevando a cabo esa acción de ese modo – de rodillas.

Ya llegues por la escalinata – a pie o de rodillas – o accedas al espacio por el túnel, te vas a encontrar con una imagen magnífica de lo que se conoce como la Explanada de las Iglesias, lugar en el que se erigen los siete santuarios que conforman todo el conjunto religioso,

El santuario mariano es célebre entre los cristianos por albergar, como ya os he explicado antes, una virgen negra pero también las reliquias de San Amador y que están custodiadas en la cripta de la basílica. Este espacio, construido en estilo románico, apenas ha sufrido variaciones después de haber sido restaurado en el año 1858. Por lo tanto, te encuentras en un lugar puramente medieval.

Encima de la cripta – y es que para acceder a ella debes descender un buen número de escaleras – encontramos la Basílica de San Salvador (s. XI a XIII), que transtita entre lo románico y lo gótico y fue consagrada como basílica menor por Pio X en el año 1913. Junto a la cripta, esta basílica fue clasificada como monumento histórico en el año 2000, así como el resto de las capillas de la localidad.

El espacio de peregrinaje por excelencia en Rocamadour es la capilla de Notre-Dame de Rocamadour, donde se encuentra la talla de una Virgen Negra de madera, con los ojos cerrados y sedente a modo de trono con el Niño Jesús sentado en su rodilla izquierda. La imagen data del s. XII y el culto de la misma se extiende no solo a este punto concreto de Francia, sino que por ser una advocación relacionada con el Camino de Santiago su culto se propaga ampliamente por España y Portugal. De hecho, podemos encontrar capillas e iglesias consagradas a esta imagen en Valencia de Alcantara (Cáceres), en Castelo Rodrigo (Portugal) o en la Iglesia de San Lorenzo (Sevilla).

A esta capilla se accede subiendo por una escalera desde la Explanada de las Iglesias.

La capilla empezó siendo algo más pequeña de lo que es en la actualidad, y comenzó a construirse en los albores del s. XII, adosada al acantilado mediante contrafuertes y siendo separada del basílica por un pequeño callejón que después fue utilizado como sacristía.

La capilla original no existe ya, y es que en el año 1476 una roca se desprendió del acantilado y la destruyó,a sí que tuvo que ser reconstruida tres años después. La historia, como viene repitiéndose en todo este viaje, vuelve a ser la misma: las guerras de religión hacen estragos en la zona y la capilla, ya maltrecha por la caída de la roca, fue saqueada. Es por eso que desde Cahors se decide, en el año 1842, restaurar el espacio y ya de paso se agranda.

Esta capilla, además de albergar la talla de la Virgen Negra, que tiene una altura de 76 cm, está llena de ex-votos, ya sabéis, ofrendas que se hacen a una santidad para agradecerle algo – conozco un par de lugares así, uno de ellos la ya mencionada Balma, el otro el Sanctuari Verge Font de la Salut en Traiguera, aunque en este último los objetos ya no se pueden ver -, entre los que encontramos una flecha que se lanzó en la batalla de las Navas de Tolosa entre otros objetos, como un par de barcos que agradecen la llegada a buen puerto en algunas expediciones oceánicas. También allí se encuentra la campana milagrosa de hierro forjado y que data del s. VIII y que dicen que llamaba a los marineros cuando estaban en peligro – de ahí los ex-votos en forma de barco.

El Santuario de Rocamadour se complementa con algunas capillas más pero que no están abiertas al público.

Después de la visita al santuario nos queda visitar el pueblo, un pueblo que se extiende a lo largo de una calle principal, y a la que accedes descendiendo los 233 escalones que conforman la escalinata que llevan hasta el espacio que os acabo de describir. Pero antes que eso nos queda observar y meternos por algunos rincones del conjunto religioso que son una verdadera maravilla. Hay que decir que tenemos suerte: el día está feo – nos ha llovido incluso – y parece que no son muchos los que se han animado a visitar este lugar tan frecuentado por turistas. Este hecho supone dos cosas importantísimas, la primera de ellas encontrar aparcamiento sin problemas; lo segundo es poder visitar Rocamadour en casi total soledad.

El pueblo

Ir descendiendo la escalinata y el par de calles de la localidad hasta lo más bajo de la misma es una experiencia muy agradable, y es que se pueden percibir los distintos niveles en los que está construido el pueblo de Rocamadour. Las casas, aunque pocas, se van enfilando unas sobre otras en el acantilado y todo ese carácter medieval que todavía mantienen en la actualidad hacen que te dé la sensación que estás en otra época.

Cierto es que Roamadour se centra mucho en el turismo, de hecho son múltiples las tiendas de souvenirs que se dispersan por toda la zona histórica. También son numerosos los establecimientos destinados a la restauración, no así los visitantes. Nos parece que Rocamadour está un poco desangelado, sin mucha gente, como si fuese un lugar que está de capa caída. Cierto es que, y como nos sucede en los pueblos de la ruta de oro del Périgord Negro, nos da la sensación que el turista va más a ver el pueblo a lo lejos que a meterse en él.

Más allá de pasearte por su calle y disfrutar de la arquitectura típicamente medieval, existen algunos elementos en Rocamadour que no debes pasar por alto. La Calle Mayor (Grand’Rue) es el corazón de la vida civil de Rocamadour, calle a partir de la cual se distribuyen los distintos barrios que estaban, en el pasado, encerrados por 11 puertas que controlaban el flujo de peregrinos y defendían la ciudad. De esas puertas, en la actualidad, quedan 8 siendo de ellas la más importante la puerta de Figuier, en la entrada principal. Desde este punto debes pararte y dirigir la mirada hacia el Santuario: es ahí donde vas a tener la mejor vista interna de Rocamadour.

El paseo por la localidad es rápido, y más para nosotros en un día de junio – el último de primavera – en el que el cielo se encapota y la lluvia amenaza. Nuestra misión es ahora subir las 233 escaleras que hemos descendido para seguir con el calvario a la inversa y llegar hasta el viejo castillo del que ya no queda nada, castillo que se levantó en el s. XV para proteger el lugar sagrado. El esfuerzo que vamos a realizar ahora es bastante alto, y es que vamos con prisas porque aún y siendo hoy el día más largo del año todavía nos quedan cosas por ver, y tenemos aún que comer.

Las vistas desde la Calle Mayor.

Y, ¿dónde vamos a comer? Pues muy fácil: en la misma zona de aparcamiento. Y es que sí, os lo vengo diciendo en toda esta serie de post dedicados a Francia: el país está preparadísimo para el turismo. Es por eso que en el mismo lugar donde tenemos el coche – de momento, aparcamiento gratuito, en temporada alta ya no lo tengo tan claro – hay una amplia zona de mesas para poder alimentarte con lo que tú traes de casa, y eso es lo que haremos nosotros. Vamos, haremos lo mismo que venimos haciendo ya la casi semana que llevamos de viaje por Francia.

L’Hospitalet

Pero todavía nos queda hacer una cosa en Rocamadour, y eso es disfrutar de la estampa que conforma junto al acantilado y el río desde la distancia. Para ello nada más fácil que conducir hasta L’Hospitalet, un caserío desarrollado alrededor del antiguo hospital de San Juan que acogía a los peregrinos en el s. XIII.

Para tener una vista completa de Rocamadour es necesario ir un poco más allá de la capilla y dejar el coche donde puedas, y es que el espacio es reducido y está muy concurrido, pero vale la pena parar.

Ahora sí, la famosa vista de Rocamadour.

Carennac

La tercera parada programada del día es Carennac, uno de los pueblos más bonitos de Francia, de esos en los que te paras porque dicen que es chulo, aunque jamás habías escuchado hablar de él. Y olé por haber parado porque es ¡una maravilla!

Carennac es uno de esos pueblos bonitos que se pierde entre la amalgama de pueblos bonitos que hay en lo que se conoce como el Sud de Francia, una zona demasiado grande como para abarcarla solo en un viaje. De hecho creo que esta parte del hexágono es una de esas a las que se debe volver una y otra vez porque nunca tendrás bastante. Un viaje largo por allí sería también otra buena opción – el nuestro durará, en total, 11 días – pero igual acabas saturado de tanta belleza y es que, sí, lo bonito también cansa.

Ya llevamos mucho visto, pero siempre hay cosas que te sorprenden.

O tal vez lo que cansa son las altas expectativas. Ya os lo he dicho más arriba, con Rocamadour, y es que esperaba tanto que después… y esto no pasa con Carennac, porque como de Carennac no esperaba nada, pues hala, toma sorpresa.

Si has leído nuestros artículos anteriores, verás que son muchos los pueblos bonitos de Francia que hemos visitado [aquí o aquí tienes ejemplos] y que algunos nos han sorprendido, algunos otros no tanto. Pues el caso de Carennac se ajusta a la primera opción: Carennac nos sorprende gratamente. Para mí es una de las joyas escondidas de Francia, un pueblo medieval con todas las letras y todo el sentido, un lugar en el que viven solo 400 personas y en el que el Dordoña está tan presente que casi da hasta vértigo.

Carennac es un pueblo que tiene una iglesia románica que data del siglo XII y que es la joya de la corona. Su imagen de iglesia fortificada, y que se encuentra al lado mismo del castillo – muy reformado en la actualidad – te hará sentir en un cuento de hadas.

Aunque para llegar a la iglesia debes dar algunas vueltas por el pueblo, de trazado laberíntico, Y el trazado laberíntico del pueblo te llamará la atención, pero también lo hará el conjunto de casas totalmente medievales que lo conforman, de una autenticidad tan evidente que parece hasta imposible.

¿Es esto una vidriera de la iglesia? Y, ¿cómo se llega?

La Iglesia Saint-Pierre

Accedemos a ella después de haber estado buscando el modo de cómo llegar, y es que no es fácil, o más bien tendría que decir que no es intuitivo. La estructura de fortaleza que todavía conserva el trazado de la pequeña localidad supone que la puerta de entrada a este monumento tengas que buscarla dando muchas vueltas. Es que hasta nos salemos del pueblo y andamos por la carretera para, finalmente, llegar a una pequeña plazuela que parece el centro de un castillo.

¿Cómo íbamos a encontrarla si se escondía aquí dentro?

Y sí, es que allí encontramos la iglesia de Saint- Pierre, pero también el castillo que defendía a Carennac en el pasado. Y encontramos todo el suelo de piedra, y un conjunto de casas de piedra, y esos techos a dos y cuatro aguas que tanto se repiten en Carennac. Vamos, que esa plaza es una viaje a la Edad Media en toda regla. Sin duda uno de los mejores rincones que nos encontraremos en este viaje.

Es hora de centrarme en esta iglesia, un tesoro de la época medieval, uno de tantos tesoros que hay repartidos por toda Francia – especialmente en esta zona. Lo primero que se sabe de la iglesia aparece datado en el año 932, pero es en el año 1047 – más o menos – cuando el abad de Cluny crea el priorato y empieza a construirse esta iglesia. Un siglo después, en el XII, se añade el nártex con el tímpano que será lo más espectacular que verás allí.

Después de esto, otra vez, la Guerra de los Cien Años que causa estragos en el edificio destruyendo parte de su claustro y acaba por completo con las dependencias monásticas. Tras ella, en el s. XVI, empieza a construirse ele castillo de los Doyens y se añaden las cinco capillas laterales a la iglesia. Con la Revolución se suprime el priorato cuando ya solo quedaban cuatro miembros en la comunidad, y es vendido, pero la importancia que se le da al conjunto del Enterramiento de Cristo (que se encuentra en el claustro )impide que sea subastado.

Pues lo que encontramos a nivel de calle antes resulta que era esto.

La iglesia antigua, del siglo XI, tiene tres naves y tres ábsides, y en el siglo XII se le añade al nártex con una porta de medio punto. En su tímpano se encuentra tallado un relieve precioso presidido por un pantocrátor.

El interior de la iglesia, muy diáfano, mantiene todavía hoy en día elementos de pintura al fresco de bellos colores, aunque sin duda la joya de este espacio es, como os digo, el nártex que no podréis dejar de contemplar desde cualquier perspectiva. Invertid un poco de tiempo disfrutando del placer del arte medieval en todo su esplendor.

La iglesia forma parte del priorato de Carennac que se complementa con el claustro que nosotros no podemos visitar porque a esas horas se encuentra cerrado. Aún así, algunos datos al respecto, y es que tiene partes románicas pero también góticas, conserva aún la sala capitular y guarda el Enterramiento de Cristo, un conjunto de piedras esculpidas en piedra y de tamaño natural que representan el enterramiento de Cristo (s. XV). Además existe también un relieve con escenas de la Vida de Cristo que es también del s. XV.

El Castillo de Doyens

Este castillo, sala de exposiciones que se centra en las bondades de la zona, data como ya os he dicho del s. XVI. Es de entrada gratuita y aunque su interior está bastante modificado por el abandono que sufrió, cabe decir que guarda unas bellas pinturas en sus techos y desde él se tienen unas vistas espectaculares del Dordoña.

Después de estas dos visitas poco más nos queda por hacer en Carennac, aunque nos resisitmos sa marcharnos. Su título de pueblo más bonito de Francia lo tiene ganado a pulso, no es ninguna exageración, no se le queda grande para nada. Carennac es uno de esos pueblos en los que debes detenerte sí o sí cuando pases por el Dordoña, si no lo haces te arrepentirás.

Y de Carennac se supone que vamos directos a Sarlat pero es que insisten tanto las señales que acabaremos parando en otro lugar.

Martel

Y si Carennac nos sorprende lo de Martel es un flechazo rayando la locura. Para poneros en contexto, retomamos el trayecto para terminar la ruta del día de un modo circular por lo que regresaremos a Sarlat dando una vuelta que primero maldecimos. Ya lo sabéis, os lo llevo diciendo en otros artículos: las carreteras francesas, en esta zona, son una tortura. Y ya no creo que sea porque seguimos el GPS, es que no hay otra. Tan poca cosa hay que llegamos a un punto en el que debemos cruzar un puente colgante y no nos atrevimos hasta que vemos que otro coche lo hace. Conduce JJ, yo paso el puente con los ojos cerrados. Aquello no quiero ni verlo.

Pasado el mal trago seguimos la ruta y a cada pocos kilómetros nos encontramos con una señal que anuncia un lugar llamado Martel y que es ciudad medieval. Y otra vez y site medieval, y venga con Martel y lo medieval. Pues muy bien, que sí, que ya sabemos que por aquí hay mucho medieval, que no nos lo repitas – se nota que estamos ya un poco cansados, ¿verdad?. Pero resulta que la ruta nos lleva hasta Martel y ¡maldita mi estampa! ¿Esto qué es?

¡Anda mano! Lo que faltaba pa’l duro.

Creo que soy incapaz de describir la emoción que siento al llegar al pueblo por la carretera, es que no puedo. Es más, lo estoy recordando ahora y siento un nudo en el estómago, ese faltar el aire de cuando algo te sorprende muchísimo. Yo, un que tiendo al melodrama, le insisto a JJ en que debe parar, y él que sí, que sí. Casi abro la puerta del coche antes de que estacione, quiere meterme por esas calles ¡ya!

Del pueblo, al o lejos, lo que más llama la atención son la cantidad de torres que destacan sobre el resto de edificaciones, 7 ni más ni menos, una cifra mucho menor a la que fue en el pasado, ya que en el s. XV se contaban hasta una treintena de ellas. Estas torres tuvieron distintas funciones en el pasado, algunas fueron prisiones, otras formaban parte de conventos (como la de Cordeliers), o la Maison Fabril, en la que murió Enrique “Court-Mantel”, hijo mayor de Enrique II Plantagenet y Leonor de Aquitania.

Martel nace de un modo distinto al resto de localidades de la zona, y es que no surge a partir de un lugar religioso ni tampoco de un castrum anterior. Martel, si lo es, se debe a una convergencia entre rutas norte-sur, lo que era la antigua vía galo-romana que iba desde París hasta el mediodía francés, cruzando también de oeste-este desde Burdeos hasta Aurillac, la ruta de sal del Auvernia. Esta posición geográfica y su proximidad al río Dordoña, además de tener un puerto de sal, sumando a ello que se encuentra en la ruta de peregrinaje hacia Romadour hicieron que Martel tomase fuerza en la Edad Media.

¿Qué le supuso todo esto a esta localidad? Pues que se convirtiese en un centro de mercaderes muy importante, ya a principios del s. XII. Y si esto fuera poco, resulta que Martel no fue tomada militarmente durante la Guerra de los Cien Años, y después las casas y mansiones burguesas empiezan a brotar como setas. Las murallas se derrumban y la ciudad se expande y durante los s. XIV y XV la floreciente Martel eclosiona.

Otro momento importante en Martel, después de la decadencia de la época revolucionaria, es el s. XIX cuando el comercio de la trufa hace que los habitantes de la localidad se enriquezcan y se empiecen a edificar mansiones a las afueras del centro medieval.

Martel, en la actualidad, todavía guarda algo de sus murallas y una iglesia fortificada que está adosada a las mismas, con su campanario de 40 metros de altura que servía también de defensa. De lo mejor de esta iglesia, sin duda, el tímpano románico que data del s.XII.

El centro neurálgico de Martel es, como no podía ser de otro modo, la Plaza del Mercado en la que encontramos un mercado con cubierta de madera que data del s. XVIII, claro testimonio de la vocación mercante de la localidad. En el lugar hay mercado todos los miércoles y sábados por la mañana y lo miércoles por la tarde hay baile gratuito. Además de todo esto, la plaza es una maravilla rodeada de viviendas medievales hechas en piedra de color tostado, puertas y torres. Vamos, el paraíso del frikismo medieval.

Desde la Plaza del Mercado, y cruzando la puerta que atraviesa una torre medieval, se accede a la plazoleta donde está la Oficina de Turismo y también el Ayuntamiento. En ese espacio tienes también un lugar maravilloso con todo el carácter medieval, y aparecen unas amiguitas que ya hemos visto en Carennac – fijaos en las fotos que hay más arriba – y que resultan ser, si no me equivoco, una exposición itinerante de un par de artistas que se hacen llamar Sismikazot. Lo cierto es que los animalitos le dan un carácter transgresor a un entorno de aspecto tan tradicional.

Nuestro paseo por el pueblo debe terminar, aunque sentimos que nos quedaríamos allí mucho más tiempo, y es que Martel no es un lugar para estar de paso, sin duda es un descubrimiento que nos convence que debemos volver a la zona y transitar por esos lugares algo menos conocidos pero igualmente espectaculares.

Adiós Martel, volveremos.

Recomendaciones

Como has podido leer, esta ruta nos lleva todo un día. Aunque las distancias no son muy grandes si es cierto que el estado de la carretera supone invertir algo más de tiempo en la conducción. También decir que excepto Carennac, que se visita más rápido, los otros tres lugares requieren de algo más que un pequeño paseo para ver todo lo que ofrecen. Ya habéis leído que tanto en Souillac como en Martel no vemos todo lo que ofrecen, así que es un dato que debéis tener en cuenta.

En lo que se refiere al alojamiento nosotros partimos desde Sarlat. Estuve mirando alojarnos en Rocamadour para no tener que volver a la capital del Périgord Negro y el alojamiento, bastante escaso, se salía de presupuesto. No se me ocurrió tampoco mirar en ninguno de los otros tres pueblos en los que paramos ya que no conocía que fuesen tan interesantes, aunque si tuviese que escoger un lugar donde pernotar me fijaría en Martel por ser el más grande y más chulo, a mi juicio, para estar allí uno o dos días y descubrir la zona.

Booking.com

También decir que en esta zona hay muchas más cosas para ver de las que nosotros vemos. Desde grutas prehistóricas, pasando por museos e incluso un tren turístico que tiene bastante renombre son las distintas actividades que pueden realizarse. El Lot y el Dordoña dan para un viaje muy largo, aunque creo que es mejor hacer varios viajes dilatados en el tiempo, lo vas a disfrutar más. En tanto que no puedo hablarte de todo lo que hay para visitar ya que yo no he podido hacerlo, te dejo aquí el enlace a la web de turismo para que encuentres otras cosas que hacer que puedan serte interesantes.

Otro punto a tener en cuenta es el aparcamiento. Excepto en Rocamadour, que entendemos que en temporada alta debe ser de pago, el resto de localidades son de aparcamiento libre.

Ya te he mencionado que Francia es el paraíso de los picniqueros -me lo acabo de inventar, lo sé – así que si tu presupuesto es ajustado y prefieres prepararte tú la comida no tendrás ningún tipo de problema en comerla en cualquier lugar.

Y hasta aquí nuestro paso por el Lot, breve pero intenso. ¿Qué te ha parecido? ¿Te apuntas la ruta? ¿Qué lugares has visitado tú que nosotros hemos pasado por alto? Te leo en comentarios.

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¡Gracias!

Una filósofa y un politólogo que amana viajar y lo hacen a pesar de los pocos recursos que tienen. Viajar es más que un capricho, viajar es una necesidad y aquellos que somos pobres en un primer mundo de opulencias tenemos derecho también a realizar nuestros sueños viajeros. Porque los pobres también viajamos.
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