Quinto Real y la Real Fábrica de Armas de Eugi

Buscaba otoño, pero no quería gente. Buscaba también romanticismo – ¿qué es el otoño sino una estación romántica en el sentido literario del término? -, escenarios lúgubres, decadentes, decaídos, también confortables. Busqué, entonces, algo que me ofreciese todo eso. Encontré Quinto Real, en Navarra. Y allí que fui, y a la Real Fábrica de Armas de Eugi. Esto es lo que pasó.


Me había empeñado en visitar una zona en la que el otoño se presentase en todo su esplendor. Las opciones eran muchas y a una distancia asequible teníamos la posibilidad de acercarnos hasta alguna de ellas. Me pasé mirando, horas y horas, destinos otoñales que entraran dentro de nuestro presupuesto y no nos obligasen a desplazarnos mucho. Lo que cayó, al final, fue una estancia en el pueblo francés de Saint Jean Pied de Port y desde allí tuvimos la oportunidad de acercarnos hasta el Quinto Real.

No os miento si os digo que no tenía conocimiento de este lugar antes de ponerme a formar – de manera intempestiva – la ruta que íbamos a seguir. Lo que sí conocía era la vecina Selva de Irati, que en otoño se viste de colores increíbles, pero que desde nuestra base de operaciones se encontraba un poco más lejos. Tuve disyuntiva, tampoco os lo negaré, con la elección: Irati o Quinto Real, no sabía qué escoger. Terminé por Quinto Real y la razón fue doble: su cercanía con nuestro alojamiento y que allí estaba la Real Fábrica de Armas de Eugi. Que sí, me diréis, que cerca de Irati está la de Orbaizeta, pero a mí me apetecía ésta, no me preguntéis porqué.

Vayamos por partes

La Real Fábrica de Armas de Eugi

Comenzaré por deciros que esta fábrica de armas fue la primera en ser fábrica-población de toda España. Allá por el siglo XVIII, y en la segunda mitad del mismo, exactamente en el año 1766 se comenzaba a construir sobre otros talleres más antiguos los restos de lo que vemos hoy en día. El nacimiento de esta fábrica salía de las políticas reformistas de Carlos III y la idea de modificar el tejido industrial del país creando Fábricas, lugares en los que la producción se especializaba en una sola dirección. Fue la de Eugi la primera fábrica en la que este nuevo formato de fábricas se puso en práctica y en sus 10.000m2 había todo lo necesarios para la fabricación de armas: desde las carboneras, pasando por los hornos o los talleres de calibrado. Todo estaba allí, hasta los trabajadores.

Como os he contado ya, en este espacio llegaron a vivir hasta 500 personas, contando el lugar incluso con una escuela, médico e iglesia propia. Los primeros en trabajar allí fueron franceses pero poco a poco se fueron sumando vecinos de la zona aunque su existencia allí no fuese fácil: los bajos sueldos y las malas condiciones de vida de los trabajadores hacían que hubiesen múltiples altercados. Parece ser que se tomaban a los obreros como una máquina más del conjunto industrial. Oh… espera…

Los problemas no se quedaban solo ahí, y es que su situación no era la idónea para transportar las mercancías así que se pensó en hacer el río Arga navegable. Esto costaba un dineral por lo que el proyecto se tiró a la basura y finalmente se construyó un camino que unía Orbaiceta con Eugi, camino que acababa en Irurita donde el material se subía a las gabarras y se llevaba´hasta el Cantábrico navegando el cauce del Bidasoa.

La vida de esta fábrica no fue muy larga y es que en el año 1794 fue atacada por las tropas francesas en el marco de la Guerra de la Convención. 700 prisioneros, 200 muertos y una destrucción casi total del enclave industrial fueron los resultados del ataque perpetrado por los revolucionarios franceses. La fábrica nunca más levantó cabeza y en el año 1843, después de de constatar su estado ruinoso, fue abandonada definitivamente.

El Quinto Real

Entre Navarra y las Aldudes encontramos este espacio natural que tiene el honor de ser de los más espectaculares de toda la zona. Su nombre, que evoca a privilegios pasados, se remonta a la Edad Media cuando se le llamaba quinta a la parte que se pagaba a los reyes navarros para aprovechar los pastos y montes. Así quedó el nombre para siempre y así se le denomina a un espacio natural atravesado por el río Arga, dominado por el monte Adi y que tiene una riqueza natural espectacular.

Quinto Real es un lugar perfecto para disfrutar del otoño ya que es entonces cuando puedes vivir la berrea. Ésta se da cuando los ciervos machos, en época de celo, intentan conquistar a las hembras con sus antífonas antes de luchar para convertirse en el macho dominante. Además de la berrea Quinto Real es una zona de hayas por lo que los colores otoñales comienzan a aparecer desde muy pronto. El bosque de Quinto Real esconde rincones mágicos y no es necesario irse muy lejos ni caminar mucho para encontrarse con estampas increíbles; es más, el mero hecho de transitar por la carretera se convierte en una acción sublime.

En este bosque son múltiples las rutas senderistas que pueden realizarse en sus 2.500 hectáres, y adentrándose en lo más profundo y llegando al nacimiento de los manantiales de agua fresca y viendo el paso del Arga, río que abastece a Pamplona a través del embalse de Eugi.

Nuestra experiencia

Después de atravesar el valle francés – que nos sorprende gratamente – y cruzar la frontera, no antes sin hacer para en la misma, transitamos ya por la parte navarra de Quinto Real. Cabe decir que esta zona ha sido históricamente reclamada por ambas administraciones a uno y otro lado de la división territorial, aunque hoy en día ese tema está más calmado.

La carretera – que se llama del Quinto Real – es bastante buena, y no tenemos ningún problema hasta que unas preciosas vacas se cruzan en nuestro camino y hacen, primero, que nos detengamos para después tener que seguir la marcha muy lenta ya que nos obligan a seguir sus pasos. Es una advertencia: cuidado con los animales en esta zona de montaña. No solo la ganadería está presente, también los animales en libertad, así que, por favor, estad alerta.

A medida que vamos subiendo metros todo se vuelve más dorado y al llegar al Alto de Urkiaga que aquello se ha convertido en un sueño otoñal. Detenemos, entonces, el coche en el primer lugar que nos encontramos y bajamos con el fin de adentrarnos un poco en el bosque. Yo estoy ansiosa por descubrir esos espacios naturales que a nuestros ojos mediterráneos se tornan tan espectaculares: altísimos árboles, vegetación frondosa, los líquenes, las setas…

Querría realizar alguna ruta senderista, pero el tiempo se ha puesto feo. Hace un viento increíble que mece las copas de los árboles como si estuviesen hechas de papel y yo, que no estoy acostumbrada a caminar entre árboles tan altos, me asusto un poco. Además puede que llueva y en la montaña no hay que arriesgar, por lo que damos un pequeño paseo alrededor del aparcamiento y volvemos al coche para llegar hasta la Real Fábrica de Armas.

El acceso a la misma no es difícil, se encuentra a medio camino entre la frontera francesa y el pueblo de Eugi. Si vienes de Francia te encuentras el conjunto principal a mano derecha y tienes aparcamiento un poco más adelante, a mano izquierda. Es allí donde dejamos nosotros el coche, el único que hay un lunes por la mañana allí aunque deducimos que durante los fines de semana aquello debe estar un poco más concurrido.

Los restos principales de la fábrica de armas son bien visibles, hay una estructura de hierro que los protege en alguna parte, pero puedes ver también otros restos de la antigua industria totalmente a la intemperie. Es obligado decir que durante todo el recorrido tienes paneles explicativos que te ayudan a comprender un poco más la historia del lugar, porque el sitio es algo más que un espacio de lo más fotogénico.

Y es que si por algo es célebre esta fábrica de armas es por su perfecta disposición para disfrutar haciendo fotos. Su localización cercana al Arga y entre tanta vegetación convierten el espacio en una especie de fondo teatral, de marco novelesco. Un lugar eminentemente romántico con el río, el verde el ocre de las hojas mojadas, la piedra brillante, las ruinas de la antigua fábrica. Yo no sé cómo será la otra fábrica de armas pero esta es de lo más espectacular.

No podemos, nosotros, resistirnos a la tentación de bajar hasta el río y acercarnos lo más posible al curso del agua. El caudal es poco, pero a poco que sea el espacio es resbaladizo. Tenemos que ir con cuidado si no queremos acabar con los pies en remojo, es una lástima no haber traído más calzado por si a caso, así que tenemos que ir con pies de plomo y descartada queda la opción de descalzarnos y meter los pies allí dentro ya que el agua está fría de narices.

Una foto aquí, otra foto allá, mira qué bonito, esto parece un cuento – o una historia de terror –, vayamos al otro lado. Y es que la visita no queda aquí, a una parte y otra de la carretera se mantienen los restos de la fábrica-población, porque claro, debemos recordar que el lugar era algo más que una industria, era una verdadera comunidad. Lo que venimos viendo nos ha parecido de lo más chulo, pero es que lo que nos encontramos ahora no tiene desperdicio. Si la vegetación antes estaba presente ahora el espacio se convierte en una especie de selva, un panorama verdísimo pintado de tonos cobre, los restos industriales, algunas setas enormes asomando – porque aquel lugar es también lugar de setas – y nosotros en soledad. Si me lo hubiesen explicado no me lo hubiese creído.

Nos aventuramos a ir un poco hacia arriba, por la ladera, entre los troncos, las piedras y el manto de hojas doradas que crujen bajo nuestros pies a cada paso que damos. Nos quedaríamos allí todo el día pero más vale prevenir que curar y la jornada amenaza con ser lluviosa. Además de esto el viento empieza a soplar con más fuera. Tenemos que irnos.

El pueblo de Eugi

Pero antes, y sabiendo que se encuentra a menos de 10 km, convenimos en acercarnos hasta el pueblo de Eugi. Éste es conocido, sobre todo, por su embalse el que, como ya os he dicho, abastece de agua a toda la zona de Pamplona. Dicen que la imagen del pueblo junto al embalse con todas las montañas rodeándolo es impresionante y ya que estamos cerca, ¿por qué no ir?

Y cierto, la foto es espectacular, pero el pueblo en sí tampoco es moco de pavo, aunque bueno, no hemos visto pueblo feo en lo que llevamos de ruta… Las casonas de piedra, los balcones, las calles que suben y bajan, todo el conjunto se presta a pasear, pero el paseo debe ser breve porque cada vez hace peor tiempo. Vuelta al coche y regreso a Francia.

El viento, cada vez más fuerte, ha ido arrancando las hojas de las ramas de los árboles y el manto ocre es cada vez más espeso. El día se había despertado soleado, comenzamos con manga corta, pero a medida que van pasando las horas el cielo se cubre y pasa de un azul brillante a un gris plomizo. Tenemos el tiempo justo para llegar a nuestro apartamento y cuando aparcamos lo que empieza como lluvia fina se convierte en una tormenta con rayos y truenos incluidos. A nosotros, plim, estamos de lo más a gusto allí.

Algunos consejos

Cómo llegar

Llegar a Quinto Real es fácil. Aún siendo zona montañosa las comunicaciones son bastante buenas. Nosotros accedimos a él desde Francia, viniendo de Saint Jean Pied de Port y atravesando el Valle de las Aldudes para cruza la frontera y siguiendo las indicaciones que nos llevan al pueblo de Eugi. Como ya os he dicho antes la Real Fábrica de Armas se encuentra a medio camino entre la frontera con Francia y el pueblo de Eugi, menos de 10 km lo separan de cada uno de estos puntos, así que no tiene pérdida. Pero aún así, os dejo el punto exacto en el mapa por si no os queda claro.

¿Cuándo visitar la fábrica?

Yo te recomiendo que si te gusta disfrutar del otoño lo hagas en esa época. No te recomiendo el invierno por ser una zona de montaña donde suele nevar y tal vez te jorobe la escapada. Primavera y verano también son buenas opciones, pero sin duda desde mediados de octubre hasta casi diciembre – si el tiempo lo permite – es el momento perfecto para pasarte por este paraíso otoñal.

Algo más de información

Te dejo aquí enlaces que pueden ayudarte en la preparación de tu ruta:

Una filósofa y un politólogo que amana viajar y lo hacen a pesar de los pocos recursos que tienen. Viajar es más que un capricho, viajar es una necesidad y aquellos que somos pobres en un primer mundo de opulencias tenemos derecho también a realizar nuestros sueños viajeros. Porque los pobres también viajamos.
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