La ruta de oro del Périgord Negro

Hay 3 o 4 pueblos del Périgord Negro que no puedes perderte. Todos ellos pueden visitarse desde Sarlat, cómodamente, y en un día. Esos pueblos son Domme, La Roque-Gageac, Beynac-et-Casenac y Castelnaud. Nos vamos de excursión por la ruta de oro del Périgord Negro.


Cuando piensas en viajar al Périgord Negro lo que esperas encontrar, sin ninguna duda, es lo que te traigo en este artículo: el río Dordoña atravesando pueblos, paisajes verídismos, muchos castillos – uno por pueblo – y los pueblos, claro, los pueblos bonitos. Todo esto lo puedes encontrar a un tiro de piedra de Sarlat, la capital de esta parte del Périgord, y es una ruta que puedes hacer en un día, aunque te lo advierto: transitar por estas carreteras a veces se hace un poco complicado, el ancho de vía es escaso y las curvas son a veces pronunciadas.

La ruta que os presento pretende ser lo más circular posible. Teniendo en cuenta que la distancia entre los pueblos es poca, empezamos por el que se encuentra un poco más apartado de nuestro campamento base esos días, y que es Sarlat. Te recomiendo, por lo tanto, que si quieres visitar el Périgord Negro con comodidad tengas en mente alojarte en Sarlat ya que desde allí podrás acceder fácilmente a todos estos pueblos y tendrás, además, todos los servicios necesarios.

Primera parada: Domme

Domme es un pueblo que ha ganado relevancia en los últimos años. Un lustro atrás este pueblo del Périgord, clasificado actualmente como uno de los más bonitos de Francia, quedaba desubicado en las rutas turísticas. El hecho – supongo – que se encuentre en un pequeño alto, sin estar cerca del río, siendo un poco más difícil acceder a él hacía que este pueblo fuese obviado. En la actualidad Domme se ha convertido en una parada imprescindible en las rutas por el Périgord Negro. Un pueblo que es una bastida de la que todavía quedan algunas puertas – que son su seña de identidad – y murallas puede que no sea tan espectacular como el resto de pueblos que visitarás. No, no es tan espectacular como el resto, a nosotros no nos pareció tan tan bonito, pero vale la pena pararse allí y dar un paseo.

La puerta, emblema de la localidad.

Domme tiene algunas cosas interesantes, y de entre todas ellos lo mejor son las vistas que se tienen hacia el Valle del Dordoña. Desde su lo alto de la localidad, y en el mirador que encontraras en el paseo tras la iglesia, vas a tener una visión amplisima de toda la zona. Allí empiezas a percibir porque tanta gente queremos ir al Périgord, y es que es el ejemplo perfecto de paisaje de cuento.

Otra de las cosas que puedes ver en Domme es su iglesia que tiene una exposición de objetos religiosos en el interior, y que es de entrada gratuita. También tiene sus puertas monumentales acompañadas todavía de alguna parte del lienzo de muralla cuyo trazado es hoy un paseo interesante. Y como no, todo su entramado urbano lleno de casas preciosas en piedra parda y vestidas con bonitas flores. Vamos, lo que se ve en todo el Périgord.

Segunda parada: La Roque-Gageac

Desde Domme regresamos a la carretera principal y paramos en le primer pueblo que nos encontramos siguiendo el curso del Dordoña. Este pueblo seguro que os suena más porque es uno de las estampas más características de la región, con su castillo en una punta, con sus casas que se extienden a lo largo – pero no a lo ancho – del meandro del río, con las gabarras navegando, con ese verde febril que cubre como un manto espeso todo el valle. La Roque-Gageac es la viva imagen del Périgord, o de lo que nos imaginamos cuando pensamos en el Périgord.

Sus casas, perfectamente conservadas y restauradas, conforman un entramado de una sola calle bastante larga que se bifurca en algún punto hasta lo más alto, llegando a una iglesia, pero que se extiende, hasta lo largo, llegando al castillo que es de propiedad privada. La Roque-Gagueac se ve rápido, el paseo es muy fugaz por otro de los pueblos más bonitos de Francia.

Como os digo solo hay una calle aunque el pueblo pretende aumentar sus atractivos con un jardín exótico que se encuentra en la punta opuesta al castillo. Este jardín aprovecha el microclima casi mediterráneo del que goza la localidad – al estar orientada al sur – para desarrollarse y lo cierto es que se convierte en una especie de selva llena de plantas exóticas entre las que se encuentran cactus, bambús, higueras…

Una de las cosas buenas que tiene este pueblo es la cantidad de espacio de pícnic que alberga en la zona cercana al río. Es por ello que la parada en La Roque-Gagueac puedes aprovecharla para comer algo relajadamente disfrutando del entorno y de las vistas del río, y las gabarras navegando, y el acantilado lleno de casas, y el castillo al fondo. Se puede convertir, aunque el menú sea una ensalada, en la comida más especial de todo tu viaje.

Tercera parada: Beynac-et-Casenac

A mi juicio, este es uno de los más chulos de la ruta, no lo es solo por su casco urbano, que te traslada inmediatamente a la Edad Media, sino por el cacho de castillo que tiene en lo alto, castillo en el que habitó Ricardo Corazón de León.

El que nos ocupa ahora es también otro de los pueblos más bonitos de Francia – y ya llevamos tres en pocos kilómetros – el que antaño, en la Edad Media, fue escenario de múltiples enfrentamientos con los Plantagenets, los señores del castillo de Castelnaud – que puedes divisar perfectamente desde el castillo de Beynac. Los Plantagenets eran aliados del Rey de Inglaterra, en cambio los señores del castillo de Beynac era partidarios del Rey de Francia y así estaban, todo el día a la greña.

El paseo por el pueblo es algo más largo que el que darás en la localidad anterior, y también más cansado, y lo es porque no te puedes saltar la visita al castillo que se encuentra en lo alto de la localidad, dominando todo el valle. Al castillo puedes llegar en coche dando un rodeo pero yo te recomiendo que subas a pata, que sufras la subida – porque madre mía qué cuestas – y cuando llegues a los pies del castillo alucines con la impresión que da haber llegado, por fin, allí.

Literal, es literal que tuvimos que parar nosotros y las demás gentes que subían las cuestas para descansar. Literal es que fui a hacerle la foto a JJ y me posaron estos señores también. Bienvenidos sean, ¡pues!
Las cuestas no son una tontería, pero ninguna.
Pero el esfuerzo vale mucho la pena, ¿no crees?

El castillo de Beynac será el único que visitaremos en esta parte del viaje. Será el único porque tenemos que administrar el presupuesto y aunque hay al menos tres castillos que vale la pena visita en la zona – después os hablo de ellos – a nosotros el que más nos interesa visitar es éste. Su historia y su aspecto de fortaleza medieval – debemos tener en cuenta que data del s. XIII – es lo que nos lleva a tomar esta decisión. Y será una decisión de lo más acertada. Es más, creo – y sin haber visitado el resto de los castillos – que el de Beynac es el mejor castillo del Périgord Negro.

Posiblemente no sea objetiva – cómo voy a serlo, ¡si soy sujeto! – pero nuestra ruta, que atraviesa muchos parajes con castillos, no ha visto hasta el momento nada igual – ni va a verlo. Un castillo que se encuentra allí desde el año 1115, por el que pasan Ricardo Corazón de León – en la habitación del cual puedes entrar – o Simón de Monfort – si, el de la cruzada contra los cátaros – , que está en un estado de conservación excelente no es cosa menor, ni moco de pavo, ni una tontería, ni una nimiedad.

Casi tienen que sacarme de esa sala a la fuerza, ¡me hubiese quedado a vivir allí!

Tan importante es este castillo que es una de las pocas atracciones del Périgord que abre casi todo el año. Solo cierran en enero, y eso ya es decir en una zona en la que el turismo es muy estacional.

TARIFAS: 

Precio individual :
– Adulto : 8,00 €
– niño 5/11 años : 4,00 €
– niño 12/16 años : 6,00 €

Precio para grupos (+25 pers.) :
– Adultos : 7,00 €
– niños 5/11 años : 3,50 €
– niños 12/16 años : 4,50 €

APERTURA: 

Del 01/02/2019 al 31/12/2019

Abierto todos los días, todo el año, sin interrupción, de 10:00 a 18:30.

De Abril a Octubre, visitas guiadas están incluidas en el precio del boleto. Cada 30 min, de 10:00 a 12:00 y de 14:00 a 18:30. Ultima salida : 18:30.

Cierre anual : Enero. 

Apuramos nuestro paso por el castillo al máximo, casi hasta la hora del cierre. Nos lleva más de una hora pasar todas las salas del castillo, además de recrearnos en todas y cada una de ellas y admirar las vistas que se tienen del valle y de los 5 castillos que hay – aunque creo no somos capaces de verlos todos. Decir que la visita está acompañada de una audioguía de lo más chula y completa que te ayuda a comprender todo lo que estás viendo. La información que aparece en la web – y que os he dejado en el párrafo superior – dice que hay visitas guiadas pero nosotros, supongo que por horario, no podemos disfrutar de ellas.

Tras la salida del castillo debemos regresar al coche porque se nos está acabando el tiempo de aparcamiento – aquí también se paga – y todavía nos quedan un par de lugares a los que queremos ir. Cabe decir que el descenso, mucho más calmado que la subida, es una gozada; este pueblo es un verdadero pueblo medieval que se paró en el tiempo y así está, radiantemente antiguo.

Cuarta parada: Castelnaud

Debemos seguir ahora el curso del Dordoña y cruzarlo para llegar hasta Castelnaud, el cuarto pueblo de la ruta que tiene, obviamente, también un castillo y que es, junto a Beynac, otro de los pueblos, siempre a mi juicio, más chulos del Périgod Negro.

Castelnaud, cuyo nombre significa “castillo nuevo, tiene también – y no os va a sorprender después de la información que os acabo de dar – un castillo que domina toda la localidad. Os avanzo ya que este castillo no lo visitaremos porque llegamos tarde, quedan apenas 20′ para el cierre y ya no podemos entrar, aunque por tema de presupuesto tampoco tenemos pensado acceder a él. Aún así, y como amantes de las fortalezas que somos, intentamos acercarnos lo máximo posible hasta los pies de la construcción. Segunda sesión de cardio después de la subida de cuestas en Beynac.

El castillo, en manos de los Plantagenets, es el vecino y enemigo del de Beynac. Tras la Revolución Francesa es desmantelado y llega a estar en estado ruinoso después de haber sido usado como cantera. Pero los malos tiempos acaban y a partir de 1966 empieza a ser restaurado hasta conertirse en lo que vemos hoy, además de albergar desde el año 1985 el “Museo de la Edad Media”. Sabemos que ese museo tiene armas, alguna catapulta -que se ven desde fuera, pero poco más – y una exposición que es muy interesante, sobre todo si viajas con niños.

TARIFAS Y HORARIOS

Del 4 de noviembre al 31 de marzo:

Adulto: 9,90 €
Niño y niña (10 a 17 años): 5 €
Menores de 10 años: Gratuito

Ticket combinado con los Jardines de Marqueyssac:
(válido para un año, salvo para las Noches a la Luz de las Velas y el espectáculo de investigación)
Adulto: 18 €
Niño y niña (10 a 17 años): 9 €
Menores de 10 años: Gratuito

Del 1 de abril al 3 de noviembre:

Adulto: 10,90 €
Tarifas reducidas antes de las 13:00 en julio y agosto: 9,90 €
Niño y niña (10 a 17 años): 5,50 €
Tarifas reducidas antes de las 13:00 en julio y agosto: 5 €
Menores de 10 años: Gratuito

Ticket combinado con los Jardines de Marqueyssac:
(válido para un año, salvo para las Noches a la Luz de las Velas y el espectáculo de investigación)
Adulto: 19 €
Niño y niña (10 a 17 años): 9,50 €

Febrero, marzo
y de octubre
al 11 de noviembre
Abril, mayo, junio, septiembre
Julio, agostoDel 12 de noviembre
a finales de enero
10:00 – 18:0010:00 – 19:009:00 – 20:00
(20:30 y 22:15 espectáculo de investigación, lunes, martes, miércoles y jueves)
14:00 – 17:00
(salvo vacaciones de Navidad:
10:00 – 17:00)

Más información sobre el castillo siguiendo este enlace:https://castelnaud.com/es/

Más allá del castillo, del que no os puedo hablar por no haberlo visitado, el pueblo de Castelnaud es también muy interesante por mantener también ese carácter medieval que tanto nos gusta, con las casas a dos y cuatro aguas de techos picudos, muy angulosos pero curvo a la vez, como esos dibujos fantasiosos que tanto hemos visto en nuestra niñez y hemos intentado reproducir en el papel. Las callejuelas, la fuerte presencia de vegetación y la tranquilidad que hay a las 7 de la tarde permiten que nuestro paseo por este pueblo del Périgord sea toda una delicia.

Y en este pueblo debería acabar nuestra visita, pero son aún las 7 de la tarde, hay mucha luz – estamos rayando el solsticio de verano – y decidimos pasarnos por un par de lugares. El primero seguro que es más conocido que el segundo, pero éste último no deja de ser interesante por ello.

Bonus Track

El Castillo de Milandes

El Castillo de Milandes fue el refugio de Joséphine Baker, esa artista que dejó huella en el lugar que habiendo sido construido en el s. XV en la actualidad alberga una mega exposición sobre esta figura destacada en las artes escénicas de la primera mitad del s. XX..

Nosotros no podemos acceder al castillo – ni lo pretendemos – porque ya cierran. Es más, dejamos el coche en el párking para hacer un par de fotos y nos toca salir corriendo porque sino nos quedamos encerrados allí toda la noche. Si te interesa visitar este , y quieres algo más de información, puedes seguir este enlace: https://www.milandes.com/

Allas-les-Mines

Tras esta parada decidimos alargar un poco más nuestra ruta y meternos en el siguiente pueblo que nos vayamos a encontrar, un pueblo del que no hayamos escuchado hablar, un pueblo en que la vida sea auténtica vida y no un escaparate turístico – me parece que los pueblos que acabamos de ver son muy chulos pero tienen poco de vida auténtica. Es así como llegamos a la siguiente parada: Alles-les-Mines.

Una iglesia con pinta de fortaleza domina esta pequeña localidad del Périgord.

Después de conducir por una carretera sinuosa, como viene siendo tónica general en todo el trayecto, y cruzar campos de un verde demasiado intenso para nuestros sentidos, llegamos al pequeño pueblo de Alles-les-Mines. No es un pueblo conocido, ya os lo he dicho, es más, sus atractivos son un museo que se centra en la época de finales del s. XIX y principios del XX y que quiere recrear la estética y el modo de vida de esos años, aunque está cerrado cuando llegamos.

Pero nosotros no vamos a ver el museo, nosotros vamos a ver qué hay en el Périgord más allá de lo puramente turístico, y lo que nos encontramos con un pueblo igualmente bonito pero que, cuando te adentras en él, ves que está mucho menos cuidado.

La información que encuentro sobre este pueblo en internet es muy poca. No aparece, tampoco, en las guías de turismo, no te lo mencionan en ningún lugar. Allas-les-Mines es un pueblo del Périgord en el que viven apenas 300 personas – no, no llega a esa cifra – y que tiene muchas casas que se están cayendo. Las pocas calles que tiene acaban en un camino que parece adentrarse en un bosque espeso. Desde allí veo venir a un señor con un perro, supongo que acabará su paseo de antes de la cena, un bon soir sale de su boca y yo le contesto lo mismo con una sonrisa en la boca, aunque es algo forzada al percibir que el pueblo está muriendo.

Las estadísticas dicen que el pueblo estuvo por debajo de los 200 habitantes allá por los años 70 hoy en día no se encuentra en mejor situación. Allas-les-Mines no ha tenido la suerte de contar con un castillo fabuloso que le permita recibir los mismos ingresos que los pueblos vecinos – y que os he mencionado más arriba. Allas-les-Mines, por lo tanto, no puede rodearse de aparcamientos payant porque nadie va a pagar por ir allí, y como la suerte no le ha sonreído le toca vivir en la precariedad. Que en Allas-les-Minas sigan viviendo personas tiene mucho mérito, gentes que te ven pasar y te saludan, como ese chico que baja del coche con un par de pizzas en brazos y sonriente te da las buenas noches, aunque para mí sean tardes, que el sol todavía brilla.

Los castillos que se llenan de turistas aquí se traducen en ventanas y puertas viejas que se llenan de telarañas, en tejados que se caen, en patios llenos de hierbajos porque allí ya no vive nadie, en paredes desconchadas, en calzadas descuidadas. Qué jodido es eso de no tener suerte al nacer, ¿verdad? Qué jodido es eso de depender de tus privilegios de cuna para poder tener una vida decente. La mayoría de pueblos del mundo son como Allas-les-Mines, no como Beynac ni tampoco como Domme: son lugares donde viven cada vez menos personas porque vivir allí es un suplicio, porque el que nace con poco acaba, tradicionalmente, sin nada.

Altos vuelos

Dejamos Allas-les-Mines y para ello cruzamos el Dordoña. Acabamos de nuevo en La Roque-Gagueac; allí se encuentra la intersección que nos llevará a Sarlat. Desde allí vemos como alza el vuelo un globo aerostático, esa imagen tan típica del Périgord. Me he fijado a nuestro paso por el pueblo: el viaje sale por algo más de 200€ por persona. Yo me conformo con verlo y escuchar su rugido de vapor y fuego.

La ruta en mapa

Algunos consejos

Los 4 pueblos tienen párking pagando. En Domme y en Castelnaud puedes encontrar alguna plaza en la que el aparcamiento es gratuito pero no así en La Roque-Gageac y Beynac-et-Casenac, donde deberás pagar sí o sí (mínimo 2 euros o 2 euros y medio por una hora de promedio). Ten en cuenta que tanto La Roque-Gageac como Beynac-et-Casenac son pueblos muy pequeños que tiene todo el espacio de aparcamiento a la orilla del río y más allá de ese espacio no vas a encontrar nada, así que no te aventures mucho porque igual acabas en un callejón sin salida.

Esta ruta es perfecta para hacer en un día, pero si quieres visitar los tres castillos que aparecen tendrás que invertir algo más de tiempo ya que, aún y no estando los pueblos unos lejos de los otros, el tema de aparcamiento y llegada hasta los monumentos te llevará un buen rato. Además de eso, la visita a los castillos ronda la hora u hora y media. Si quieres hacer todo esto te recomiendo que mejor partas el itinerario en dos. Si tu alojamiento se encuentra en Sarlat te será muy cómodo regresar allí porque como he venido mencionando todo el rato la distancia es poca y el trayecto no se hace demasiado pesado.

Una filósofa y un politólogo que amana viajar y lo hacen a pesar de los pocos recursos que tienen. Viajar es más que un capricho, viajar es una necesidad y aquellos que somos pobres en un primer mundo de opulencias tenemos derecho también a realizar nuestros sueños viajeros. Porque los pobres también viajamos.
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